En Estado sólido. Rodrigo Henríquez Vásquez
de estas políticas en la experiencia y en las demandas sociales dará legitimidad social a lo que en este estudio denominaré Estado sólido, es decir, la creación, instalación y consolidación de las políticas de protección social y de consumo masivo y su recepción en los sectores populares. A partir de 1932, dicho segmento de la sociedad se incorporó al Parlamento, votando mayoritariamente por radicales, socialistas, demócratas e ibañistas hasta 1948. Esto coincidió con la ampliación sustantiva del Estado en las relaciones económicas de la sociedad.2
La consolidación estatal tuvo desde 1925 tres focos diferenciables: a) por una parte la ampliación del “Estado Social” a través de la regulación del trabajo y de la seguridad social, b) la intervención de la economía a través de controles de precios y c) el fomento de la industrialización bajo un modelo de “desarrollo hacia adentro”. Considerando sus particularidades, estos focos tienen como sustrato común la modificación de las relaciones entre el Estado, la sociedad y el mercado.3 No sólo por el cambio del modelo de acumulación del laissez-faire (totalmente deslegitimado luego de la crisis económica generada en 1929) a un modelo desarrollista y estatista a partir de la década de 1930, sino por la readecuación de los actores pertenecientes al Estado (funcionarios públicos, intelectuales y partidos políticos) con los representantes del mercado (gremios industriales, comerciales y agrícolas, empresas extranjeras y pequeño y mediano comercio) y la sociedad (movimientos sociales, beneficiados por las políticas de seguridad social y de consumo). La incorporación de los partidos marxistas (comunistas y socialistas) al Parlamento en 1932 y al Gobierno en 1938 permitió la gestación institucional del Frente Popular y el traslado del problema social al sistema político. Este argumento, presente en numerosos análisis del período, supone que la coalición del Frente Popular sobrevivió gracias a las maniobras y adecuaciones entre los partidos que lo formaron.4 Reconociendo el papel que tuvo la institucionalización de los partidos marxistas y su participación en los Gobiernos radicales, el factor que permitió la coexistencia y permanencia del Frente Popular hasta 1948 no fue generado sólo al interior del sistema político de forma autónoma (fundamentalmente partidos políticos) sino que se desarrolló junto al resto de la esfera social. A lo largo de esta investigación, se intentará demostrar otros factores que sirvieron de input al sistema político que dio lugar al Frente Popular en Chile. Un elemento importante fue la resignificación en clave local del escenario internacional, que proporcionó el lenguaje y los significados ideológicos del frentepopulismo. Sin embargo, de las experiencias frentepopulistas de Francia y España no se sacó mucho en limpio, a raíz del derrumbe de ambos en 1938 y 1936, respectivamente.
El estatismo y las demandas sociales y políticas presentes desde 1925 e intensificadas a partir de 1932 son dos factores que, junto a la institucionalización de los partidos marxistas, complementan el análisis centrado en el sistema político. Los partidos incorporaron las demandas sociales elaboradas en torno a la expansión del Estado, cuestión que permitió mantener durante catorce difíciles años, guerra mundial mediante, lo que aquí denominamos frentepopulismo. Sin esta variable no se podría explicar el conjunto de contradicciones políticas que tuvo el frentepopulismo chileno. Los reformadores sociales de este período se apoyaron en el refuerzo mutuo entre el “pueblo” consumidor y el Gobierno que permitió regular los mercados gracias a instituciones para controlar precios y dar protección social. El auge de lo que Meg Jacobs denomina “auge de la ciudadanía económica”, dependió tanto de las políticas sociales y estatistas llevadas a cabo por las elites políticas como de los movimientos sociales que demandaron protección estatal.5
El reordenamiento de las relaciones entre el Estado y la economía fue una de las consecuencias inmediatas de la llegada al poder del Frente Popular en Chile. Este reordenamiento estuvo caracterizado por diferentes grados de autonomía del Estado sobre la economía en ámbitos como el desarrollo del Estado Social y la intervención en los precios y menos en el ámbito del fomento industrial. El formato político que tuvo este reordenamiento fue a través del frentepopulismo que accedió al Estado en 1938 con partidos marxistas y sindicatos. Tanto en la formación del Frente Popular como en su desarrollo hasta 1948, se aprecia nítidamente la presencia de un rasgo que permitió su prolongación por casi diez años, a diferencia de otras experiencias europeas mucho más breves como Francia y España. A lo largo de este estudio se utilizará el concepto frentepopulismo para caracterizar la forma y el contenido de la politización tanto de actores sociales como de sus demandas sociales orientadas desde y hacia el Estado. La estructuración del Frente Popular no se constituyó sólo en la esfera del sistema de partidos sino que tuvo una orientación no menos problemática para los protagonistas que llegaron al poder en 1938, por las tensiones por satisfacer las demandas de los partidarios del Frente Popular y la de los grupos de presión industrial, comercial y agrícola.
