Un Rastro de Muerte: Un Misterio Keri Locke – Libro #1. Блейк Пирс
también había hablado con el novio de Ashley, un chico de aspecto deportista llamado Denton Rivers. Él dijo que vio a Ashley en la escuela por la mañana pero que eso fue todo. Le envió unos pocos mensajes después de clase, pero ella nunca respondió.
Ashley no tomaba ninguna medicación, no tenía problemas físicos que mencionar. Mia dijo que antes había pasado por el dormitorio de Ashley y todo parecía normal.
Keri lo escribió todo rápido en un pequeño cuaderno, tomando nota específicamente de los nombres sobre lo que volvería más tarde.
–Mi marido va a llegar a casa de la oficina en cualquier momento. Sé que quiere hablar con usted también.
Keri levantó la vista del cuaderno. Algo en la voz de Mia había cambiado. Sonaba más a la defensiva, más cautelosa.
«Sea lo que sea lo que está ocultando, apuesto a que está relacionado con esto».
–¿Y cómo se llama su esposo? —preguntó, tratando de parecer indiferente.
–Se llama Stafford.
–Espere un minuto —dijo Keri—. ¿Su marido es Stafford Penn, el senador de los Estados Unidos Stafford Penn?
–Sí.
–Esa es una información importante, Sra. Penn. ¿Por qué no la mencionó antes?
–Stafford me pidió que no lo hiciera —dijo ella a modo de disculpa.
–¿Por qué?
–Dijo que quería tratar eso con usted cuando él llegara.
–¿Cuándo dijo usted que estaría aquí de nuevo?
–Seguramente, en menos de diez minutos.
Keri la miró de manera inquisitiva, tratando de decidir si debía presionarla. Al final, lo dejó como estaba, por ahora.
–¿Tiene una foto de Ashley?
Mia Penn le pasó su teléfono. La foto de fondo mostraba a una adolescente con un vestido veraniego. Parecía la hermana menor de Mia. Quitando el cabello rubio de Ashley, era difícil distinguir a una de la otra. Ashley era ligeramente más alta, estaba más bronceada y tenía una constitución más atlética. El vestido no podía tapar sus piernas musculosas y sus poderosos hombros. Keri supuso que practicaba el surf con regularidad.
–¿Es posible que simplemente haya olvidado la cita y esté atrapando olas? —preguntó Keri.
Mia sonrió por primera vez desde que Keri llegó.
–Estoy impresionada, detective. ¿Lo adivinó basándose en una foto? No, a Ashley le gusta surfear en las mañanas, mejores olas y menos gente inoportuna. Miré el garaje por si acaso. Su tabla está allí.
–¿Puede enviarme esa foto junto con unos pocos primeros planos, con y sin maquillaje?
Mientras Mia hacía eso, Keri hizo otra pregunta.
–¿A qué escuela va?
–Al Instituto West Venice.
Keri no pudo ocultar su sorpresa. Conocía bien el lugar. Era un gran instituto público, un crisol de culturas de miles de chicos, con todo lo que eso entrañaba. Ella había arrestado a más de un estudiante que iba al West Venice.
«¿Por qué puñetas la rica hija de un senador de EE. UU. va allí en lugar de asistir a una exclusiva escuela privada?»
Mia debió haber leído la sorpresa en el rostro de Keri.
–A Stafford nunca le ha gustado. Siempre ha querido tenerla en escuelas privadas, que la encaminen de Harvard, donde él fue. Pero no era solo por la mejor educación. Él también quería una mayor seguridad —dijo ella—. Yo siempre la he querido en escuelas públicas, para que se relacione con chicos reales y donde pueda aprender algo de la vida real. Es una de las pocas batallas que realmente le he ganado. Si Ashley termina herida debido a algo relacionado con la escuela, será culpa mía.
Keri quiso cortar de raíz esos pensamientos rápidamente.
–Uno, Ashley va a estar bien. Dos, si le pasara sería culpa de la persona que le hiciera daño, no de la madre que la quiere.
Keri observó a Mia Penn para ver si la convencía, pero era difícil decirlo. La verdad era que sus palabras de consuelo apuntaban más a impedir que un recurso valioso se desmoronara que a levantarle el ánimo. Decidió presionar.
–Hablemos un segundo de eso. De hecho, ¿hay alguien que quisiera hacerle daño a ella, a usted o a Stafford?
–A Ashley, no; a mí, tampoco; a Stafford, nada concreto que yo sepa, más allá de lo que implica hacer lo que él hace. Quiero decir, recibe amenazas de muerte de votantes que afirman ser extranjeros. Así que es difícil decir qué es lo que hay que tomar en serio.
–¿Y nadie ha llamado pidiendo rescate, correcto?
La repentina tensión en el rostro de la mujer era visible.
–¿Es lo que usted piensa que es esto?
–No, no, no, solo estoy revisando las posibilidades. Todavía no pienso que sea nada. Estas son solo preguntas de rutina.
–No. No ha habido pedidos de rescate.
–Ustedes obviamente tienen algún dinero…
Mia asintió.
–Vengo de una familia muy rica. Pero nadie lo sabe en realidad. Todos dan por sentado que nuestro dinero viene de Stafford.
–Por curiosidad, ¿de cuánto estamos hablando, exactamente? —preguntó Keri. Algunas veces este trabajo hacía imposible la discreción.
–¿Exactamente? No lo sé… tenemos una casa junto a la playa en Miami y un apartamento en San Francisco, ambos a nombre de compañías. Estamos activos en el mercado y tenemos muchos otros bienes. Usted ha visto todas las obras de arte que tenemos en la casa. Poniéndolo todo junto estaríamos hablando de cincuenta y cinco a sesenta millones.
–¿Lo sabe Ashley?
La mujer se encogió de hombros.
–Hasta cierto punto. Ella no conoce las cifras exactas pero sabe que es bastante y que se supone que el público no tiene que saberlo todo. A Stafford le gusta proyectar una imagen de «hombre del pueblo».
–¿Habrá hablado acerca de esto? ¿A sus amigos, quizás?
–No. Ella tiene instrucciones estrictas de no hacerlo —la mujer suspiró y dijo—: Dios, estoy hablando demasiado. Stafford estaría furioso.
–¿Ustedes dos se llevan bien?
–Sí, por supuesto.
–¿Qué hay de Ashley? ¿Se lleva usted bien con ella?
–No hay nadie en el mundo a quien esté más unida.
–Muy bien. ¿Stafford se lleva bien con ella?
–Se llevan muy bien.
–¿Hay alguna razón para que ella se fuera de casa?
–No. Ni nada que se le parezca. Eso no es lo que está sucediendo aquí.
–¿Cómo ha estado de humor últimamente?
–Ha sido bueno. Ella es feliz, estable, todo eso.
–Algún problema con algún chico…
–No.
–¿Drogas o alcohol?
–No puedo decir que nunca. Pero en general, ella es una joven responsable. Este verano se entrenó como salvavidas juvenil. Tenía que levantarse a las cinco de la mañana de cada día para eso. Es de fiar. Aparte de eso, ni siquiera ha tenido todavía tiempo de aburrirse. Esta es su segunda semana de clases.
–¿Algún drama por allí?
–No. Le gustan sus profesores. Se lleva bien con todos los chicos. Intentará entrar en el equipo femenino de baloncesto.
Keri fijó los ojos en los de la mujer y preguntó:
–Entonces