Casi Muerta. Блейк Пирс
escalera empinada de piedra, con un una jardinera llena de coloridas flores.
Cassie pasó dos horas familiarizándose con el lugar y haciendo una lista completa de los alojamientos y hostels de mochileros, los numerosos Airbnb y las agencias inmobiliarias que alquilaban apartamentos. Sabía que probablemente le faltaban algunos lugares, pero esperaba que la suerte estuviera a su favor.
Entonces, llegó el momento de empezar a hacer llamadas.
Sentía la boca seca. Armar la lista había aumentado sus esperanzas. Cada nombre y número representaba una nueva oportunidad. Ahora, ella sabía que sus esperanzas podrían volver a derrumbarse cuando la lista de los lugares en donde Jacqui podría estar alojada se hiciera cada vez más pequeña.
Cassie marcó el primer número, una casa de huéspedes en el centro de la ciudad.
–Hola —dijo ella—. Estoy buscando a una joven llamada Jacqui Vale. Es mi hermana; perdí mi teléfono y no recuerdo en dónde me dijo que se estaba quedando. Estoy en Italia ahora y quiero encontrarme con ella.
Aunque esta no era la verdad, Cassie había decidido que era una razón creíble para sus llamadas telefónicas. No quería embarcarse en una historia larga y complicada, ya que temía que los dueños de las casa de huéspedes se impacientaran o incluso sospecharan.
–Puede haber reservado bajo el nombre Jacqueline. Habría sido en los últimos dos meses.
–¿Jacqueline?
Hubo un breve silencio y Cassie sintió que se le aceleraba el corazón. Entonces, sus esperanzas se desmoronaron cuando la mujer dijo:
–Nadie con ese nombre se ha hospedado aquí.
Cassie descubrió que esta era una tarea larga, frustrante y demandante. Algunos de los hospedajes se negaban a ayudarla por completo por temas de privacidad. Otros estaban ocupados, por lo que tenía que fijar una hora para volver a llamarlos.
Continúo con la lista de opciones hasta que casi llegó al final. Solo quedaban tres números y luego de eso, tendría que admitir su derrota.
Marcó el antepenúltimo número sintiéndose frustrada, como si la presencia esquiva de Jacqui se burlara de ella.
– Posso aiutarti? —Dijo el hombre del otro lado de la línea.
Cassie había aprendido que esta frase significaba “¿Puedo ayudarle?” Pero el hombre no parecía servicial. Sonaba impaciente y estresado, como si hubiese tenido un mal día. Cassie adivinó que él sería uno de los que le diría que no podía revelar ningún detalle por razones de confidencialidad. Lo diría solo para terminar la llamada porque tenía huéspedes esperando o porque estaba por salir.
–Estoy buscando a Jacqui Vale. Es mi hermana. Planeaba encontrarme con ella mientras esté en Italia, pero ayer me robaron el teléfono y no puedo recordar en dónde se estaba quedando.
Cassie aumentó el nivel de drama de su historia con la esperanza de causar compasión.
–Estoy llamando por teléfono a todos los lugares cercanos para intentar encontrarla.
Escuchó que el hombre escribía en el teclado.
Luego, casi se cayó de la silla cuando él dijo:
–Sí, tuvimos a una Jacqui Vale hospedándose con nosotros. Estuvo aquí por cerca de dos semanas y luego creo que se mudó a un apartamento compartido, porque estaba trabajando por aquí cerca.
El corazón de Cassie le dio un vuelco. Este hombre la conocía, la había visto y había hablado con ella. Este era un gran avance en su búsqueda.
–Ahora lo recuerdo, tenía un trabajo de medio tiempo en una boutique a la vuelta de aquí, Mirabella’s. ¿Quieres el número de Mirabella’s?
–Esto es increíble, no puedo creer que voy a poder encontrarla —dijo Cassie con entusiasmo—. Muchas gracias. Por favor, deme el número.
