Puro placer - No solo por el bebé. Оливия Гейтс
querido obligar a Maksim a cumplir con su responsabilidad. Y, conociendo a Maksim, aquello habría provocado una guerra.
De todas maneras, Caliope no había querido que Maksim la considerara una responsabilidad, ni quería que Aristides luchara sus batallas. Ella le había dicho a su amante que no le debía nada. Y lo había dicho en serio. En cuanto a Aristides y su familia, era una mujer independiente y no necesitaba su bendición ni su aprobación. No había querido que nadie le dijera cómo tenía que vivir su vida, ni que juzgaran el acuerdo al que había llegado con Maksim.
Luego, cuando Maksim había desaparecido, solo les había dicho que el padre de Leo no había sido importante para ella.
En ese momento, Kassandra estaba hablando de otro hombre que había tenido un comportamiento similar, el padre de Cali.
En su opinión, la única cosa buena que había hecho había sido dejar a su madre y a sus hermanos antes de que Cali hubiera nacido. Sus otros hermanos, sobre todo, Aristides y Andreas, nunca habían superado la negligente y explotadora manera en que su padre los había tratado. Al menos, ella no había tenido que convivir con él.
–No. Se fue un día y nunca más lo vimos –contestó Cali al fin, con un suspiro–. No tenemos ni idea de si sigue vivo. Aunque, si hubiera estado vivo cuando Aristides comenzó a hacerse rico, habría vuelto.
A su amiga se le quedó la boca abierta,
–¿Crees que habría vuelto a pedirle dinero al hijo que había abandonado?
–No puedes imaginarte que exista un padre tan vil, ¿verdad?
Kassandra se encogió de hombros.
–Supongo que no. Mi padre y mis tíos son demasiado sobreprotectores conmigo.
Cali sonrió, pues sabía que era cierto.
–Según Selene, les das motivos más que suficientes para querer protegerte.
–¿Selene te ha hablado de ellos? –quiso saber la bella Kassandra, riendo.
Selene, la esposa de Aristides y la mejor amiga de Kassandra, le había hablado de ella antes de presentarlas, asegurándole a Cali que iban a llevarse muy bien. Y así era, por suerte para Cali, que necesitaba tener una amiga con quien hablar, alguien de su edad, temperamento e intereses.
En los últimos dos meses, habían quedado en varias ocasiones, cada vez conociéndose mejor. Sin embargo, aquella era la primera vez que Kassandra le hacía una pregunta tan personal sobre su familia.
–Selene solo me ha contado lo básico –afirmó Cali, deseando dejar de hablar de su propia vida–. Me dijo que dejaba los detalles divertidos para que tú me los contaras.
Kassandra se recostó en el sofá, con su precioso cabello rubio y sus grandes ojos verdes brillando con alegría.
–Sí, creo que alguna vez he puesto en jaque sus estrictos valores morales, sus expectativas conservadoras y sus esperanzas para mí. He perdido una oportunidad detrás de otra de adquirir un patrocinador rico y socialmente exitoso con quien procrear y darle a mi familia descendientes, a ser posible masculinos, que continúen el camino emprendido por mis implacables y triunfadores hermanos y primos.
El humor satírico de Kassandra hizo reír a Cali por primera vez en mucho tiempo.
–Debieron de sufrir ataques al corazón colectivos cuando te fuiste de casa a los dieciocho, aceptaste trabajos de salario mínimo y, para colmo, te convertiste en modelo.
Kassandra sonrió.
–Atribuyen mi escandaloso comportamiento a anormalidades en mi nivel de azúcar en sangre. Ni siquiera hoy han aceptado mi forma de ser, a pesar de que tengo treinta años, he dejado atrás mis días como modelo de lencería y he llegado a ser una diseñadora famosa.
Kassandra era una mujer muy hermosa y, después de haber triunfado en la pasarela, solo hacía pases de modelos para causas benéficas. En la actualidad, también se había labrado un nombre como diseñadora de moda, en parte, gracias a las campañas publicitarias que Cali había creado para ella.
