Rebeldes. Amy Tintera

Rebeldes - Amy Tintera


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mirada pasó de ella al hombre. ¿Cómo podía saberlo desde esta distancia? Todavía no podía ver sus ojos.

      —Por la manera en que camina —me aclaró, después de ver mi expresión de perplejidad.

      Volví a mirar hacia el hombre. Caminaba con rapidez, pero de manera uniforme, como si supiera adónde iba, sin entrar en pánico por ello. No vi por qué algo de eso indicaba Reiniciado, pero yo no era una Reiniciada veterana y dura de cinco años que podía derribar a nueve hombres por ella sola. Así que, ¿yo qué iba a saber?

      Los Reiniciados que iban con nosotros bajaron el paso mientras el hombre se acercaba y muchos miraban a Wren. Bajé las manos y le di un codazo en la espalda. Me miró mientras yo inclinaba la cabeza hacia el hombre.

      —¿Qué? —dio una mirada veloz a los demás Reiniciados, luego volvió hacia mí con una expresión de ligera exasperación—. ¿Me habéis escogido para hablar con él o algo así?

      Traté de no sonreír entre dientes, pero fallé. A veces Wren estaba tan ajena a cómo la veían los demás, cómo interactuaban con ella, cómo la admiraban. La habían elegido kilómetros atrás para hablar, antes de que siquiera viéramos a alguien.

      —Ve —dije, y le di otro suave codazo en la espalda.

      Suspiró con uno de esos suspiros que dicen: ¿Qué queréis de mí todos vosotros?, y yo me aguanté una carcajada.

      Wren dio un paso adelante y el hombre se detuvo, mientras bajaba la pistola ligeramente. Tenía veintitantos años y su mirada era tranquila y estable. No tenía nada de la locura del Reiniciado adulto que había visto en una misión en Rosa, lo que debía significar que había sido Reiniciado de niño o de adolescente.

      Los adultos que Reiniciaban no podían sobrellevar el cambio, pero si eras más joven cuando Reiniciabas, podías envejecer de manera normal sin volverte loco. Aunque, a decir verdad, no había confirmado esta teoría hasta ahora, ya que nunca me había encontrado a un Reiniciado que tuviera veinte años. Todos desaparecían misteriosamente de las instalaciones de la CAHR antes de llegar a esa edad. Sospechaba que la CAHR los mataba o experimentaba con ellos. Wren y yo teníamos diecisiete, así que nos habrían quedado menos de tres años, de no haber escapado.

      —Hola —dijo el desconocido. Se cruzó de brazos y ladeó la cabeza. Examinó brevemente a la multitud y fijó la mirada en Wren.

      —Hola —dijo.

      Wren se giró hacia mí un momento y luego miró al hombre de nuevo.

      —Mmm… Soy Wren. Uno-Siete-Ocho.

      Tuvo la misma reacción que todos los demás. Se le abrieron los ojos más y más. Se puso más derecho. El número de Wren le ganaba respeto, incluso aquí. La reacción siempre me molestaba. Como si ella no importara sin ese número.

      Wren levantó la muñeca y el hombre dio un paso para examinar el número y el código de barras que tenía impreso ahí. Cerré los dedos sobre mi propio 22 y deseé poder tallarlo hasta que desapareciera. Un número mayor supuestamente significaba que un Reiniciado era más veloz, más fuerte, menos emocional, pero yo pensaba que eso era sólo un rollo que nos metía la CAHR y que los Reiniciados nos tragábamos. Todos solíamos ser humanos antes de morir y volver a la vida como Reiniciados. No veía por qué el número de minutos que permanecíamos muertos importaba tanto.

      —Micah —dijo el hombre—. Uno-Seis-Tres.

      Uno-Seis-Tres me pareció un número muy alto. Wren había tenido el más alto de las instalaciones de Rosa y yo no creía que ningún otro Reiniciado estuviera cerca. Un tipo llamado Hugo era el más cercano y era, ¿qué?, ¿Uno-Cincuenta?

