El elegido. Victor Hugo Rivera Jasso

El elegido - Victor Hugo Rivera Jasso


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árboles y plantas... admirar todas las especies de aves que él me describe, sentir el pasto debajo de mis pies...”

      Regresó a casa después de unas horas y en la barda frente a su hogar encontró a su padre sentado, quien le preguntó:

      —¿Sigues enojado y triste?

      —No estoy enojado —respondió Tristán, sentándose junto a él.

      Su padre le habló con la paciencia que le caracterizaba:

      A medida que entiendas lo que sucedió en el pasado será más fácil para ti acoplarte a la realidad —Tristán tenía la mirada perdida en la distancia—. Las personas que acabaron con nuestro planeta fueron vencidas por la codicia. Aunque también debes saber que las grandes empresas no son las únicas culpables.

      —¿A qué te refieres?

      —A que cada persona que habitó en ese tiempo pudo haber ayudado a prolongar la vida de nuestro planeta.

      —¿Cómo? —preguntó Tristán extrañado.

      —Hubieran podido ayudar depositando en el lugar correspondiente los desechos que consumían. En cambio, al descuidar sus deberes, contribuyeron a contaminar el planeta.

      Tristán abrió los ojos sin poder creer lo que escuchaba. Su padre continuó.

      —Mucha gente no cumplió con el deber que tenían en sus hogares y en lugares públicos como parques, playas o cualquier otro sitio que visitaran. Creyeron que no importaba, creyeron que al no cumplir con sus obligaciones no contribuían a la contaminación y destrucción del planeta, o tal vez no pensaron en los demás solo por egoísmo.

      Tristán se entristeció aún más. Su padre continuó a pesar de ver el dolor que sus palabras causaban a su hijo:

      —Desafortunadamente, la gente pensó que no era importante hacer algo cada uno de ellos en forma individual. Siempre se quejaron de lo que le estaba sucediendo al planeta, se quejaron del daño que las grandes empresas le ocasionaban al contaminarlo pero —dentro de su egoísmo, ignorancia y falta de conciencia— nunca pensaron seriamente en el daño que ellos mismos le ocasionaban. Siempre fue más fácil para ellos culpar a las grandes empresas, pero lo cierto es que cada persona hubiese podido contribuir a no contaminar, o a hacerlo lo mínimo posible cambiando hábitos, siendo menos consumistas, ayudando y participando en oenegés, exigiendo a los políticos que fomenten las energías renovables, la economía circular, los alimentos libres de agrotóxicos, la agricultura urbana, el comercio justo y sobre todo educando a sus hijos para que se transformen en ciudadanos empoderados y conscientes de que el cambio climático era el peor problema que enfrentaba la humanidad y no supieron detener a tiempo por la extrema desidia, egoísmo y falta de amor sobre todo de las personas poderosas del mundo que tomaron decisiones devastadoras para la humanidad y para todos los demás seres vivos y el planeta Tierra en su conjunto a cambio del vil dinero que luego de nada les serviría.

      Tristán quedó absolutamente desolado. Cerró sus pequeños ojos y preguntó:

      Papi, ¿acaso todo ha sido destruido? ¿No existe ningún lugar parecido al que disfrutaban ustedes en el pasado?

      Su padre descendió de la barda y se paró frente a Tristán. Se lo escuchó dubitativo al decirle:

      Se cree que existe un lugar, aunque…

      ¿Cuál es ese lugar? ¿Dónde está? ¿Cómo lo encuentro? —interrumpió Tristán ansioso y emocionado al mismo tiempo.

      —Encontrar ese lugar por tu cuenta es imposible, como también es imposible asegurar que existe.

      —No entiendo. ¿Hablan de ese lugar sin saber si de verdad existe? —respondió Tristán confundido.

      Durante generaciones, niños de todo el mundo han desaparecido sin dejar rastro. Siempre tienen la misma edad, esa es la razón por la cual existe el rumor que es a ese lugar al que se van. Se dice también que para lograr entrar tienes que recibir una señal explicó su padre.

