Enamorada De Una Estrella. Storm Victory

Enamorada De Una Estrella - Storm Victory


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hacer después de todo lo que ella había hecho por él en todos esos años sin pedirle nada a cambio.

      Tan pronto como entró en casa de su madre, Leny comenzó a zigzaguear entre las muchas cajas que llenaban el pasillo.

      ―¿Te mudas? ―preguntó Leny preocupada al entrar en la cocina, donde su madre preparaba carne asada para la cena.

      ―No. Son los últimos regalos de Emily. Puse tu nombre en los que son para ti.

      ―¿Más ropa? ―preguntó resoplando.

      ―¡Ropa, zapatos y maquillaje! ¡No puedes creer todo lo que hay ahí! También está el último disco de F3 con un autógrafo y una dedicatoria para ti ―explicó su madre, siempre alegre.

      Leny intentó mostrar la misma felicidad, pero no pudo.

      Odiaba ser la prima friki que siempre llevaba ropa de diseñador gracias a su prima actriz.

      Nunca llegó a entender si la gente que la rodeaba la apreciaba por sí misma o por ser la prima de la famosa Emily Keys. Incluso el grupo de amigos de la escuela secundaria con los que se reunía algunos sábados por la noche nunca había mostrado interés real en ella, aparte de considerarla una fuente de cotilleos sobre la vida estelar de su prima y de Chris.

      Leny cargó con los paquetes para unirlos a los que se amontonaban en el fondo del trastero.

      Luego volvió a entrar y, deseando que no hubiese más sorpresas, se sentó a la mesa donde su madre ya había servido la carne asada al vapor.

      ―¿Cómo va el trabajo? ―preguntó su madre, antes de tomar un gran bocado de carne asada.

      ―Bueno… ¡esta carne está excelente! ―dijo Leny apresuradamente.

      ―Me alegro. Ya sabes, con esta crisis… ¿Crees que podrían contratar también a Mary, la hija del panadero, en el bufete de abogados? Lleva un año en casa y no encuentra un trabajo fijo.

      ―No creo. Pero preguntaré.

      ―Gracias. ¿Y cómo te va con Travis?

      Leny hizo un esfuerzo para evitar atragantarse con la carne.

      ¿Era posible que su madre tuviera la capacidad de hacer las preguntas más incómodas en el peor momento?

      ―Muy bien ―murmuró su hija, llenando su boca con otro bocado a la vez.

      ―¡Qué bien! Creo que Travis es el hombre adecuado para ti y además es policía. Siempre es cómodo tener un policía en la familia.

      ―Claro ―dijo Leny en voz baja, sufriendo por ese interrogatorio.

      Afortunadamente el teléfono de su madre empezó a sonar.

      Era Rose, la madre de Emily.

      ―¡Es Rose! ―exclamó feliz como una niña. Desde que su hermana empezara a pasar la mayor parte del año con su hija en Los Ángeles y en el set de Love School, la madre de Leny realmente esperaba con ansias las llamadas de su hermana porque la extrañaba mucho.

      ―Me voy ―advirtió Leny, levantándose de la mesa. Sabía que su madre desaparecería durante al menos una hora y quería huir antes de que le hicieran más preguntas incómodas.

      ―Termina tu cena.

      ―Es tarde, y le prometí a Travis que iría al cine con él esta noche ―mintió descaradamente, antes de que su madre se retirara a su habitación para hablar alegremente con su hermana.

      Despejó la mesa a toda prisa y sin perder un minuto se dirigió al coche aparcado en el pequeño y mal iluminado camino de tierra.

      Tan pronto como cerró la puerta, empezó a respirar de nuevo.

      Ni siquiera se había dado cuenta de que había estado manteniendo la respiración todo el tiempo.

      ¿Cómo había llegado a aquella situación?

      ¿Cómo había podido mentir tan descaradamente a su madre y a Arthur?

      ¿Cómo podía creer que si escondía sus problemas, desaparecerían sin más?

      ¿Cómo creía que podría superar todo eso sola?

      Lágrimas cálidas recorrieron su cara, haciendo también que el rímel waterproof finalmente se le corriera.

      Mantuvo la cabeza agachada sobre el volante durante mucho tiempo, llorando desesperadamente.

      No sabía por qué estaba llorando.

      Solo sabía que se sentía terriblemente sola.

      Soltó un quejido que había estado acumulándose los siete años que había pasado sin su prima y sin la presencia y el amor de Chris.

      Se había lanzado a construir una vida falsa con un buen trabajo, un novio, una casa hermosa para que todos se sintieran orgullosos de ella, pero al final todo había caído como un castillo de naipes y finalmente se veía obligada a enfrentarse a esa soledad y desesperación a la que había tratado de ignorar todos esos años.

      2

      Al día siguiente, Leny se levantó tranquila, tratando de empezar con buen pie y actitud optimista, pero todavía estaba haciendo café cuando Diana, la cuidadora de Arthur, la llamó por teléfono.

      ―Diana, ¿qué pasa? ―Leny inmediatamente se preocupó. La última vez que Diana la llamó, Arthur estaba en el hospital por una crisis respiratoria.

      ―El señor Arthur… ha tenido un ataque al corazón. Lo están llevando al Hospital Federal… parece serio.

      Leny no preguntó nada más.

      Se vistió apresuradamente y corrió a la sala de urgencias, donde estuvo esperando al médico durante veinte minutos, y cuando llegó, en seguida le explicó que la situación era grave.

      ―Su edad, su insuficiencia respiratoria y ahora también su corazón… Lo siento, pero no quiero engañarte. Debes prepararte para lo peor. Deberías llamar al nieto ―dijo el cardiólogo especialista, llevándola a la habitación donde se estaba Arthur.

      Leny se acercó a él y le apretó la mano, con el corazón roto al verlo tan pálido, conectado a un respirador artificial y con una docena de electrodos para controlar el ritmo cardiaco.

      ―Por favor, Arthur. No puedes hacerme esto ―le susurró angustiada a su cuerpo dormido.

      Sintiendo que le fallaban las piernas, se sentó y dejó que la angustia la abrumara. Gracias al cielo que estaba sola.

      Pasaron muchas horas hasta que Arthur se despertó, pero el respirador no le dejaba hablar y finalmente se rindió y se volvió a dormir.

      Leny pasó todo el día en el hospital, tratando de encontrar una solución o una cura con los médicos, pero sin resultados.

      ―¿Por qué no te vas a casa y descansas? No puedes hacer nada aquí. Es sólo cuestión de tiempo ―le sugirió la enfermera.

      Agotada como estaba, decidió ir a casa de Arthur a buscar un pijama y otras cosas que pudiera necesitar. No quería rendirse a lo inevitable.

      Ella pelearía. Nunca se rendiría.

      Aunque fuera un anciano, Arthur seguía siendo un hombre fuerte y muy vivo.

      Pero tan pronto como entró en la casa, sintió que el mundo se derrumbaba sobre ella.

      Trató de armarse de valor y de poner algo de ropa en una bolsa, pero a medida que avanzaba por la casa, percibía una sensación cada vez más fuerte de muerte frente a ella.

      Contrariada, se dejó caer en la cama.

      Abrió un cajón de la mesita de noche.

      Había una foto de Arthur con Chris de bebé en sus brazos.

      Tomó la foto enmarcada


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