      Micah levantó el brazo. Su tinta estaba más desvanecida que la de Wren, así que no pude descifrar los números desde esa distancia. Wren echó la cabeza hacia atrás y le clavó una mirada sin expresión. Miraba así a la gente cuando no quería que supieran lo que estaba pensando. Funcionó.

      —Veo que has traído a algunos amigos —dijo Micah con una amplia sonrisa en el rostro.

      —Nosotras… —se giró y se encontró a Addie en la multitud y la señaló—. Addie y yo irrumpimos en las instalaciones de Austin y soltamos a todos los Reiniciados.

      Addie se desabrochó el casco y su pelo oscuro voló al viento. Agachó la cabeza detrás del Reiniciado frente a ella, como si no quisiera que la reconocieran por esta hazaña. En realidad no la podía culpar. Realmente no había pedido nada de esto. Wren la había ido a rescatar como parte del trato que hicimos con el padre de Addie, Leb —uno de los oficiales de la CAHR en Rosa— a cambio de ayudar a que Wren y yo escapáramos. Addie sólo había quedado atrapada en el torbellino.

      La sonrisa de Micah desapareció. Su rostro no tenía expresión, la boca sólo un poco abierta. Sus ojos pasaron rápidamente sobre la muchedumbre.

      —¿Eso —señaló— son las instalaciones de Austin?

      —Sí.

      —¿Los has liberado a todos?

      —Sí.

      Se quedó mirando un momento más antes de acercarse a Wren. Le puso las manos en el rostro y vi cómo su cuerpo se sacudía. Resistí el impulso de decirle que sólo un imbécil tocaría a Wren sin su permiso. Él lo descubriría por sí solo si ella decidía que no le gustaba.

      Sus manos cubrieron las mejillas de Wren, mientras la recorría con la mirada de arriba abajo.

      —Tú eres mi nueva persona favorita.

       Sí, ponte a la cola, amigo.

      Wren se rio y se alejó de sus manos. Me lanzó una mirada como diciendo: ¿De veras me has obligado a lidiar con este tipo?

      Sonreí de oreja a oreja, di un paso hacia delante y le ofrecí la mano. Deslizó sus dedos entre los míos.

      Micah dio un paso atrás para dirigirse al grupo.

      —Pues vamos, entonces. Bienvenidos.

      Estallaron unos cuantos gritos de alegría y la gente comenzó a hablar con emoción a nuestro alrededor.

      —Ya perdimos a los rastreadores —le dijo Wren a Micah—. Por allí por Austin.

      —Ah, eso no importa —dijo él con una risa de satisfacción.

      ¿No importa? Fruncí el ceño, confundido, y vi una expresión similar en el rostro de Wren, pero Micah ya se había dado la vuelta para hablar con un grupo de Reiniciados jóvenes e impacientes. Comenzó a guiarnos hacia la reserva y empecé a seguirlos, pero sentí un tirón en la mano, mientras Wren se mantenía firme y observaba al río de Reiniciados seguir a Micah.

      Estaba nerviosa, aunque me había costado un poco aprender cómo era esa expresión en particular. Tomó aliento brevemente y sus ojos se movieron rápidamente sobre la escena frente a nosotros.

      —¿Todo bien? —pregunté.

      Cuando Wren estaba nerviosa, yo también lo estaba.

      —Sí —dijo con suavidad, como si no lo estuviera. Yo sabía que no le emocionaba ir a la reserva tanto como a mí. Me había dicho que se habría quedado en la CAHR de no haber sido por mí. No podía ni empezar a entender eso y se me ocurrió por primera vez que quizá no sólo se había convencido a sí misma de que era feliz como esclava de la CAHR, quizá de verdad lo era.

      Quería pensar que ella se adaptaría y sería feliz aquí también, pero era difícil decirlo. No estaba del todo seguro de qué era lo que hacía feliz a Wren, aparte de propinar palizas a la gente. Claro, si yo fuera tan bueno en eso como ella podría hacerme muy feliz también.

      Apenas asintió, como si tratara de convencerse de algo, y comenzó a caminar hacia la reserva. Los Reiniciados que bordeaban la reja permanecieron quietos mientras nos acercábamos. Todos nos apuntaban con las armas.

      Micah se alejó del


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