Casi Muerta. Блейк Пирс
es el teléfono de la Signora Rossi, y habla Abigail. ¿En qué puedo ayudarla? —continuó la mujer en inglés.
De hecho, Cassie pensó que sonaba inglesa.
Intentó reprimir sus nervios y hablar con confianza.
–Llamo por el empleo. ¿Está Ottavia Rossi?
–¿El empleo? Por favor, espere. La señora Rossi está en una reunión.
Cassie escuchó a la mujer deliberando con alguien más. Un momento después, regresó.
–Lo siento mucho, pero el empleo ya está ocupado.
–Ah.
Cassie se sintió sorprendida y desanimada. No estaba segura de qué responder, pero la mujer tomó la decisión por ella.
–Adiós —dijo, y cortó la llamada.
CAPÍTULO CINCO
Cassie no podía entender por qué el trabajo de niñera ya no estaba disponible si lo habían solicitado hacía tan poco tiempo. Se sentía desilusionada de que esta oportunidad hubiera aparecido y desaparecido antes de que ella pudiera tener una entrevista.
Ahora no tenía idea de qué debía hacer. Estaba tentada a subirse a su auto y conducir en una dirección aleatoria por una hora o dos, con la esperanza de terminar más cerca de su hermana o tal vez, milagrosamente, en la misma ciudad.
Cassie sabía que en este país densamente poblado, salpicado de ciudades y pueblos de todos los tamaños, eso no era poco probable sino más bien imposible.
Abrió el maletero, hurgó en su maleta y sacó las pastillas que no había tomado la noche anterior, además de la dosis de esa mañana.
Luego se sentó en el auto, las tomó y llamó a su amiga Jess.
Cassie había pasado una semana de vacaciones con Jess en Navidad y Año Nuevo. Los jefes de Jess le habían dado días libres y dinero para viajar, y Jess había invitado a Cassie a ir con ella a Edimburgo.
Jess había pagado el hospedaje y Cassie se había encargado de conducir. Habían alquilado un apartamento en las afueras de la ciudad y pasaron los días recorriendo y las noches divirtiéndose. Durante ese tiempo tuvieron la oportunidad de hablar, así que Jess sabía exactamente por lo que Cassie había pasado, y la verdad desgarradora acerca de sus dos últimas asignaciones.
–¡Hola, tanto tiempo! —Respondió Jess casi inmediatamente— ¿Ya encontraste a tu hermana?
–Aún no. Encontré a alguien que habló con ella recientemente. Me dijo que se estaba quedando en una ciudad a una hora o dos de Milán, pero no pudo recordar el nombre de la ciudad.
–Ay, no —Jess parecía horrorizada—. Estuviste tan cerca, pero a la vez tan lejos. ¿Qué vas a hacer ahora?
–Voy a intentar quedarme aquí por unas semanas porque él me dijo que me enviaría un mensaje si lo recordaba. Me comuniqué por un trabajo de niñera, pero ya lo habían tomado. ¿Conoces a alguien en Milán o en Italia que pueda necesitar ayuda?
Cassie tenía mucho respeto por la red de contactos que tenía Jess. La rubia alta y simpática parecía tener un talento natural para conectarse con conexiones ubicadas estratégicamente. Así era como Cassie había obtenido su último trabajo, aunque este no había resultado bien; y así también era como habían podido conseguir el apartamento para sus vacaciones a un precio accesible.
–¿En Milán? —Jess parecía pensativa.
–O en cualquier lugar cercano —le recordó Cassie, con la esperanza de expandir las posibilidades.
Jess suspiró.
–No se me ocurre nada así, sin pensarlo. Milán está al norte de Italia, ¿verdad?
–Sí.
–Entonces algo en Suiza o al sur de Alemania también sería posible, ¿no? Supongo que no quieres volver a Francia ahora.
Ni ahora ni nunca, pensó Cassie.
–Prefiero mantenerme alejada de Francia.
–Déjame preguntar. En este momento todos están saliendo a esquiar y mis jefes conocen gente que tiene villas para esquiar. Podrías trabajar como criada de la villa. No es mucho dinero, pero podrías esquiar gratis.
–Por favor, pregúntales —dijo Cassie.
–Mientras tanto, sigue molestando a ese chico que habló con tu hermana —le aconsejó Jess—. No seas tímida. Dile que se siente con un mapa enfrente y busque todas las ciudades hasta que el nombre le refresque la memoria.
Jess se rió, y Cassie se encontró riendo junto con ella.
–Debo irme —dijo Jess—. Cita con el dentista. Para los niños, no para mí. Hablamos luego, Cassie, ¡buena suerte!
Apenas Cassie desconectó la llamada, su teléfono volvió a sonar. Se encontró hablando con Abigail, la mujer con la que había hablado cuando había llamado por el trabajo de niñera.
–Hola, hablo de parte de la señora Rossi. Tú llamaste por un empleo más temprano, ¿es correcto?
–Sí, así es.
–Por favor, ¿qué puesto era? ¿Era para asistente de diseño de modas o para el puesto de niñera?
–Era para el de niñera.
–Por favor, espera un momento.
La mujer parecía ansiosa y Cassie podía escuchar el susurro de una conversación en el fondo. Unos momentos después, volvió hablar.
–Lo siento mucho. Por favor, acepta mis disculpas. No estaba enterada del puesto de niñera. La señora Rossi ha confirmado que ese empleo está disponible, y es el de diseñador el que ya está tomado. Ella me ha pedido que te pregunte si aún estás interesada.
–Sí, lo estoy.
–La señora Rossi estará realizando entrevistas esta tarde en su domicilio, desde las dos y media de la tarde. El primer candidato exitoso será contratado y deberá comenzar inmediatamente. ¿Puedo enviarte la dirección en un mensaje?
–Por favor —dijo Cassie, volviendo a sentirse preocupada.
Parecía que iba a tener que decidir de forma inmediata si este empleo era el indicado para ella o no. Se preguntó cómo serían las niñas, y ese pensamiento hizo que sintiera náuseas por los nervios.
Decidió que no podía aceptar el trabajo sin conocer a las niñas. Con ellas pasaría todos los días. La madre parecía una mujer adinerada, y por la poca experiencia de Cassie, esto significaba que los niños podían ser consentidos o desatendidos.
Cuando su teléfono volvió a vibrar y recibió las indicaciones, decidió conducir hasta allí inmediatamente.
Después de todo, si ella no era la primera en la fila para la entrevista, no tendría que tomar ninguna decisión.
Cassie llegó al vecindario justo antes del mediodía. Las calles eran tranquilas e inmaculadas, con enormes residencias alejadas de la calle entre jardines llenos de árboles. Cassie supuso que en el verano, cuando los árboles se vistieran de follaje, las casas serían invisibles desde la calle.
Estaba sorprendida por la cantidad de seguridad que vio allí. Todas las casas estaban cercadas o amuralladas con enormes puertas automáticas. Cassie no sabía si la gente adinerada valoraba mucho su seguridad y privacidad, o si había un problema de delincuencia en esta zona pudiente. Supuso que sería la primera opción.
Condujo por las calles en su pequeño y antiguo coche, y vio a algunos de los vecinos en sus coloridos autos deportivos y oscuros SUVs que la miraban con sospecha. Ella y su auto parecían fuera de lugar en esta zona, y la gente lo estaba notando.
Algunas cuadras más abajo, encontró una cafetería. Estaba demasiado nerviosa como para tener hambre, pero se obligó a comer un cornetto y a tomar una botella de agua.
Al recordar que esta mujer obviamente