Él lo buscó y ella lo anotó. Estaba cautivada por la emoción. Su búsqueda había resultado un éxito. Había encontrado el lugar en donde había trabajado su hermana recientemente. Había muchas posibilidades de que ella aún estuviera allí.
Con las manos temblando y sintiéndose sin aliento, marcó el número que le habían dado.
Le respondió una anciana italiana y Cassie sintió una punzada de decepción porque no la hubiese atendido la misma Jacqui, porque eso era lo que se había imaginado que ocurriría.
–¿En qué la puedo ayudar? —Preguntó la mujer en un fuerte acento inglés en cuanto supo que Cassie no era italiana.
–¿Hablo con Mirabella?
–Así es.
–Mirabella, mi nombre es Cassie Vale. Estoy intentando contactarme con mi hermana, Jacqui. Perdí el contacto con ella hace un tiempo, pero descubrí que estuvo trabajando para usted. ¿Por casualidad, ella aún está allí? Si no, ¿me podría pasar su número?
Hubo una pausa.
Cassie se imaginó a Mirabella llamando a Jacqui con un gesto para que viniera al teléfono y se sintió desilusionada cuando la mujer volvió hablar.
Sonaba escueta, apenada y formal.
–Lo siento, pero Jacqui Vale está muerta.
Hubo un clic, y la llamada finalizó.
CAPÍTULO NUEVE
Cassie soltó el teléfono. Más bien se le cayó, y retumbó sobre el escritorio. Ella ni siquiera lo notó. Estaba paralizada por el impacto cruel del mensaje.
La propietaria de la boutique le acababa de decir que Jacqui estaba muerta.
Se lo había dicho con una certeza severa y concisa. No había lugar para dudas o malentendidos, no le había dado detalles o explicaciones. Solo la dura realidad, y el rápido fin de la conversación.
Cassie sintió que comenzaba a sollozar desde lo más profundo y visceral, por lo que temía dejarlo salir porque sabía que su tristeza y culpa eran imparables.
Su hermana ya no estaba viva.
¿Qué había ocurrido? La confusión la inundó al recordar que había estado viva tan solo unas semanas atrás. Tanto Tim, el simpático barman, como el dueño del hostel en Bellagio lo habían confirmado.
¿Habría estado enferma, sufriendo de una enfermedad terminal? ¿O su muerte había sido accidental, una tragedia rápida e inevitable; su cuerpo destrozado en un accidente en la carretera o sofocado en una pérdida de gas o involucrado en un asalto o robo?
Cassie se apretó la frente. Las sienes le punzaban por el estrés. Había estado tan cerca. Había estado muy cerca de encontrar a su hermana, solo para descubrir que se había ido para siempre.
–Oh, Jacqui —susurró—. Lo siento. Lo intenté, realmente lo intenté.
Mientras asimilaba la sorpresa de las palabras, la tristeza se instaló y Cassie se encontró llorando descontroladamente.
Enterró la cabeza entre las manos y, por un tiempo, todo lo que pudo hacer fue soportar el dolor mientras lloraba. La pérdida parecía insoportable. La agonía era profunda como el corte de un cuchillo. Las palabras de la mujer la habían herido en carne viva, y temía que nunca podría sanar ese dolor.
Parecía que había pasado mucho tiempo cuando Cassie volvió a levantar la cabeza. Se sentía débil y agotada, y por ahora no tenía más lágrimas para llorar.
Fue al baño, se salpicó agua en el rostro y se frotó los ojos. Mirando su imagen con los ojos hinchados, se dio cuenta de que ya había pasado la etapa de la aceptación. Ahora su mente estaba llena de preguntas.
¿Cuán reciente había sido su muerte? ¿Había habido un funeral, habían enterrado a Jacqui? ¿Quién se había hecho cargo del trágico acontecimiento?
Y otra pregunta importante: ¿por qué Mirabella había finalizado la llamada luego de darle la devastadora noticia? ¿Por qué no había permanecido en la línea para hablar con Cassie y explicarle