Desde el huerto del Edén hasta la gloria del Cielo. J. R. Williamson
LA VENIDA DE LA SIMIENTE: “LA SIMIENTE DE LA MUJER”
Primero, estas palabras comienzan a revelar la forma en que el pecado será derrotado. Nos dicen cómo la simiente vendrá al mundo. Vendrá por medio de una mujer. Dios usará la mujer a quien la serpiente engañó para traer al mundo la simiente que aplastará su cabeza. En otras palabras, los mismos seres a quienes Satanás hizo que cayesen traerán al Hombre que lo derrotará completamente. Esta promesa se repite a lo largo del Antiguo Testamento, especialmente en los profetas, y luego es confirmada en el Nuevo Testamento con la historia del nacimiento de Jesús.
Considere cómo la promesa se desarrolla en la Escritura. Primero, en Génesis capítulo tres aprendemos únicamente que una simiente de la mujer producirá la derrota de Satanás. Después, hallamos que la simiente sería de Abraham, del pueblo de Israel (Génesis 22:18). Más adelante, descubrimos que la semilla será un Rey del linaje real de David (Salmo 132:11). El carácter de este libertador es explicado aún con más claridad en los profetas, y al final del Antiguo Testamento hay imágenes de este conquistador como un Profeta, un Sacerdote, nuestro Sacrificio, un Siervo, ¡y el Dios eterno de todos! Después, en el tiempo perfecto de la historia, de acuerdo al plan de Dios, esta simiente victoriosa de la mujer nació de la Virgen María (comp. Gálatas 4:4-5; Isaías 7:14; Lucas 2:10-11; Hebreos 2:14-15). Eva no podría haber concebido un vencedor y Salvador tan poderoso como nuestro Señor Jesús. Pero ella sí sabía esto: el Vencedor sobre su enemigo vendría de su propio cuerpo. Esta breve línea resume un plan maestro que duraría miles de años en su desarrollo y cumplimiento. Señala al Hombre que fue más que un hombre, que era completamente un hombre nacido de mujer, y a la vez el eterno Hijo de Dios.
EL PROPÓSITO DE SU MISIÓN: “EL HERIRÁ”
En segundo lugar, este versículo revela el propósito de la misión del Señor Jesucristo. Él no estará en una misión diplomática, tratando de lograr paz entre la serpiente y la mujer, sino que vendrá como un hombre de guerra. De hecho, una de las cosas más conmovedoras de la vida de Cristo es lo decidido que estaba a lograr Su misión. Él nunca olvidó por un momento la razón por la que vino a esta tierra. Toda Su obra fue para cumplir la misión que se le asignó. Los fariseos y los saduceos no pudieron detenerlo, Sus amigos cercanos no pudieron disuadirlo, ni aun Su familia pudo estorbarlo. Cuando el mismo Satanás lo agredió con todo su poder, se estrelló contra el muro de la determinación de nuestro Salvador, y tuvo que irse gimiendo en derrota. Mientras Sus días sobre la tierra llegaban a su fin, la determinación de completar Su misión parecía crecer, y Él “afirmó su rostro para ir a Jerusalén,” el lugar de Su conflicto contra la Serpiente (Lucas 9:51-56). Él estaba, en un sentido correcto, consumido por Su misión. Esa misión era “deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8).
EL SUFRIMIENTO DE LA SIMIENTE: “Y TÚ LE HERIRÁSEN EL CALCAÑAR”
La promesa en Génesis 3:15 también revela que la simiente por venir sufriría para lograr la salvación; dice, “tú le herirás en el calcañar.” La forma de la derrota de Satanás no es estéril y distante como una guerra peleada en una pantalla de computadora. Requería que Cristo se hiciera humano, que fuese hecho a la semejanza de carne pecaminosa, y sufriera como hombre hasta el punto de morir, “y muerte de cruz” (Fil 2:8; comp. Hebreos 2:14-15). La ira de Dios que Cristo llevó como hombre en lugar de todo Su pueblo se requería para derrotar al enemigo de nuestras almas, ese acto es descrito en términos de “herir,” o aplastar.
