Fundamentos de microeconomía. Marco Antonio Plaza Vidaurre

Fundamentos de microeconomía - Marco Antonio Plaza Vidaurre


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      El valor de los bienes se fundamenta en la relación de los bienes con nuestras necesidades, no en los bienes mismos. Así pues, el valor no es algo inherente a los bienes, no es una cualidad intrínseca de los mismos, ni menos aún una cosa autónoma. (p. 108)

      En estas citas podemos ver cómo la apreciación de una persona respecto al placer que le brinda el consumo de un bien es el meollo de la valorización, que en términos concretos, se convierte en un valor monetario o precio. Como bien dice el autor, es el carácter económico lo que diferencia la valorización de los bienes, y esta, indudablemente, es subjetiva, en el sentido que cada individuo percibe de manera diferente. En síntesis, el valor económico de las cosas no una cualidad intrínseca de estas.

      En cuanto la utilidad, la define de la siguiente forma: “Utilidad es la capacidad que tiene una cosa de servir para satisfacer las necesidades humanas…” (p. 107).

      Menger utiliza un modelo numérico para explicar el principio de la utilidad marginal y la teoría del intercambio. A continuación, tenemos una tabla de valoraciones de una serie de bienes denominados con números romanos del I al X, y cada uno tiene un diferente grado de utilidad marginal que se hace menor. Siguiendo el ejemplo de Menger, el primer bien es el más necesario de toda la estructura de consumo de la persona; sea este el agua. Analicemos cómo el individuo puede ir cambiando de un bien a otro.

      Tabla 2

       Las preferencias de un consumidor

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      Fuente: Menger (1996)

      Supongamos que el agua se consume en vasos al día, y el primer vaso le da una satisfacción de 10; el segundo, 9 y así sucesivamente. Pero el tercer vaso, que le produce una utilidad marginal de 8, lo puede cambiar por el bien III que es carne de res; dividimos este bien en 50 gramos por consumo. La tercera ración de carne le daría una utilidad marginal de 6 y de ahí pasaría al bien IV que podrían ser frutas. Al consumir la cuarta fruta, que le da una utilidad marginal de 4, pasa al bien VI que es el cigarrillo; y así puede seguir estableciendo una serie de prioridades sobre la base de la utilidad marginal que le da al individuo el consumo de diferentes bienes.

      En síntesis, al aumentar el consumo de un producto, la persona evalúa la utilidad marginal y la compara con la que le daría otro bien que sigue en la lista de prioridades. También, se observa que mientras más se tiene de un bien, la valoración marginal es menor. Finalmente, en la tabla se puede observar que la utilidad marginal disminuye en dos dimensiones, horizontal y vertical. En la primera está la prioridad de los bienes para el consumidor, y en la segunda, la valoración marginal a medida que se poseen una mayor cantidad de bienes, vale decir, la utilidad marginal que se perdería si el consumidor se deshace de este bien.

      La paradoja del agua y los diamantes es tan antigua como la ciencia económica. La solución responde a la pregunta que se formularon los economistas clásicos: ¿por qué damos más valor y estamos dispuestos a pagar más por un bien que no es necesario para la vida y, sin embargo, pagamos mucho menos por un bien que necesitamos para vivir? Esta paradoja se relaciona con la de los diamantes, o el oro y el agua, que los clásicos trataron de explicar durante muchos años. Los clásicos diferenciaban el valor de uso y el valor de cambio sin considerar la marginalidad decreciente en la utilidad, pues no contaban con la teoría de la utilidad marginal; valoraban las cosas en función del esfuerzo laboral, y se inspiraban en la teoría del valor trabajo desarrollada por Adam Smith (1997):

      El precio real de cualquier cosa, lo que realmente le cuesta al hombre que quiere adquirirla, son las penas y fatigas que su adquisición supone. Lo que realmente vale para el que ya la ha adquirido y desea disponer de ella, o cambiarla por otros bienes, son las penas y fatigas que lo librarán, y que podrá imponer a otros individuos […]. El trabajo fue, pues, el precio primitivo, la moneda originaria que sirvió para pagar y comprar todas las cosas. (p. 31)

      En esta línea continuaron los economistas clásicos David Ricardo (1985) y John Stuart Mill (1996), entre otros, cuyas teorías del valor nos explican que el precio de un bien es formado sobre la base del costo de producción.

