Shakey. Jimmy McDonough

Shakey - Jimmy  McDonough


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que Vicky Taylor «convenció a Neil de que era Bob Dylan». Lo cierto es que durante ese período Young empezó a actuar en solitario por la ciudad, sin demasiado éxito. «“Clancy” es una especie de narración que ahora tiene un pase», comentaba Craig Allen. «Pero en aquella época era tan ambigua que los dueños de los clubs no querían que cantara rollos divagadores de ese estilo.» Para complicar más las cosas, Young insistía en interpretar sobre todo temas propios. «Estoy segura de que podría haber conseguido más bolos si hubiera interpretado temas de Bob Dylan y de Phil Ochs», explicaba Taylor. «Pero Neil no daba el brazo a torcer.»

      Young también actuaba en las sesiones folk nocturnas de los lunes en el Riverboat con Vicky Taylor, Donna Warner y Elyse Weinberg en un grupo apodado los Public Futilities, pero aquello era solo para echarse unas risas. Young era prácticamente un don nadie en el mundillo folk. «Iba yo solo, viajaba solo con mi guitarra y me presentaba en los garitos de aquella guisa», le contó Young al periodista Nick Kent. «Fue toda una experiencia. La imagen más impactante que recuerdo ahora de aquella época es la de caminar por la nieve en plena noche, planteándome a dónde ir. Una parte de mí pensaba: “¡Hostia, esto sí que es una caña!”. Y la otra parte: “¿Qué cojones hago ahora?”.»

       En Toronto me curré un montón de bolos yo solo. La guitarra de doce cuerdas me permitía poder hacerlo. Los bolos no mataban… Una noche toqué en el New Gate of Cleve, porque les había fallado alguien. Se enteraron con un par de días de antelación, así que me incluyeron en el cartel; me aceptaron por una noche. Había algún periodista en la sala que me hizo una crítica. No fue nada espectacular. Mi primera crítica decía que mis canciones estaban cargadas de clichés.

       —¿Cómo te lo tomaste?

       —«Marty, ¿qué es un cliché?»

       Luego había un garito en North Bay, el Bohemian Embassy, donde toqué «Oh Lonesome Me» por primera vez. Había sacado los arreglos antes de irme de Toronto; esos mismos arreglos, los cambios de acordes y el ritmo. También toqué otras canciones que había compuesto que no recuerdo.

      No conseguía cobrar por tocar; tenía que participar en noches de micro abierto. Se tenía que dar la circunstancia de que me llamaran para sustituir a alguien enfermo o algo así. Yo no estaba afiliado al sindicato, que era otro problema. Es que, en Canadá, las cosas son muy complicadas. Ahora lo piensas y parece una chorrada, pero te digo que para mí en Canadá las cosas eran muy complicadas, je, je. Una vez conseguí llegar a Estados Unidos y me pararon los yanquis de inmigración en la estación de autobuses de Detroit y me mandaron de vuelta. Fue mi primer encontronazo en la frontera al intentar viajar entre Estados Unidos y Canadá… Recuerdo que una vez dormí en el sótano de una tía. Era de noche, hacía muchísimo frío y no tenía dónde caerme muerto. Me llevó a su casa y estaban sus padres. Les convenció de que yo era un buen tipo. Me levanté y me fui antes de que se despertaran. La verdad es que no tenía ni idea de dónde estaba; no sé cómo conseguí salir de allí.

       Una vez no pude entrar en Detroit porque no podía cruzar el puente con la guitarra. Intenté colarme, pillar el bus que cruza el puente. Creo que a la vuelta pasé a visitar a mi tío Bob, que vivía en Windsor. Me quedé allí un par de días, y luego me salió un bolo; en un sitio bastante grande. Aquellas fueron mis primeras actuaciones en solitario.

       Antes de los Mynah Birds di toda una serie de recitales acústicos en solitario; creo que Joni y Chuck Mitchell fueron los que me consiguieron los bolos de la zona de Detroit y Ann Arbor. El café Chess Mate era un antiguo club de folk que había en Detroit, en Livernois con la ciento once, muy cerca de la hamburguesería White Tower. «The Old Laughing Lady»; estaba allí tomando un café y escribí la letra en unas servilletas. No sé qué me motivó a escribirla. Me salió así, en una servilleta, sin guitarra, estando en un café.

       —¿Te sentías parte de la escena folk de Toronto?

