Antes De Que Anhele. Блейк Пирс
una especie de señal de mal agüero.
CAPÍTULO SIETE
Mackenzie no sabía nada sobre el novio, ya que no había nada acerca de él en las notas. Lo único que sabía era que se llamaba Barry Channing y que vivía en 376 Rose Street, Apartamento 7. Cuando llamó al timbre del Apartamento 7, le respondió una mujer que parecía tener cincuenta y muchos años. Parecía cansada y entristecida, y obviamente no le hacía ninguna gracia tener una visita después de las nueve de una noche lluviosa de domingo.
“¿Les puedo ayudar en algo?”, preguntó la mujer,
Mackenzie casi vuelve a comprobar el número sobre la puerta, pero en vez de eso dijo, “estoy buscando a Barry Channing.”
“Yo soy su madre. ¿Quién es usted?”.
Mackenzie le mostró su placa. “Mackenzie White, del FBI. Esperaba poder hacerle unas cuantas preguntas sobre Claire”.
“Lo cierto es que no está en condiciones para hablar con nadie”, dijo la madre. “De hecho, él…”.
“Por Dios, mamá”, dijo una voz masculina, que se acercaba a la puerta. “Estoy bien”.
La madre se echó a un lado, haciendo espacio para que su hijo saliera a la entrada. Barry Channing era bastante alto y llevaba el pelo rubio cortado al estilo militar. Al igual que su madre, parecía que estaba falto de sueño y era evidente que había estado llorando.
“¿Ha dicho que son del FBI?”, dijo Barry.
“Sí. ¿Tienes unos minutos?”.
Barry le miró a su madre con el ceño levemente fruncido y después suspiró. “Sí, tengo algo de tiempo. Hagan el favor de entrar”.
Barry llevó a Mackenzie al interior del apartamento, por un pasillo estrecho, hasta una cocina de aspecto común. Su madre, entretanto, se quedó más atrás en el pasillo, fuera de su vista. Cuando Barry se acomodó en una silla ante la mesa de la cocina, Mackenzie escuchó cómo se cerraba una puerta con bastante fuerza en alguna otra parte del apartamento.
“Disculpen eso”, dijo Barry. “Estoy empezando a pensar que mi madre se sentía más cerca de Claire de lo que lo estaba yo. Y eso ya es decir, teniendo en cuenta que le compré un anillo de compromiso hace dos semanas”.
“Lamento mucho tu pérdida”, dijo Mackenzie.
“He oído mucho eso últimamente,” dijo Barry, mirando al mostrador. “Fue inesperado y aunque lloré como un bebé cuando me lo dijo ayer la policía, me las estoy arreglando para mantener el control. Mi madre vino para quedarse conmigo y ayudarme hasta que pase el funeral, y le estoy agradecido, pero se pasa de protectora. Cuando se vaya, seguramente podré dejar que salga el dolor, ¿sabes?”.
“Te voy a hacer lo que puede parecer una pregunta estúpida”, dijo Mackenzie. “¿Conoces a alguien que pueda tener alguna razón para hacerle esto a Claire?”.
“No. La policía me hizo la misma pregunta. No tenía ningún enemigo, ¿sabes? No se llevaba muy bien con su madre, pero nada de un nivel que causaría algo como esto. Claire era una persona bastante privada, ¿sabes? No tenía amigas íntimas ni nada… solo conocidas. Ese tipo de cosas”.
“¿Cuándo le viste por última vez?”, preguntó Mackenzie.
“Hace ocho días. Vino por aquí para ver si tenía algo que necesitara poner en su consigna de almacén. Nos reímos acerca de ello. Ella no sabía que yo tenía el anillo, pero los dos sabíamos que nos íbamos a casar. Empezamos a hacer planes para ello. Que ella me preguntara si tenía algo que poner en su almacén era otra manera de reforzarlo, ¿sabes?”.
“Después de ese día, ¿cuánto tiempo pasó antes de que empezaras a asustarte? No veo que denunciaras su desaparición ni nada por el estilo”.