Hubo un dolor indescriptible envuelto para aplastar la cabeza de la serpiente, como la misma imagen sugiere ¿Qué se sentirá pisar con el pie la cabeza de una serpiente mientras sus dientes le muerden el calcañar? Mientras más fuerte usted presione, el enemigo será aplastado más intensamente, ¡pero qué manera tan angustiosa de destruir a un enemigo! El término para “herir” sugiere una herida severa, y no simplemente una pequeña cortada o llaga. El sacrificio de nuestro Señor por los pecados le causó una herida que, por Su gracia, nosotros nunca conoceremos ni entenderemos completamente porque Él la tomó en nuestro lugar ¡Gracias sean dadas a Dios porque no quitó Su pie hasta que la victoria era segura! ¡Gracias sean dadas Dios porque terminó la obra en la cruz, que no llamó a ángeles para que lo librasen, y que El Padre no lo salvó de esta hora! Somos librados porque Cristo no aminoró Su propio dolor y sufrimiento ni aun hasta el final ¡Alabado sea el Señor por Su maravillosa gracia enviando la simiente de la mujer a sufrir así!
EL ÉXITO DE SU MISIÓN: “ESTA TE HERIRÁ EN LA CABEZA.”
Finalmente, el hecho de que las palabras de Génesis 3:15 le dicen a Satanás que su cabeza será aplastada, revela la efectividad de la misión llevada a cabo por la simiente de la mujer. Cuando la cabeza de un enemigo es aplastada, la victoria es final, y esta victoria es manifestada de muchas maneras.
Primero, está el éxito de Su misión por medio de la cruz. El éxito de la misión de Jesucristo derrotando a Satanás y redimiendo Su pueblo es anunciado triunfantemente por el apóstol Pablo cuando dice que Cristo ha quitado del medio el mal récord de nuestros delitos clavándolos en la cruz, y que habiendo “despojado a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” (Colosenses 2:13-15). Hebreos nos dice que Él se volvió carne “para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,” (Hebreos 2:14).
El diablo tenía el “poder de la muerte” en el sentido que su tentación hizo pecar a Adán y esto trajo muerte al mundo. Él podía reclamar derechos sobre las almas de los hombres por el justo decreto de Dios. Dios había dicho, “el día que de él comieres, ciertamente morirás.” Sin embargo, Cristo tomó un cuerpo para poder vencer la muerte y al diablo de un solo poderoso golpe.
Imagínese lo que significó la declaración de Génesis 3:15 para Adán y Eva. Ellos estaban oyendo la primera promesa del Evangelio que jamás se había oído, el primer rayo de esperanza que brilló en la oscuridad de su pecado y caída. Es el comienzo de la revelación del reinado victorioso de Cristo, y con estas palabras, hay certeza absoluta. En una forma terrible, la pareja culpable había aprendido que Dios era innegablemente fiel a Su palabra mientras experimentaban la muerte después de comer el fruto prohibido. A diferencia de la serpiente, todo lo que Dios les había dicho antes era plenamente verdad. Sin embargo, ahora, esa terrible experiencia de la verdad de Dios concerniente al juicio estaba siendo transferida al banco de la esperanza. Si Dios es fiel en Sus amenazas, Él es fiel en Sus promesas; si Él dice que la cabeza de la Serpiente será aplastada, será aplastada. Dios ha hablado, y por lo tanto el asunto está decidido. La cabeza del Enemigo—esa cabeza cuya boca habló esas palabras tentadoras que llevaron a la condenación de Adán y Eva— ¡será puesta bajo el poderoso pie de Jesucristo el Señor!
Segundo, note el éxito de Su misión a través de Su pueblo. Cuando leemos que la cabeza de la serpiente será aplastada por la simiente, debemos recordar el principio de unión con Cristo el cual vimos en el capítulo previo. Porque estamos unidos y conectados con El, compartimos Su victoria sobre el enemigo. Cuando Cristo preparaba a Sus discípulos para Su partida y para la venida del Espíritu, les dijo que no solamente acababa de aplastar la cabeza de la serpiente, sino que le daría a Su propio pueblo el poder y la autoridad de vencerlo:
“He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.” (Lucas 10:19).
Este pasaje no es una exhortación a manipular serpientes, como enseñan algunos, más bien parece aludir a la promesa del Evangelio aquí en Génesis Era una imagen simbólica que todos los discípulos seguramente conocerían a causa de su conocimiento del Antiguo Testamento. Aunque el pasaje enseña principalmente la invencibilidad de los apóstoles hasta que su obra fuese completada, lo hace dando esperanza en un lenguaje que señala a un reverso de lo que el hombre experimentó en el Huerto de Edén.
Una referencia más directa es hallada en la carta a los Romanos, donde Pablo exhorta a los hermanos con esta garantía: “el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies” (Romanos 16:20). Cristo