Shakey. Jimmy McDonough
hasta llegar a su época psicodélica más cañera —no creo que antes de “Eight Miles High” tuvieran ni un solo tema mínimamente dionisíaco—; pero los Springfield tenían muchísimo de dionisíacos, porque venían del rock.»
Los Byrds estaban compuestos por tres veteranos cantantes de folk reconvertidos al rollo eléctrico y una sección rítmica formada por un as de la mandolina de bluegrass con su primer bajo Fender y un batería con una trayectoria errática, cuya única experiencia previa consistía en haber tocado los bongos en Venice Beach. Cuando tocaron con los Springfield, los Byrds estaban, según recuerda su bajista, Chris Hillman: «tan “de vuelta de todo” que estábamos al borde del colapso». En el estudio los Byrds eran maravillosos, pero en directo la situación —exacerbada por las drogas y los choques de personalidades— no tenía arreglo. Una actuación de los Byrds se asemejaba más a un happening que a una experiencia musical. Todo lo contrario les sucedía a los Springfield, que triunfaban en el escenario y la pifiaban en el estudio.
«En directo, encandilábamos a la gente», comentaba Dewey Martin. Nadie había escuchado antes nada por el estilo: tres guitarras, tres cantantes/compositores y un dúo de bajo y batería increíblemente funky. «Un puñado de folkies acompañados por una sección rítmica digna de Stax-Volt», así los describe su fan John Breckow. «Los Springfield se nos comían en el escenario», explicaba Hillman. «Era duro tocar con ellos. Eran jóvenes, estaban ansiosos y tenían lo que había que tener.»
Fuimos muy buenos desde el principio. Creo que Chris Hillman nos ayudó mucho al principio. Yo también pensaba que los Byrds eran geniales. Michael Clarke… para mí era un batería buenísimo, no pensaba que fuera un mal batería. Perdía el compás alguna que otra vez, pero eso no significaba que fuera malo. Era un batería con personalidad. Recuerdo que los Byrds eran la hostia de buenos. No me molestaba que se equivocaran al tocar. Seguían siendo los Byrds, y sonaban a los Byrds. Su único problema era que a veces iban demasiado colocados. Crosby se ponía a hablar, o se quedaban como desorientados y cosas por el estilo. Pero a mí me parecía que todos sonaban genial, me encantaban. Me sentía feliz de estar allí.
La escena musical de L.A. Los Doors. Tocábamos con ellos en el Whisky continuamente. Una semana tocaban los Doors con los Springfield de teloneros, a la semana siguiente tocaban los Springfield con los Doors de teloneros; y así una semana tras otra. Tocábamos todas las noches. Venía mucha gente. Los Doors eran la hostia. Algo raritos; medio bohemios. En aquella época eran demasiado para mí; ni siquiera me daba cuenta de lo grandes que eran. No lo vi claro hasta mucho tiempo después. Love molaban. Eran bastante «marcianos». Eran lo suficientemente malos y estaban lo suficientemente jodidos como para burlarse de ellos; pero, al mismo tiempo, mira qué eran buenos. Es que eran una pasada; la verdad es que entre los músicos no se les tenía mucho respeto, pero Love era un grupo increíble. Pensándolo ahora, molaba mogollón. «Orange Skies». «I just got out my little red book…50»Vaya canciones más jodidas, ¿de qué cojones iba aquello? Son excelentes.51
Me encantaban los Beach Boys. Era colega de Mike y Dennis; Dennis y yo éramos uña y carne. Brian es un genio. ¿Has escuchado una canción que compuso Brian titulada «A Day in the Life of a Tree»? Tío, es un temazo increíble.
Los Seeds, otro de aquellos grandes grupos que era pésimo, pero no importaba, sus discos daban el pego. «Mr. Farmer»; tío, ese no está nada mal. Buffalo Springfield no eran tan «marcianos» como todos esos grupos. Con los Byrds, puede que la energía sea similar, pero la música no. Aunque sus discos sonaban mejor.
El empresario Barry Friedman se jactaba de haber alentado a los miembros del grupo para que se crearan unas personalidades bien diferenciadas sobre el escenario. «No hice más que copiar lo que hacían los Byrds, la verdad», comentaba. «Cada uno tenía su propio toque personal.»
Palmer era el motor de los Springfield. «Había mucho misticismo en torno a Bruce», afirmaba el magnate discográfico Ahmed Ertegun. «Era una especie de gurú, un gurú musical. El resto del grupo lo idolatraba.»
