Si mi corazón pesara menos. Idnar Ramo
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SI MI CORAZÓN
PESARA MENOS
Idnar Ramo
SI MI CORAZÓN PESARA MENOS
© 2020, Idnar Ramo
email: [email protected]
instagram: @idnarramo
©Primera edición 2020 Portable Publishing Group LLC, 30 N Gould St,
Ste R, Sheridan, WY 82801, Estados Unidos de América.
www.editorialportable.com
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ISBN: 978-1-953540-05-8
Impreso en México – Printed in Mexico
Contenido
Para Saraí, siempre
ANATOMÍA DE ALGO
The face, the limbs, the index from head to foot, and what it arouses.
Walt Whitman
I
Mirarte es perseguirte, definirte con un solo sentido.
Mi pupila es el silencio que se acumula en el aire,
floto radiante en medio de la luz que también te sigue.
Polvo invisible que revelas y sacudes, eso soy,
te miro,
tú haces remolinos.
II
Trazo tu silueta sobre un lienzo de aire,
superpuesto en tu segunda desnudez,
esa que hace un rato era un latido.
Sin copiarme de otros ojos
calco tu andar y el fuego de tu antorcha
y tus destellos de volcán, pétalos firmes al viento.
En tus axilas pinto dos pájaros, y en tus caderas
el zumbido tierno del aura voluminosa
que te decora los huesos.
Pero tus ángulos diáfanos,
a esos los escondo tras un gesto,
tras la mueca del enigma que trasciende los tiempos.
Te hago isla, cintura del goce,
fruta bordeada por mi mar animal.
Y ya, para terminarte,
mezclo mis cenizas con tus óleos salados
para plasmar tu huracán tocando tierra.
III
Ni pulsos blandos, ni luciérnagas de polvo, ni manos celestes,
nada.
Recuerdo que,
por esos años,
andábamos con los ojos desnudos,
con la mirada al borde del aire
y ahí,
trazábamos una frontera,
una raya que nos acercaba a otros abismos,
un filo para aislarnos y encontrarnos perdidos,
para llenarnos la boca de palabras,
para quedar sueltos en un ayer,
en un mundo anterior.
Ahí andábamos:
Tú y yo,
y los tres,
de paso.
Era tan íntima nuestra nada
que de pronto la arrasábamos para volverla a hacer.
Y aunque éramos de materia inútil,
siempre guardábamos algo para erguir
algo tan vacío, tan elaborado, tan frágil
que, al chocar con el tiempo,
se fragmentaba,
y entre sus milésimas,
hallábamos hendiduras habitables.
Pero nunca se hacía tarde en nuestra nada dividida
porque las horas no pasaban,
ni siquiera salían sus pedazos a abandonarse en nuestra orilla.
Volvíamos a ser tú y yo
y los tres,
de paso.
Entonces, la tarde redonda
cabeceaba ante nosotros,
y ahí,
renacíamos.
IV
El ojo no es girasol de campo
ni rosa de los vientos,
es el destello dormido
de tu relámpago quieto.
El ojo es el brillo de un lago,
¡el acantilado del estremecimiento!
el murmullo que hacen los párpados
con su liviano aleteo,
perfil de una joya que guiñe
para atormentar los secretos.
El ojo es el círculo que busco,
el lago que busco,
el brillo que busco,
es