Desaparecieron y asesinaron nuestros muchachos. Wilson Herney Mellizo Rojas

Desaparecieron y asesinaron nuestros muchachos - Wilson Herney Mellizo Rojas


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de las tareas y los logros alcanzados.

       Se adelantó el proceso de sistematización de la campaña de sensibilización a jóvenes.

       Se agenciaron acciones de acompañamiento psicosocial a las madres, individuales y grupales, y, en algunas ocasiones, familiares.

       Se participó activamente en acciones simbólicas de reparación del daño: se compartieron espacios y momentos de conmemoración, ritos religiosos, marchas, tomas y plantones, foros municipales, entre otros.

      Algunos recursos metodológicos

      En el trabajo adelantado para comprender el fenómeno se acudió a la entrevista en profundidad, el trabajo de campo, la observación participante, la orientación pedagógica y el acompañamiento individual y familiar de apoyo emocional y de escucha activa, como estrategias que fueran útiles tanto para las familias como para la propia investigación.

      En medio de estos, queremos relevar uno de los recursos metodológicos fundamentales para el trabajo realizado: las entrevistas adelantadas a los familiares. Las entrevistas en profundidad se organizaron con el fin de conocer detalladamente aspectos de los procesos familiares de las víctimas, como un esfuerzo por construir relatos que eviten clausurar un pasado reciente y vergonzoso. Se elaboró un instrumento de manera colectiva; para esto fueron útiles los materiales preparados por la Corporación Nuevo Arco Iris (2007), las reflexiones de Da Silva (2004) y el material pedagógico sobre reparación integral de la Corporación AVRE (2006), entre otros. La primera versión sufrió diversas transformaciones: buscábamos no solo recuperar información sino documentar los casos. Deseábamos hacer nuestras las implicaciones planteadas por Arco Iris de aprender a recordar: “[...] reconstruir la memoria de las familias víctimas de eventos traumáticos no para fortalecer la victimización paralizante sino para restaurar la dignidad y la personalidad de quienes han sido afectados por estos crímenes de guerra y de lesa humanidad” (2007: 26).

      Esta sería entonces la exigencia ética y política del instrumento que a familiares y a nosotros nos permitiría aprender a recordar, lo cual significaba no solo no olvidar, sino evitar un nuevo daño —que inevitablemente acontece— al narrar nuevamente lo que sucedió con las víctimas; se trataba, ante todo, de un guión para construir un relato que permitiera el derecho a la palabra de las víctimas.

      Este guión se organizó en cuatro partes: la primera indagaba sobre aspectos generales del municipio de Soacha; la segunda parte exploraba antecedentes, trayectorias y dinámicas de los grupos familiares previos a los hechos; en tercer lugar, se hizo énfasis en los testimonios sobre los hechos relacionados con los “falsos positivos” (¿cuándo se dieron los primeros hechos?, ¿cómo paso?, ¿dónde se vivió?, ¿cómo fueron los procesos de búsqueda y qué paso después de esta?); finalmente, en cuarto lugar, se recogieron testimonios sobre los efectos psicosociales y las estrategias de afrontamiento que posteriormente a los hechos han vivido las familias de las víctimas.

      Al recoger el testimonio de las familias, tuvo entonces que reconocerse que para ellas sería relatar una vez más los hechos; para la investigación significó reconocer el riesgo de revictimizarlas que esto podría suponer, frente a esta posibilidad, la entrevista:

      1. Se realizó hacia el final del proceso de acompañamiento, cuando ya se habían instaurado relaciones de confianza entre quien hablaba y quien escuchaba.

      2. Se reconoció que sus contenidos se construían a partir de experiencias límite, vividas por quien relataba.

      3. Haciendo uso de lo planteado por Da Silva (2004), la entrevista se asumió como un espacio generador de una relación de confianza basada en los lazos ya establecidos, en el cual las fronteras entre lo privado y lo público eran fluidas e inestables, y, por ello, no todo lo que se comunicaba en la entrevista podía quebrar esa frontera.

      4. Admitir como criterio básico que la importancia de estos materiales y relatos es fundamentalmente para las familias quienes vivieron/viven estas situaciones de extrema violencia, pues forman parte de la cadena para romper el silencio, y una posibilidad más de de hacer públicas las palabras de la experiencia que enfrentaron, vivieron y sufrieron (Da Silva, 2004).

      5. Finalmente, el uso de las entrevistas se hizo luego de que los familiares entrevistados leyeran lo que habían dicho, modificaran, ampliaran o suprimieran aquello que deseaban se dijera o se mantuviera en silencio.

      En el análisis de la información proveniente de estos relatos, la investigación privilegia la recuperación de los discursos de los familiares y los organiza a partir de categorías como la caracterización de los contextos (tanto nacional como municipal), del fenómeno de los falsos positivos (desaparición forzada y ejecuciones extrajudiciales), del daño psicosocial que este ocasiona a las familias y, finalmente, la caracterización de los daños derivados de los procesos y mecanismos de búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación.

      Las familias

      Frente a la población de la investigación, el proyecto se realizó con once familias de los jóvenes del Municipio de Soacha, víctimas del fenómeno de la desaparición forzada y la ejecución extrajudicial (“falsos positivos”), quienes participaron del trabajo psicosocial y sociojurídico, que liderado por la Personería, permitió la participación de la Universidad de La Salle. Muchas de estas familias llegaron a Soacha diez o quince años atrás, provenientes de otras regiones del país o del departamento. Algunas huyeron de la violencia en sus zonas de origen. Uno de los casos que se acompañó pertenece a Bogotá.

      La pobreza y el trabajo informal caracterizan la situación económica y la ocupación de la mayoría de las familias víctimas. Los tipos de trabajo desempeñados tanto por los jóvenes asesinados como por otros familiares que actúan como proveedores, aunados a la precariedad de ingresos, podrían dar cuenta de la decisión de aceptar ofertas de trabajo mejor por parte de algunos de los muchachos.{4} Algunos de los jóvenes en medio de la informalidad se desempeñaban en el rebusque, como ayudantes de construcción, limpiaban vidrios en los semáforos o trabajaban en la fundición de hierro.

      Refiriéndose a uno de los jóvenes asesinados, dice uno de los familiares: “Mi hermano... limpiaba vidrios en los semáforos de Cafam de la Floresta” (testimonio 1). En el caso de los familiares también aparece la construcción, el trabajo informal, el empleo en algunas fincas, zapaterías, ladrillerías o en plazas de mercado. En el mejor de los casos (dos de los grupos familiares), aparecen ocupados formalmente desarrollando el oficio de conducción (sea de taxi o de mula), la actividad como técnicos profesionales, operarios o incluso pensionados. Algunos hogares son monoparentales con jefatura femenina, en otros, predominan formas familiares nucleares, y otras familias son reconfiguradas.{5}

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