Los cuerpos partidos. Álex Chico
a partes iguales.
Desde fuera, a las trabajadoras españolas se las juzga como mujeres religiosas, trabajadoras pero mal organizadas, testarudas, caprichosas, arbitrarias, honradas, sentimentales, escandalosas, con reacciones incomprensibles propias de su origen árabe. Ese es el resumen que hacen de ellas en un programa de radio. Puede que la locutora francesa tuviera razón y no fueran más que eso. O puede que se trate de un simple tópico. Ese molde era demasiado estrecho, pero estoy seguro de que así es como las percibían muchos europeos del norte. Los prejuicios emplean un componente real y después lo magnifican, lo extienden a toda una población, aunque solo se hayan bastado de unos pocos trazos.
Esa es la forma que tenemos para entender lo que se nos escapa, porque nos resulta más sencillo reducir el conflicto para tratar de comprenderlo. Dejamos los matices y los puntos intermedios en un segundo plano. El mundo en el que vivimos se ciñe a unas pocas coordenadas y todo lo que no tiene una explicación inapelable lo clausuramos con llave. Deja de existir. Desaparece entre palabras gastadas.
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