      —¿Una señal? ¿Qué clase de señal?

      —Ese es uno de los problemas más grandes… ¡nadie lo sabe! Se dice que solo la persona que recibe la señal lo sabrá —posó su mano sobre el hombro de Tristán—. Se dice que solo son elegidos un niño o una niña de cada ciudad del mundo, y eso sucede en cada generación. Como es de suponer, las personas de mi generación ya fueron designadas.

      ¿Quieres decir que tal vez alguien de mi generación recibirá la señal? —preguntó Tristán visiblemente emocionado.

      —Sí.

      —¡Papi, tal vez existe un lugar como el que tu abuelo describía! —exclamó Tristán.

      El padre puso énfasis en sus palabras al decirle:

      —Al ser los elegidos quienes reciben la señal, se dice que deben seguir sus instintos, su corazón. Deben seguirlos por más difícil que parezca si es que quieren tener acceso al lugar Tristán escuchaba con los ojos muy abiertos. También se dice que si logras entrar debes ser muy precavido porque te pondrán a prueba. Tienes que ser muy inteligente y no dejarte llevar por el egoísmo o los sentimientos. Se dice que la prueba es muy dura.

      Tristán se quedó en silencio por un momento antes de preguntarle:

      —¿Por qué no me dijiste antes acerca de este lugar?

      —Porque tal vez esa leyenda es solamente algo en lo que queremos creer para tener una ilusión por la cual vivir —contestó su padre tomándolo de la mano. Tristán quiso interrumpirlo, pero su padre no se lo permitió. Tenía que esperar a que tu curiosidad para saber los motivos por los cuales la humanidad destruyó el planeta fuera más fuerte, a que fueras más grande, porque si te lo hubiese dicho cuando eras pequeñito habría sido injusto para ti.

      —¿Cómo lo sabes? —le preguntó Tristán.

      —No lo sé, pero así lo creí. Supuse que no hubieras disfrutado de lo poco que has disfrutado hasta el día de hoy dentro de las limitaciones que este planeta te impone. Supuse que hubieras crecido pensando en ese lugar.

      Tristán decidió irse a su cuarto y su padre supo que era mejor dejarlo ir. El niño tuvo problemas para dormir esa noche. No podía dejar de pensar en la posibilidad de que ese lugar realmente existiera. Ayudado por la luz de la luna observó su cuarto. En una de las paredes había algunas fotos. Una de un delfín y otra de un halcón, sus animales favoritos. También había un retrato de su bisabuelo. Tristán cerró los ojos para imaginarlo. Vio a un hombre de cabello negro y lacio que vestía una camisa completamente azul con botones. Sus ojos color café parecían brillar y transmitir serenidad. A través de la fotografía dejaba traslucir que había sido un hombre feliz, y Tristán lo imaginó parado frente a un hermoso lago.

      A la mañana siguiente Tristán fue a su lugar favorito. Quería imaginar que estaba en el lugar que su padre le dijo que tal vez existía. Al sentarse en “el árbol” se dio cuenta que no había visto el anuncio que leyó el día anterior. Se puso de pie e intentó verlo, pero no pudo.

      Un par de horas después decidió regresar a su casa. Montado en su bicicleta vio que el anuncio estaba en el mismo lugar en el que lo había visto antes. Giró en dirección al árbol intentando verlo, y se sorprendió al divisarlo con claridad. Se confundió, pero siguió su camino.

      Ya al hallarse cerca de su casa vio gente que entraba y salía y aceleró el paso para saber qué sucedía. Entró corriendo a su hogar y descubrió a su padre tirado en el piso de su cuarto.

      —¡Papi! —gritó con desesperación, corriendo hacia él.

      —No te preocupes, no tengo nada. Solo es una pequeña herida —lo tranquilizó su padre.

      Justo en ese momento llegó el médico y le pidió a un par de personas que postraran al padre de Tristán en la cama, y le solicitó a Tristán que esperase fuera del cuarto.

      Tristán


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