Populismo y ampliación estatal
La porosidad conceptual de los conceptos “pueblo” y “popular” se ha transferido a los conceptos tributarios de estos como “populismo” en su generalidad y “populismo latinoamericano” como expresión regional de un concepto global.6 La obra más influyente de la década de 1970 fue Populism. Its Meaning and National Characteristics de Ghita Ionescu y Ernest Gellner. Bajo una óptica funcionalista caracterizó al populismo como un conjunto de discursos, liderazgos y formas de hacer “lo político” bajo el paraguas común de la representatividad: el populismo como una forma de praxis política que media entre la sociedad y el Estado utilizando, para ello, prácticas que rebasan el marco institucional y jurídico. Sin embargo, las definiciones y las desagregaciones del concepto de “populista” son tan extensas como los casos que se describen.7 A pesar de la poca aplicabilidad de tales precisiones, las definiciones de populismo expuestas en la obra de Ionescu y Gellner se utilizaron extendidamente para caracterizar la vía latinoamericana del populismo ocurrida durante el proceso de modernización capitalista de la primera mitad del siglo veinte. La principal característica indicada por los autores antes mencionados fue la politización de diferentes sectores sociales como el “pueblo” y su incorporación como “masa” a la vida pública, sobrepasando la capacidad de absorción de las instituciones existentes. La fractura social resultante habría sido el contexto propicio para el surgimiento de liderazgos carismáticos con una retórica y en un estilo de movilización política que enfatizó la lucha moral y ética del “pueblo” contra la “oligarquía”.8 Sin embargo, la relación causal entre crisis política y “populismo” no es del todo clara. Las crisis económicas no explicarían por sí mismas, a juicio de Alan Knight, el surgimiento de los populismos, dado que es posible demostrar empíricamente que han surgido en toda clase de contextos. Igual cosa ocurriría con la consideración irracional y emotiva del populismo: la política tradicional también utiliza dichos recursos en la conformación de su legitimidad política y en la movilización de adherentes.9 Algunas definiciones utilizadas para caracterizar el populismo latinoamericano han remarcado los aspectos formales de este: a) una la relación directa del líder con sus seguidores más allá de la institucionalidad política, b) un discurso político maniqueo del “pueblo” versus la oligarquía y, c) mecanismos de articulación líder-base de naturaleza clientelar y de patronazgo.10 El principal problema que presentan estas interpretaciones es el grado de aplicabilidad a los contextos locales y la utilización mecánica de clasificaciones que no incorporan los efectos sociales y políticos de la protección estatal y la legitimidad social y jurídica que tuvo tanto en los reformadores estatales, como en la atmósfera intelectual entre las décadas de 1930 a 1950.
Una clasificación más específica aplicada al populismo chileno es la que entrega Paul Drake. Este autor sostiene que entre 1920 y 1973 el populismo chileno se caracterizó por: a) la movilización política, la retórica recurrente y los símbolos destinados a inspirar al pueblo; b) la formación y coalición heterogénea donde predomina la clase trabajadora, pero incluyendo sectores importantes de los estratos medios y altos en la dirigencia y, c) un conjunto de políticas reformistas que intentan promover el desarrollo sin provocar un conflicto clasista explosivo.11 Si bien esta caracterización es útil para identificar las prácticas políticas del populismo desde arriba, no define la recepción de dichas políticas en los beneficiados por las políticas populistas. Esta visión se focaliza en los efectos macroeconómicos