“Bueno, estoy yendo a clases en el colegio de la comunidad, haciéndome con mis GPA para volver a la universidad y terminar del todo. Es un montón de trabajo y eso es además de un trabajo al que voy entre cuarenta y cuarenta y cinco horas a la semana. Así que hay unos cuatro o cinco días que pueden pasar sin que Claire y yo nos veamos. Claro que, después de tres días sin mensajes ni llamadas, empecé a preocuparme. Pasé por su apartamento para ver que estaba a salvo, pero no me respondió. Pensé en llamar a la policía, pero me apreció estúpido. Y realmente, en el fondo de mi mente, me preguntaba si a lo mejor simplemente se había largado y me había dejado. Que a lo mejor la idea de casarse le había asustado o algo así”.
“En esa última ocasión que la viste, ¿parecía estar bien? ¿Actuaba de una manera distinta a la normal?”.
“No, estaba muy bien, de buen humor”.
“Por casualidad, ¿sabes lo que iba a llevar para guardar en el almacén?”
“Seguramente algunos de sus libros de texto de la universidad. Los ha estado llevando en el maletero durante un tiempo”.
“¿Sabes cuánto tiempo lleva alquilando esa consigna?”.
“Unos seis meses. Estaba trasladando cosas desde California y guardándolas. De nuevo… como tenemos esta cosa de que nos vamos a casar, en vez de llevar las cosas directamente a su apartamento, dejó algunas de ellas en la consigna. Es la razón por la que la alquiló para empezar, creo yo. Le dije que no lo necesitaba, pero no dejaba de repetir cómo haría todo mucho más fácil cuando nos mudáramos a vivir juntos”.
“Te pregunté si Claire tenía enemigos… ¿qué hay de ti? ¿Hay alguien que podría hacer esto para hacerte daño?”.
Barry tenía un aspecto de conmoción, como si jamás se le hubiera ocurrido algo así. Sacudió la cabeza lentamente y Mackenzie pensó que podía echarse a llorar. “No, pero casi desearía que lo hubiera. Me ayudaría a encontrarle el sentido a todo eso, porque lo cierto es que conozco a nadie que quisiera a Claire muerta. Era tan… era muy buena persona. La persona más encantadora que pudiera conocer”.
Mackenzie podía afirmar que estaba siendo sincero. También sabía que no iba a conseguir nada de Barry Channing. Colocó una de sus tarjetas de visita sobre la mesa y la deslizó hacia él.
“Si se te ocurre cualquier cosa en absoluto, haz el favor de llamarme”, le dijo.
Tomó la tarjeta y solo asintió.
A Mackenzie le pareció que debía decir algo más, pero era uno de esos momentos en que había quedado claro que no había nada más que decir. Se alejó hasta la puerta y mientras la cerraba tras salir, sintió un pinchazo de arrepentimiento al escuchar cómo se echaba a llorar Barry Channing.
Ahora la lluvia que caía afuera era poco más que una neblina. Mientras caminaba de vuelta a su coche, llamó a Ellington, esperando que la lluvia amainara por completo. No estaba segura de por qué le molestaba tanto. Lo cierto es que lo hacía.
“Al habla Ellington”, le respondió, como de costumbre, sin mirar a su pantalla antes de responder.
“¿Ya has terminado de ver la tele?”.
“Sí, la verdad”, le respondió. “Ahora mismo estoy trabajando con el ayudante Rising para tachar a la gente de la lista con la que ya se ha hablado. ¿Algo nuevo por tu parte?”.
“No, pero quiero ir a la consigna de almacén donde encontraron el primer cadáver. ¿Puedes obtener esa información de Rising y quedar conmigo delante de comisaría en unos veinte minutos? Y mira a ver si alguien puede poner al propietario al teléfono”.
“Así lo haré, te veo después”.
Terminaron la llamada y Mackenzie siguió conduciendo, pensando en el novio desconsolado que acababa de ver… pensando en Claire Locke, a solas en la oscuridad, muriéndose de hambre y aterrorizada en sus últimos momentos.
CAPÍTULO OCHO