–Siguen preocupándose por los incontables peligros que creen que corro y porque me creen a merced de pervertidos y depredadores del mundo de la moda. Además, cada vez sufren más porque sigo soltera, incluso no dejan de advertirme que perderé mi belleza y mi fertilidad. Para una familia griega convencional, treinta años es el equivalente a cincuenta en otras culturas.
Cali hizo una mueca burlona.
–La próxima vez que se metan contigo, ponme a mí como ejemplo. Te darán las gracias por no haberles hecho caer en vergüenza con un hijo nacido fuera del matrimonio.
–Quizá debería seguir tu ejemplo –repuso Kassandra con un brillo travieso en los ojos–. No creo que exista ningún hombre en el mundo capaz de hacer que crea en el matrimonio, ni por amor ni para perpetuar el apellido Stavros. Por otra parte, Selene y tú, con vuestros bebés, estáis despertando mi instinto maternal.
A Cali se le encogió el corazón. Cada vez que Kassandra la comparaba con Selene, ella recordaba la cruel diferencia que había entre ellas. Selene tenía dos hijos con el hombre que amaba. Y ella tenía a Leo… sola.
–Ser madre soltera no es algo que pueda tomarse a la ligera –comentó Cali.
–Tú lo haces muy bien –opinó Kassandra, mirándola con compasión–. Recuerdo que Selene lo pasó fatal antes de que Aristides volviera. Para ella fue una carga demasiado pesada ser madre sola. Antes de conocer su experiencia, creí que los padres eran algo secundario, al menos, en los primeros años de vida de un bebé. Sin embargo, cuando vi cómo cambiaron Selene y Alex al tener a Aristides… –señaló y soltó una carcajada–. Aunque él no sirve de ejemplo. Las dos sabemos que solo hay uno como él en el mundo.
De la misma manera, Cali había creído que Maksim había sido único…
Sin embargo, Aristides se había comportado en el pasado como si hubiera sido igual de inhumano. Pero las apariencias engañaban.
Cali volvió a suspirar.
–No sabes lo que me impresiona muchas veces lo buen marido y padre que es Aristides. Antes creíamos que era tan impasible como nuestro padre.
Había sido en una ocasión en particular, en la noche en que su hermano Leonidas había muerto, cuando Cali había estado convencida de que Aristides no había tenido corazón, igual que su padre.
Mientras sus hermanas y ella se habían unido para llorar la terrible pérdida, Aristides se había hecho cargo de la situación con perfecto desapego. Había lidiado con la policía y con la funeraria, pero a ellas no les había ofrecido ningún consuelo, ni siquiera se había quedado después del entierro.
Aun así, se había portado mejor que Andreas, que ni siquiera había regresado para el funeral.
Pero la realidad había sido muy diferente. Su hermano había sido tan sensible que se había encerrado en sí mismo, negándose a mostrar sus emociones. En vez de eso, les había expresado su amor ocupándose de todo. Cuando Selene se había enamorado de él, sin embargo, lo había hecho cambiar por completo. Seguía siendo un hombre implacable en los negocios, pero en sus relaciones personales era mucho más abierto y cariñoso.
–¿Tan malo era tu padre? –quiso saber Kassandra.
Cali tomó un trago de té. Odiaba hablar de su padre.
–Su ausencia total de ética y su despreocupación por todo eran legendarias –contestó Cali al fin, incómoda–. Dejó embarazada a mi madre de Aristides cuando ella solo tenía diecisiete años. Él era cuatro años mayor y no tenía trabajo. Se casó con ella porque su padre lo amenazó con desheredarlo si no lo hacía. La utilizó a ella y a sus hijos para exprimir un poco más a su padre. Sin embargo, el dinero que le daba mi abuelo se lo gastaba solo en sí mismo. Después de que muriera el viejo, mi padre se quedó con la herencia y desapareció.
»Volvió cuando se la hubo gastado,