Guía Introductoria A Una Sexualidad Positiva. Gonzalez R. Rosenstock Yael
Guía Introductoria
a una Sexualidad Positiva
Teoría, práctica y consejos
Por Yael Rosenstock
Copyright © 2020 Yael Rosenstock
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida de ninguna forma por ningún motivo sin el permiso expreso y por escrito de la autora.
Traducido al español por Mariela Pez Miana
Editorial Kaleidoscope Vibrations, LLC
Dedicación
Este libro está dedicado a todas aquellas personas que han sentido vergüenza, confusión y temor en relación con el sexo y la sexualidad. Es para aquellos que han sufrido que se les llame puta, mojigata o mariquita. Para cualquiera que haya sido coaccionado, forzado o de alguna manera obligado a participar en una actividad sexual no deseada.
Está pensado para todas aquellas personas que están tomando el control de su propia sexualidad. Para quienes están orgullosos de ser los seres sexuales que son, tal y como son, y para quienes quieren crear experiencias sexuales positivas con sus compañeros sexuales.
Este libro está dedicado a todas las versiones de mí misma, las que he sido y las que seré: avergonzada, asustada, intimidada, confundida, herida, feroz, sexy, poderosa y reina.
Prefacio
Conocí a Yael Rosenstock cuando mi colega Diana Romero y yo estábamos dando un seminario íntimo en el Centro de Estudios de Posgrado CUNY sobre el bienestar sexual y reproductivo, las disparidades de la salud y la inequidad social. Éramos ocho mujeres cisgénero, pero con una amplia variedad de identidades sexuales y provenientes de distintos trasfondos educativos, étnicos, religiosos, de idioma y de clase, y con distintos estilos de vida fuera del aula que ahora ocupábamos. Estábamos comprometidas con el feminismo inclusivo y con trabajar para garantizar la mejor calidad de salud posible para la mayor cantidad de personas posible, siendo el nuestro un objetivo favorable al placer, diverso en cuanto a género y sexualmente no prescriptivo. Se trata en realidad de un objetivo práctico, incluso modesto, pero puede parecer inalcanzable e irreal a medida que se acumulan obstáculos políticos y económicos que dificultan su realización.
Unido a estos compromisos y objetivos compartidos estaba el hecho de que todas éramos maestras trabajando juntas. Dos de nosotras estábamos allí como profesoras y seis como estudiantes, pero estábamos aprendiendo entre todas y entendiendo mejor cómo y por qué enseñar. El curso tenía el apoyo de la organización Futures Initiative que prepara educadores para ayudar a instructores de facultades y universidades públicas a llegar a más estudiantes y encontrar mayor gratificación en su trabajo; y estos objetivos conectados —enseñar, aprender, colaborar y esforzarse por cumplir en todos los sentidos— dieron forma a una increíble experiencia para todas nosotras durante el seminario. Se convirtió en una de esas preciosas experiencias educativas que resultan transformadoras. Todas contribuimos a aquel fenómeno, pero Yael fue una de las fuerzas más propulsoras, el catalizador que hizo que el seminario fuera particularmente significativo.
Yael tiene una habilidad maravillosa para escuchar realmente lo que dicen quienes la rodean y para transmitirles sus ideas. Parece florecer cuando trabaja con otros y contribuye a crear debate. Durante nuestro seminario, asumió los distintos roles de simpatizante, asistente, estudiante, maestra, colega, crítica (cuando fue necesario), y amiga; y sé que, en su trabajo con los jóvenes, se vuelve su mentora y su guía. Es ese entusiasmo y esa capacidad natural para comunicarse, junto con su compromiso con la educación y con una mentalidad abierta, lo que la convierte en la persona ideal para escribir esta guía. Y se trata de una guía muy necesaria en estos tiempos.