      Menger (1996), Jevons (1998) y Walras (1987) invirtieron la valoración de las cosas, planteando en sus escritos la innovadora teoría de la utilidad marginal, lo cual originó una revolución en la ciencia económica, que, en términos generales, consiste en dos aspectos: los costos no influyen en el precio de un bien, sino que este es definido por los consumidores con base en la utilidad marginal, y la valoración de los insumos depende del valor del bien final. Tomemos como ejemplo una mesa fabricada con caoba, que, como se sabe, es una madera muy resistente al paso del tiempo, por no decir, eterna. A continuación, definimos algunos atributos de una mesa de caoba: primero, la duración de la mesa e imposibilidad de deterioro; segundo, la distinción que nos da entre nuestros conocidos poseer una mesa de caoba por su elevado precio; tercero, este tipo de mesas son vendidas en tiendas de reconocido prestigio. Y el ebanista que hace la mesa ¿qué piensa de la caoba? Este sabe que en el mercado se paga un buen precio por esta mesa y estará dispuesto a pagar por la madera. ¿Y el vendedor de la caoba? Percibe que la mesa es valorada en el mercado, por tanto, ofrece este insumo a un mayor precio. El ebanista estará dispuesto a pagar un buen precio por la caoba siempre y cuando al vender la mesa obtenga una rentabilidad. Por tanto, la valorización de la caoba depende de la valorización de la mesa. El precio de la caoba no influye en el precio de la mesa, sino al revés: el precio de la mesa es la que predomina en el precio de la caoba. En resumen, la mesa de caoba no es cara por el precio de esta madera, sino que la caoba es cara porque el bien final es valorado por las personas que conocen de los atributos de los muebles fabricados con esta madera.

      Retornando a la paradoja, Menger señala lo siguiente:

      Si nos preguntamos, por ejemplo, a qué se debe que una libra de agua potable no tenga para nosotros, en circunstancias normales, apenas ningún valor, mientras que de ordinario, concedemos un valor elevado a la más pequeña parte de una libra de oro o diamantes, obtendremos la respuesta a partir de la siguiente reflexión: Los diamantes y el oro son tan escasos que la totalidad de las cantidades de los primeros en poder de los hombres pueden guardarse en una caja […]. En cambio, el agua potable abunda tanto que apenas cabe imaginar un depósito lo suficientemente grande para almacenarla en su totalidad. (p. 125)

      Sin embargo, Menger explica que si el agua se vuelve muy escasa, a tal extremo de que peligra la vida de las personas, adquiere un gran valor, a diferencia del oro que en términos relativos se volvería muy barato respecto al agua. Por ejemplo, si una persona no tiene agua, pero posee una gran cantidad de joyas, la utilidad marginal del agua aumenta mucho y, en términos relativos, se hace mayor que la utilidad marginal de las joyas lo que significa que la percepción de las personas es que hay abundancia de joyas, pero escasez de agua y la vida está en peligro. En consecuencia, será capaz de entregar todas sus joyas por agua. Pero si la situación vuelve a la normalidad, los productores de agua potable, al haber mucho de este producto, tendrán que venderlo a su precio original y vuelve a ser muy barato. Por ejemplo, si la persona usa el agua para subsistir, la valorará más que si la usa para llenar la piscina de su casa. Sobre esa base, la cantidad que se tiene de un bien y el orden de prioridad en la satisfacción de las necesidades, las personas valoran los bienes según el uso menos importante que les dé. Esta paradoja sigue vigente en todo tipo de bienes, pues constantemente valoramos los bienes que consumimos en función de la cantidad que tenemos y en qué medida satisfacen nuestras necesidades.

      El intercambio directo al que nos referimos en el acápite anterior es el trueque y es el fundamento para comprender el intercambio indirecto donde se utiliza el dinero, que investigaremos en el siguiente capítulo. Sin embargo, es importante resaltar que la explicación del intercambio directo o el trueque tiene un objetivo didáctico, que es exponer los principios fundamentales de todo intercambio entre individuos donde la valoración marginal es pieza clave.

      Menger explica que para que se dé normalmente y sin coerciones un libre intercambio entre


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