No dejes para mañana lo que puedas agradecer hoy. Miguel Ángel Barbero Barrios
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© Miguel Ángel Barbero Barrios
© Editorial Didacbook, SL
C/ Sagasta, 6
23400 - Úbeda (Jaén)
Edición E-Book: Junio 2020
Imagen de portada: Michal Jarmoluk
eISBN: 978-84-17855-00-0
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ÍNDICE
PARTE 2: NO LO DEJES PARA MAÑANA
4. La felicidad de los agradecidos
5. El agradecimiento transgresor
6. El agradecimiento inteligente
7. ¿Cuántas cosas has agradecido hoy?
PARTE 3: EFECTOS DEL AGRADECIMIENTO
9. Agradece que algo queda: efectos psicológicos
10. El agradecimiento prepara para vivir
INTRODUCCIÓN
El que tienes en tus manos es un libro escrito desde el corazón. No se trata de un tratado más o menos versado sobre la felicidad, ni siquiera sobre el agradecimiento. Se trata más bien, de un conjunto de reflexiones que han sido hiladas al abrigo de intuiciones y vivencias que, si bien no pretenden articularse de forma ordenada, meticulosa, científica ni académica, sí que conforman un todo que viene a dar expresión a una convicción profunda que llevaba anidando en mí desde hacía bastante tiempo: aquella que me hace creer firmemente en la conexión directa que existe entre agradecimiento y felicidad. Bien es cierto que no podré separar estas reflexiones de mis propios condicionantes, mi propia historia, mi propio ser. Indefectiblemente las páginas de este libro reflejarán mi oficio de maestro y psicopedagogo; más aún, reflejarán una condición que considero por encima de todo ello, o cuando menos, residente en el sustrato motivacional que lo sostiene: la de ser cristiano —o aspirante a—, elemento vertebrador e inseparable del qué escribo y desde dónde lo vivo. Por eso, de alguna manera desnudaré muchas de mis razones. Muchos de mis porqués que normalmente no tienen por qué aparecer de forma explícita en otros ámbitos. Y lo haré desde un punto de vista personal, desenfadado, a corazón abierto. Lógicamente, el que escribe tiene la palabra, pero trataré de involucrar al lector en los distintos temas que iré abordando, de forma lo más parecida posible a un diálogo. Un diálogo confiado, curioso, positivo, alegre, apetecible. Nada forzado. Con suerte, y tal vez si mi torpeza expresiva no lo impide, posiblemente ese diálogo pueda terminar siendo el que establezca el lector con su propio yo, con su propia conciencia. Si estas páginas consiguen hacer posible ese encuentro se producirá algo mágico. Algo que habrá hecho el acto de escribir este libro útil y productivo. Por el contrario, si no lo consiguen, habrán merecido la pena igualmente: tal vez el lector seguirá buscando en otras páginas aquello que iba buscando y estas líneas conformarán el puente de tinta y papel que había de transitar.
Así pues, aquí comienza nuestro viaje. ¿Dejarás que mis palabras te susurren al oído las intuiciones de las que te he hablado? Si tu respuesta es sí tan solo déjame decirte: ¡gracias!
1. Las quejas improductivas. Energías desperdiciadas
De energías va la cosa…
Honestamente. Con el corazón en la mano. Con la verdad por delante. Dime cuántas veces has sacado provecho de una queja. Si lo has sacado: ¿de qué tipo ha sido ese provecho? ¿Material? ¿Inmaterial? ¿Cuál fue el coste? ¿Valió la pena? Si tu respuesta sigue siendo positiva, de lo cual me congratulo, plantéate la pregunta de esta manera: ¿cuántas veces has realizado quejas que no te sirvieron para nada? Me refiero a quejas que solo sirven para regocijarte en lo que no funciona, en lo que no es bueno, en lo que no te deja nada, en lo que no esto… en lo que no lo otro… ¿Cuántas energías has malgastado aireando lo que no…? ¿Te das cuenta la cantidad de cosas que si… has dejado pasar, dejado de aprovechar? Está bien realizar una denuncia puntual, darse cuenta de lo que no funciona y no ser ingenuos ante lo que pasa a nuestro alrededor. Pero ojo, que aquí hay trampa. La crítica continuada a lo que no funciona y la denuncia repetitiva deriva normalmente en un tipo de desesperanza que se viste bajo ropa de crítica pero que termina socavando las energías que necesitarías para un cambio a mejor. No se trata de no quejarse, de resignarse; se trata más bien de hacerlo en su justa medida, con las palabras adecuadas, en el momento adecuado, y en todo caso, reservando las energías más fuertes para la alabanza y el avance en positivo. Compruébalo contigo, en tu infancia: ¿hiciste caso a esas personas que siempre te decían y recordaban lo mal que hacías las cosas? ¿Les faltaba razón? Probablemente no, la tenían y mucha. Pero minaban tus energías. No sabías por qué, pero te las minaban. Por el contrario, tus aprendizajes se disparaban ante personas que potenciaban tu creatividad y que tenían presente lo mucho que valías.
Del mismo modo, cuando tu voz interior es la que te recuerda lo mal que haces las cosas, probablemente no le falta razón en algún punto y parta de un hecho real y objetivo. Pero si esa voz se convierte en repetitiva termina reproduciendo una gran mentira: que hagas mal algo no significa que deba empañarse todo lo bueno que eres capaz de generar ni que puedas ver el aspecto general del cuadro de tu vida que contiene muchos más brillos que sombras. Déjate de quejas inútiles hacia los demás y hacia ti y emplea provechosamente tus energías. Merece la pena observar y procurar la relación con personas positivas, que no son las que te permiten y tapan todo lo malo; son las que sabiendo cuáles son tus puntos débiles, te los hacen ver solo para superarlos y ponerlos en su justo lugar; son las que, de recordarte algo, te recuerdan el oro que llevas dentro y potencian tu ser creativo: son aquellas que orientan tus energías hacia el bien, las que te encaminan a ponerte al servicio, porque se dan cuenta de que si no sirves a los demás con tus cualidades el mundo se está perdiendo algo importante.