Del sacrificio a la derrota. Nicolás Buckley
Reinares Nestares, Patriotas de la muerte: Por qué han militado en ETA y cuándo abandonan, Madrid, Taurus, 2011.
[5] Véase I. Moreno Bibiloni, Gestos frente al miedo. Manifestaciones contra el terrorismo en el País Vasco (1975-2013), Madrid, Tecnos, 2019.
AGRADECIMIENTOS
Las primeras dos personas a las que quiero agradecer este libro son mis tíos Patrick e Ilona. Ellos me acogieron en su casa en Londres cuando empezaba la investigación, y gracias a ellos logré terminar mi tesis doctoral que es el origen de este libro. Claire Monarí fue una de las personas que me acompañó en los comienzos de la investigación y me ayudó a creer que podía realizar un doctorado en la Universidad de Londres. Helen Graham, mi directora de tesis, confió en mí en momentos en los que casi nadie lo hubiera hecho. Me gustaría agradecer a Susana, Usoa, María y Vanesa por terminar conmigo muchas tardes, después de pasar largas horas en la biblioteca, en el King George.
Después de mi estancia en Londres estuve un periodo de dos años yendo a la Biblioteca Nacional de España (BNE) donde mi padre, Ramón, fue frecuentemente mi compañero de mesa. Durante ese periodo los dos escribíamos sobre historias de vida y ambos tratábamos de vivir las nuestras intensamente. Fue en la BNE donde conocí a Kathryn Renton, que vivió conmigo los años más difíciles de mi tesis doctoral. Ella me enseñó que no se puede trabajar en el mundo de las ideas sin tratar de ser buena persona. Durante mi estancia en Madrid, Jorge Marco me dejó entrar en sus clases y fui testigo de que se puede ser historiador y a la vez tener un buen sentido del humor. Mis hermanas, Patricia y Violeta, me animaron durante los momentos emocionalmente más sensibles y me frenaron los pies cuando mi ego estaba demasiado alto. En Collado Mediano, un pequeño pueblo situado en la sierra de Madrid donde he vivido la mayor parte de mi vida, mis amigos Paco, Alber, Borjita y Oussama nunca dejaron de recordarme cuáles eran mis orígenes. De ese mismo pueblo es mi madre, Paloma, la persona a la que más quiero en este mundo. Y no quiero olvidarme de mis camaradas, Meju, Augusto, Pablo, Chiwi, Juan y Carola quienes, en el barrio madrileño de Lavapiés, tuvieron conmigo tantas charlas sobre capitalismo y revolución.
Durante mis años en Madrid tuve la oportunidad, gracias a la Universidad de Londres, de hacer dos viajes al País Vasco para realizar el trabajo de campo. Enrique, un primo mío muy orgulloso de ser español, me dejó hospedarme en su casa del pueblo vasco de Alsasua[1] donde la Izquierda Abertzale era política y socialmente hegemónica. Gracias a él y a su esposa Yesenia, tuve la oportunidad de visitar diariamente el Convento de los Benedictinos en Lazcano, donde el padre Aguirre y su asistente Miren me permitieron sumergirme en las fuentes primarias de ETA. En Lazcano conocí a Anitz y Peiro, ambos con condenas de varios años en prisión por colaborar con ETA, y ambos acabaron siendo protagonistas de este libro. Desde Lazcano, di el salto a Plencia y Bilbao, donde Jaime y Manu me abrieron las puertas de su casa sin apenas conocerme. En Bilbao, Carmen me introdujo a Fernando Etxegarai, antiguo militante de ETA y también protagonista de este libro. Gracias a Fernando, conocí a Kitxu, Sertucha, Píriz y Amantes, todos ellos importantes dentro de mi investigación. Durante el tiempo que no hacía entrevistas, Asier y Javi me dejaron ser parte de su cuadrilla, a pesar de mi mala costumbre de provocar constantemente y sacar temas conflictivos durante las conversaciones.
Desde España, con el apoyo moral de Juanra y Yolanda, llegué a Ecuador donde la Universidad Metropolitana me dio la oportunidad de empezar una vida en América Latina. Gracias a Fran, Carola, Aitor, Juan, Ame, Alan, Joel, Juampi, Clarisa y a todas las personas que durante este tiempo me han acompañado en un lugar tan lejos de casa. Allí, con Melanie Alemán, comprendí que una vida más allá de la tesis doctoral, la historia y la academia, realmente era posible.
