Diario en la crisis. Daniel Freidemberg
era un espectáculo según
los testigos presenciales
y él iba saludándolos, les
invitaba a comer,
cosa que todos aceptaron
y ái fue que se extendió la peste
En fin
El viejo cuervo
de la posteridad
ríe en la pieza
mal iluminada
entre los bollos de papel
que orlan los bordes del cadáver
“Ya nunca más” dice obviamente el
juguetón
La puerta se abre: no entran
admiradoras desoladas
ni el silencio de Dios
sino un poco de viento y
lo dispersa todo
como una nieve que bendice
/el barrio
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