Si Ella Huyera. Блейк Пирс
con Durán y el Buró llegara a su fin, que así fuese.
—Alan… necesito que seas honesto. Si tomar esto va a tensar nuestra relación...
—No lo va a hacer. No esta vez. Pero no sé cuánto más pueda extenderse en el futuro.
Ella abrió la boca para responder pero su teléfono sonó, interrumpiéndola. Miró la pantalla y vio que era DeMarco, la joven que había sido su compañera en el último año, siendo parte de este pequeño experimento entre ella y el FBI.
—Es DeMarco —dijo—, necesita los detalles del viaje.
—Está bien —dijo—. No necesitas aclarármelo.
Lo que ella no dijo pero sintió en lo profundo de su corazón fue: Entonces, ¿por qué siento que tengo que hacerlo?
Era una pregunta con la que no quería lidiar en este momento. Y como había estado haciendo en los últimos meses cuando se le presentaban interrogantes como esta, volvió su atención al trabajo. Con un fuerte sentimiento de culpa, contestó la llamada.
—Hola, DeMarco. ¿Qué tal?
CAPÍTULO DOS
Kate y DeMarco lograron dormir un poco en el vuelo matutino desde Washington a Chicago. Pero en cuanto a Kate, había sido un duermevela en el mejor de los casos. Se estiró al despertar durante el descenso a Chicago a las 6:15, pero no se sentía descansada. Sus pensamientos se volvieron de inmediato hacia Melissa, Michelle, y Alan. La culpa la impactó como un ladrillo mientras veía la ciudad de Chicago en medio de la suave luz del amanecer, a través de la ventana del avión.
Pasó los primeros momentos en Chicago detestándose. Mejoró a medida que ella y DeMarco atravesaban el aeropuerto hasta el mostrador de renta de vehículos.
Ahora, mientras ingresaban al pequeño pueblo de Frankfield, Illinois, la culpa seguía allí, pero era poco más que un fantasma en la azotea de su cabeza, arrastrando cadenas y haciendo crujir el piso de madera.
DeMarco estaba al volante, tomando sorbos del café que había comprado en un Starbucks en el Aeropuerto O’Hare. Echó un vistazo a Kate, que miraba por la ventanilla, y le dio un golpecito en el codo.
—Okey, Wise —dijo DeMarco—. Hay un gran elefante en la sala. ¿Qué pasa? Te ves mal.
—¿Estamos ya en la etapa de las confidencias?
—¿No lo hemos estado siempre?
Kate se enderezó y suspiró. —Estaba cuidando a Michelle cuando me di cuenta que había perdido una llamada de Durán. Tuve que irme. Peor aún, la dejé con Alan porque Melissa y su marido están atravesando un problema. Eso me está mortificando.
—Me alegra que estés aquí conmigo —dijo DeMarco—. Pero pudiste haber dicho que no. No estás bajo ningún estricto contrato, ¿correcto?
—Correcto. Pero negarme no es tan fácil como podrías pensar. Temo que estoy invirtiendo demasiado en esto. Creo que estoy en búsqueda de un propósito en la vida.
—¿Ser abuela no es suficiente propósito? —preguntó DeMarco.
—Oh, lo es... Es solo que… No sé.
Su voz se apagó y DeMarco respetó su silencio… por un momento. —Este caso —dijo DeMarco—, luce bastante claro, ¿correcto? ¿Leíste los archivos?
—Lo hice. Y parece muy planeado. Pero sin pistas ni indicios ni la más pequeña sugerencia por parte de la policía local. Será un reto.
—Entonces… la víctima más reciente es una mujer de cincuenta y cuatro años. Sola en su hogar, hace dos tardes. No hay señales de que hayan forzado la entrada. Fue descubierta por el marido al regresar del trabajo. Luce como un estrangulamiento que también cortó el cuello.
—Y eso nos habla del objeto con que la asesinaron —dijo Kate—. ¿Qué será que además puede cortar el cuello?