No menos importante que los lugares en los que he estado durante estos años es la gente que ha ayudado a un español como yo, a escribir una tesis doctoral en inglés. Gracias a Garry, Nicolai, Carl, Scarlett, Helena, Ethan, Thom, Alix, Lindsay, Julia, Natalia, Kristie, Melinda y seguramente me dejo en el tintero a un montón de gente que tendría que formar parte de esta lista y que se me ha olvidado mencionar.
Finalmente, este libro está especialmente dedicado a todas las personas que, de una manera u otra, han vivido el conflicto vasco.
[1] Debido a que la tesis doctoral fue elaborada en inglés para la Universidad de Londres, me vi en la obligación de usar el nombre en castellano de pueblos y ciudades.
I. INTRODUCCIÓN
«Muchas publicaciones sobre ETA buscan deliberadamente “explicar” el fenómeno del nacionalismo vasco radical y el uso de la violencia política con el objetivo de encontrar una “solución” al conflicto.»
C. Hamilton, The Gender Politics of ETA and Radical Basque Nationalism. 1959-1982
EL FINAL DEL CONFLICTO ARMADO VASCO
El nacimiento del grupo vasco insurgente ETA en 1959 coincidió con el inicio del segundo periodo de industrialización que modernizó la sociedad española en la década de los sesenta. Pocos años después, a mediados de los sesenta, ETA solo concebía la independencia de Euskadi a través de la lucha de los trabajadores, visión que no era exclusiva de la organización. En 1968, cuando ETA asesinó a su primera víctima, Melitón Manzanas, jefe de la brigada político-social de la provincia vasca de Guipúzcoa (y antiguo colaborador de la Gestapo), muchos vascos empatizaron con la necesidad de usar la lucha armada contra el régimen de Franco. En 1973, cuando ETA asesinó al almirante Carrero Blanco, quien por entonces había sido nombrado presidente del gobierno por Franco, esa simpatía que ya había alcanzado a gran parte de la comunidad nacionalista vasca se extendió a la mayor parte de los españoles que se oponían a la dictadura. Sin embargo, en 2011, cuando ETA declaró el alto el fuego, la organización se encontraba muy aislada dentro de la sociedad vasca. En este sentido, mi intención con este libro es entender el conflicto vasco no como un enfrentamiento aislado entre ETA y las fuerzas de seguridad, sino como parte de la historia contemporánea de España.
¿Cómo cambió la historiografía sobre ETA –el principal y más controvertido actor político del conflicto vasco, debido a su naturaleza insurgente contra el Estado– después de su definitivo alto el fuego? El final del conflicto armado debería haber favorecido la proliferación de estudios sobre la organización y su historia con una mirada más amplia que aquellos de décadas anteriores que se focalizaron principalmente en temas de seguridad debido a la amenaza que ETA suponía para la ciudadanía[1]. Paradójicamente, en la mayor parte de las veces, este no ha sido el caso. Aunque los estudios en seguridad han trasladado el foco de ETA al terrorismo islámico, los nuevos análisis sobre la organización no han optado por una perspectiva diferente a la de la dialéctica clásica de los estudios de terrorismo que consiste en tratar el tema desde un binomio basado en la interacción entre un grupo terrorista y un Estado democrático.
Siguiendo esta línea de análisis, Luis Miguel Sordo, en su reciente trabajo sobre las negociaciones entre ETA y los diferentes gobiernos españoles, analiza la de ETA como una historia de amenazas, extorsiones, secuestros y asesinatos. En sus conclusiones, Sordo asegura que las estrategias implementadas por los diferentes gobiernos españoles fueron exitosas ya que ETA nunca logró su objetivo, la independencia del País Vasco[2]. Sordo, de hecho, parece empeñado en demostrar algo que ya se ha repetido antes: que la historia de ETA se puede resumir como la de una organización en decadencia que, al final de su existencia, ni siquiera recibió el apoyo de su base social, la «comunidad radical vasca» o Izquierda Abertzale[3].
¿Es posible analizar el recorrido histórico de ETA, desde sus comienzos hasta el algo el fuego definitivo, sin intentar retratarla simplemente a través de sus acciones armadas y, por ende, haciendo un «ajuste de cuentas» histórico? Antropólogos vascos como Joseba Zulaika y Begoña Aretxaga han