Palmer era un tipo callado, larguirucho, que llevaba unas psicodélicas gafas de sol y el pelo más largo del grupo; según Dewey Martin, en aquel momento parecía «una mezcla de Ichabod Crane y Alfred E. Newman». Palmer se ponía de espaldas al público, como si no le importara nadie ni nada a su alrededor, empezaba a tocar los cuatro bordones que le había puesto a un bajo desvencijado con cuerpo de violín y lanzaba unas líneas melódicas al estilo de James Jamerson y la Motown que propulsaban a la banda a la estratosfera. Según Richard Davis, que no tardaría en convertirse en la mano derecha del grupo, ir a ver a los Springfield había pasado a significar «ir a oír a Bruce».
Furay era el tipo agradable procedente del Medio Oeste considerado en un principio el solista del grupo. «Richie no se involucraba mucho en el aspecto musical», afirmaba Davis. «Le dieron una guitarra de doce cuerdas y le dijeron que acompañara a los otros rasgueando. Pero lo que sí que aportaba era presencia escénica. No creo que se pudiera decir que Stephen, Bruce o Neil tuvieran mucha presencia escénica, pero Richie sí, con aquella manera que tenía de deslizarse por el escenario de puntillas, hacia atrás, gritando.»
Stills y Young: menudo par. Ataviado con unos pantalones color crema y un sombrero de cowboy, Stills ejemplificaba al sureño rubito con ínfulas de cantante de soul, decidido a llevar a los Springfield con la mano dura propia del dueño de una plantación. Pero Neil era de armas tomar, dentro y fuera del escenario. «Neil siempre tuvo planta», comentaba David Crosby. «Stills lo forzaba demasiado. Neil iba en un plan más relajado, y todos decían: “Oooh, ¿qué será lo siguiente que haga Neil?”.»
Young llevaba una chaqueta de gamuza con flecos, una guerrera comanche y un puñado de joyas estrafalarias. Según le explicó a Robert Greenfield: «El grupo venía del Oeste, el nombre “Buffalo Springfield” lo sacamos de un tractor, así que todo encajaba. Yo era el indio». El indio de Hollywood se convertiría en el comodín de la banda. Al principio, ejercía de guitarra solista y compositor, pero le costaba hacerle entender al grupo sus idiosincráticas ideas. «Probablemente todos los demás pensáramos que sus temas eran los más flojitos», declaraba Dewey Martin. «Yo sigo sin entender muchas de sus canciones; mira que son raras.»
A Young le hacía cada vez menos gracia el papel que le habían asignado, y algunos de los presentes piensan que ya desde el principio se sentía frustrado al ver a otros interpretar sus composiciones. «No permitían que Neil cantara sus propios temas», recuerda Donna Port, una amiga del grupo. «Eso le dolía mucho.»
Yo empecé a cantar algo después, porque la verdad es que los demás cantaban muy bien. El rollo de las armonías vocales no se me daba demasiado bien… Vamos, que las armonías vocales no eran lo mío. Yo tocaba la guitarra solista, que es lo que había hecho en los Mynah Birds. Tampoco me importaba tanto que Richie cantara «Clancy». No me mosqueaba, me daba igual. Pensaba: «Bueno, al menos tocamos mi canción». Tampoco me moría de ganas por cantar todas las canciones. Podía cantar otros temas; podía componer más temas. Richie no componía tantos temas y era un buen vocalista. O sea, que tenía que haber alguien en el grupo que compusiera las canciones que Richie iba a cantar. En aquel momento todas las posibilidades tenían cabida, no había ideas preconcebidas.
Al principio, los Springfield vivíamos en el Hollywood Center Motel, en Sunset. Allí ocupábamos una casa de dos pisos. Vivíamos todos en una casita, repartidos arriba y abajo, y Bruce vivía en el armario. Nos dijo: «Yo me quedo aquí». Era un armario grande. El tío colocó allí todas sus cosas; joder, era perfecto. Barry Friedman nos pasaba un dólar al día en concepto de dietas.
Nos habría ido muchísimo mejor si nos hubiéramos quedado con Barry. Estoy convencido. Grabamos con él algunas cosas y sonaban bien. Nadie sabe dónde paran. El sonido que él conseguía era mejor. ¿Lo ves?, él tenía que haber producido a Buffalo Springfield. Barry tenía mucho más estilo que Dickie. Era la persona adecuada, debería haberlo hecho él.
El diminuto Richard «Dickie» Davis era un tipo entusiasta, lleno de energía y algo exaltado, que llevaba las luces en clubs de Sunset Strip, como el Whisky a Go Go y el Trip.