—¿Alambre de púas?
—Habría habido más sangre —comentó Kate—. La escena sería más que espeluznante.
—Y los reportes dicen que este sitio estaba bastante limpio.
—Eso explica por qué la policía local está teniendo tales problemas. Pero tiene que haber un lugar de inicio, ¿correcto?
—Bien, vamos a averiguarlo —dijo DeMarco, rodando cada vez más despacio el auto y haciendo un gesto con la cabeza hacia la derecha—. Llegamos.
***
Había un solo policía esperándolas cuando ingresaron a la vía de acceso en forma de U. Estaba sentado en su patrulla, bebiendo una taza de café. Inclinó la cabeza educadamente ante Kate y DeMarco mientras estas se aproximaban a su auto. Llevaba uniforme, y la placa en forma de estrella indicaba que era el sheriff. Si Kate tuviera que especular diría que no le quedaba mucho tiempo en el cargo. Estaría cerca de los sesenta; era patente en la frente llena de arrugas y en el tono gris de sus cabellos.
—Agentes Wise y DeMarco —dijo Kate, mostrando su placa.
—Sheriff Bannerman —dijo el viejo policía—. Encantado de que hayan llegado hasta aquí. Este caso nos ha desconcertado en verdad.
—¿Le importaría llevarnos adentro y darnos los detalles? —preguntó Kate.
—Por supuesto.
Bannerman las condujo por los anchos escalones hasta un porche decorado de manera minimalista. Dentro, la casa tenía el mismo estilo, lo que hacía que la residencia ya de por sí amplia se viera más grande. La puerta principal se abría a un vestíbulo revestido con baldosas que conducía a un ancho salón, y a una curvilínea escalera que terminaba en el segundo piso. Bannerman las guió por el pasillo y a la derecha. Ingresaron a una espaciosa sala de estar, cuya pared opuesta estaba ocupada por una biblioteca tan sencilla como enorme. La sala de estar contenía también un elegante sofá y un piano.
—El despacho de la víctima está justo por aquí —dijo Bannerman, conduciéndolas a traves de la sala de estar bacia un área revestida de la misma manera que el vestíbulo. Un sencillo escritorio estaba pegado de la pared opuesta. A la derecha, una ventana se abría a un jardín en rotonda. Un florero con ramas de la planta de algodón se hallaba colocado en una esquina. Lucía sencillo y era claramente falso, pero encajaba muy bien en la habitación.
—El cuerpo fue descubierto ante su escritorio, en esta misma silla —dijo Bannerman. Hizo un gesto dirigido a una silla de escritorio muy sencilla. El tipo de sencilla que suele ostentar una etiqueta con un precio exorbitante. El solo verla hizo que Kate sintiera la comodidad en su espalda.
—La víctima era Karen Hopkins, lugareña durante la mayor parte de su vida, creo. Estaba trabajando cuando la asesinaron. El correo-e que nunca terminó estaba todavía en la pantalla cuando su marido descubrió el cuerpo.
—Los reportes dicen que no había señales de que hayan forzado la entrada, ¿es eso correcto? —preguntó DeMarco.
—Es correcto. De hecho, el marido nos dijo que todas las puertas estaban cerradas cuando él llegó a casa.
—Así que el asesino cerró antes de marcharse —dijo Kate—. No es inusual. Sería una forma infalible de despistar a los investigadores. Con todo… tuvo que entrar de alguna manera.
—La Sra. Hopkins es la segunda víctima. Hace cinco días, hubo otra. Una mujer como de la misma edad, asesinada en su casa mientras su marido estaba en el trabajo. Marjorie Hix.
—Usted dijo que Karen Hopkins estaba trabajando cuando fue asesinada —dijo Kate—. ¿Sabe qué era lo que hacía?
—De acuerdo a su esposo, no era en realidad un trabajo. Era solo una actividad complementaria para ganar algo extra de dinero y acelerar el retiro. Mercadeo en línea o algo así.
Kate