Vivimos en una época cultural de grandes posibilidades en la vida de muchas personas, con una sección creciente de una sociedad sofisticada que se muestra curiosa acerca de la sexualidad y del género, dotada de una mentalidad más abierta ante los muchos estilos de vida, relaciones y familias que los individuos pueden crear, con una mejor comprensión de cómo podrían ser la justicia social y la equidad en nuestras vidas íntimas y de por qué eso es importante. Sin embargo, todas estas posibilidades y crecimiento pueden también causar confusión e inestabilidad, y se enfrentan a una reacción política que parece querer silenciarlos, sofocarlos y dividirlos. Este puede convertirse en un terreno intimidante para muchos jóvenes (o incluso para personas mayores), y disponer de una guía práctica, informada y cuidadosa que lo abarque todo es un recurso invaluable. Yael es excelente para proporcionar conocimiento y claridad. Este libro ofrece información, sugerencias y pautas para ayudar a los lectores a encontrar y abogar por su propio placer y felicidad, y para tratar a sus compañeros sentimentales, y demás individuos, con amabilidad, honestidad y ética. Es una receta para el bienestar sexual y la salud personal.
Soy maestra de profesión, una apasionada creyente en la búsqueda y la práctica de la salud pública como un factor esencial para una sociedad llena de personas seguras y bien informadas. El conocimiento realmente es poder, y, mediante esta guía, Yael está ofreciendo a sus lectores un camino verdaderamente útil para el empoderamiento personal y para una mejor salud. Creo que sabrán apreciar su voz cálida, reflexiva y llena de conocimiento tanto como yo.
Dra. Ananya Mukherjea
Prólogo
Me considero un ser sexual prácticamente desde el primer día. Si bien no tengo recuerdos tempranos de masturbarme, tengo una larga historia de fantasear con actividades románticas y sexuales en pareja. Mis padres cuentan la anécdota de mi regreso a casa desde la casa de un vecino, cuando tenía 2 años, compartiendo alegremente la noticia de que acababa de recibir mi primer beso (léase: un roce de labios) de un niño mayor (5 años). Aquella experiencia alimentó años de fantasías, como lo documenta el diario esporádico que llevaba de niña, cuando me imaginaba, años después de que ese muchacho se hubiese mudado, nadando en una piscina y retozando con él.
Mi segundo beso (léase: segundo roce labial) ocurrió en el jardín de infantes, en la primera fila de los bancos de la iglesia, donde mis compañeros de clase y yo comenzábamos las mañanas cinco días a la semana. Mientras todos se ponían de pie para la siguiente oración, mi amiguito y yo nos agachamos, nos besamos y nos incorporamos a los demás. Si bien mi primer beso con lengua no sucedería hasta muchos años después, experimenté muchos enamoramientos y mantuve ideas románticas en la cabeza acerca de las cosas que podrían ocurrir con los chicos que me gustaban (las fantasías con mujeres no aparecieron sino hasta más tarde). Al reflexionar ya de adulta, esta historia de fantasías, junto con las sensaciones de calor en la parte baja del vientre mientras miraba programas de televisión que reflejaban lo que ahora identifico como mis tendencias kinky, me llevaron a reconocer mi naturaleza sexual.
[Advertencia de agresión sexual]
Mi primer beso propiamente dicho ocurrió cuando tenía 14 años. Aunque era joven, ya me había creado un complejo acerca de mi sexualidad. Específicamente, me sentía retrasada en cuanto a mis compañeros por no haber recibido un beso de verdad. No ayudó para nada el hecho de que mi primer beso ocurriera con James1, un muchacho que había tenido muchas novias y que compartió conmigo su reputación de ser excelente a la hora de besar, lo que me provocó ansiedad sobre mi propio desempeño y destreza. Desafortunadamente, compensé mi inexperiencia apresurándome hacia los actos sexuales. Mi novio, entusiasmado con la idea de que nos involucráramos en cualquier tipo de contacto sexual, comenzó a molestarme constantemente sobre cuándo iba a agraciarlo con su primera experiencia de sexo oral. Pero yo no estaba ni interesada ni preparada para ello. Lo había estado masturbando entre los estantes abandonados de una biblioteca cercana, y cuando estábamos solos en su casa, pero nunca había considerado completamente la idea de colocar mi boca alrededor de su pene. Durante un tiempo le resté importancia, descartando sus demandas y peticiones tan fácilmente como podía. Pero un día, James volvió a hacerme el reclamo mientras nos hallábamos en la última fila de butacas de un cine oscuro. Estaba cansada de rechazar constantemente sus peticiones