       —Casi. La verdad es que apenas tuve oportunidad de probar, porque no me quedé allí mucho tiempo. Yo era el último de la fila, era el nuevo, por así decirlo. Tampoco es que fuera muy bueno. Mis canciones eran bastante chorras. Las puedes escuchar en la cinta esa de Elektra… Eran lo que eran.

       Vicky Taylor era una buena amiga. Tenía un piso justo encima del Night Owl donde pasé una temporadita. Se le iba un poco la olla. Se ponía supertriste por cualquier cosa… Pero no le duraba mucho. Era una fiestera del copón. Tenía algo de pasta y le iba la fiesta. Me dejaba dormir en el suelo; a mí y a John Kay. Los Sparrow originales eran geniales, con Dennis Edmonton a la guitarra: Mars Bonfire. Tenían ese sonido típico de Toronto, peculiar y bueno. John me enseñó algunas cosas interesantes con la guitarra, truquitos para tocar bajos cuando tocas con los dedos. Gran parte de la base de mi técnica con la guitarra rítmica se la debo a John Kay.

       Vicky Taylor tenía un disco —de Bert Jansch, su primer álbum— que yo no paraba de escuchar. Es uno de los mejores guitarras que he oído en mi vida. Podría pasarme años hablando de este tío, del talento que tiene el muy cabrón. Cada nota me dejaba destrozado. Bert Jansch; un guitarra acústico impresionante, fuera de lo común. Él y Dylan son la misma historia. Bob Dylan es un gran guitarrista; toca la guitarra acústica muy bien, es excelente con la guitarra rítmica y se está volviendo un buen guitarra solista. Es un tío tremendamente expresivo.

       —¿Quién hizo qué te aficionaras a Phil Ochs?

       —Yo ya hacía muchísimo que sabía quién era Phil Ochs. Desde los primeros tiempos de la escena folkie de Toronto. Gran cantautor. Muy melódico. Un personaje curioso. 43

       El Allen Ward Trio, qué buenos eran. Recordaban a Peter, Paul and Mary; a veces llevaban con ellos a David Rea, y entonces molaban más. David Rea era una pasada. Para mí eran una especie de modelo, porque tenían un trabajo de verdad. Podían tocar en los clubs; no siempre, pero alguna que otra vez.

       Esa fue la primera vez que me coloqué. En el piso de David Rea, con algunos miembros del Allen Ward Trio: Craig Allen, Robin Ward. Hachís. Fue divertido. Todo un descubrimiento.

       —¿A qué te refieres?

       —Pues a eso, a lo de colocarse. Era divertido, sin más. No tenía nada de serio, ni mucho menos, ¿sabes?, je, je.

      «Mi madre pintaba al óleo, y mi padre tocaba el violín en la orquesta y cantaba con un megáfono», explicaba Bruce Palmer. Nacido el 9 de septiembre de 1946, Bruce se inició en el mundo del jazz y del R&B gracias a su hermano Stephen. «Probablemente fuera el primer tío de Toronto que se fue a vivir con una negra y la llevó a cenar a casa de sus padres», recuerda Palmer.

      Su pasión por B. B. King, Lightnin’ Hopkins y John Coltrane fue lo que incitó a Palmer a dedicarse a la música. Tocaba en una banda llamada Jack London and the Sparrows cuando vio cantar a Ricky James Matthews III —que mucho después se convertiría en Rick James, ese fenómeno megafreak del funk— en un grupo llamado los Mynah Birds. «Lo vi actuar y era una auténtica pasada», comentaba Palmer, que acabó cambiándole el puesto al bajista para entrar en el grupo. James, cuyo verdadero nombre era James Johnson, era de Buffalo (Nueva York) y se creía el nuevo Mick Jagger, algo un tanto irónico teniendo en cuenta que era negro, aunque según le dijo Palmer a Scott Young, «por lo que a nosotros respectaba, por aquel entonces era blanco».

      Los Mynah Birds —ataviados con chaquetas de cuero negras, jerséis amarillos de cuello de cisne y botines— tenían montada una película un tanto surrealista. La financiación de la banda corría a cargo de Craig Eaton, de la dinastía de los grandes almacenes Eaton’s. Según la leyenda, invirtió un dineral en la banda y les abrió una cuenta ilimitada para sus necesidades logísticas. «Íbamos a Eaton’s, cogíamos el ascensor que llevaba al despacho de John y le decíamos: “John, necesitamos unos setecientos dólares para el almuerzo. Gracias”.» Por lo visto, Eaton disfrutaba ejerciendo de empresario del rock and roll. Entraba al camerino con su gabardina y, según le contó Palmer


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