En busca del eslabón perdido. Jazmín Adler
de su discurso el aspecto premeditado y objetivo de la creación artística –diríamos aquí, su aspecto “inventivo”– y, por el contrario, situó a su praxis en el terreno de lo intuitivo y subjetivo25, suprimiendo así no solo su dimensión técnica sino también la relación con otras esferas políticas, económicas y sociales26.
Pero en el caso de la práctica artística involucrada en las poéticas electrónicas, la invención sí encuentra cabida. Desde un enfoque simondoniano, Juliana Gontijo (2016: 17) recuperó la idea de invención como “energía informada” (Simondon, 2013 [1965-66]: 81) e identificó en su tesis doctoral una “inventiva tecnopoética” que funcionaría como táctica de resistencia hacia los procesos de subjetivación devenidos de las “herencias de modernidad fallidas y el capitalismo cognitivo posfordista”. Sus hipótesis se fundamentan en una serie de proyectos argentinos y brasileños que cuestionan el progreso técnico lineal, a través de la subversión de las funciones originales de las tecnologías empleadas por las obras y la ruptura con la autonomía del arte proclamada por la modernidad estética (Gontijo, 2016: 18). Valentina Montero (2015: 546) destacó que en Chile estas operaciones de desvío reciben el apelativo de “hechizo”, un término que en español antiguo significaba “malhecho” o “falsificado”, posteriormente reemplazado por su connotación mágica. Los ensamblajes, gambiarras27 y prácticas artísticas sustentadas en bajas tecnologías, en tanto desvían las funciones originales de los dispositivos, encarnan el “hechizo” en el primer sentido, pero también requieren de habilidades específicas para lograr “deletrear el conjuro (código)” (Montero, 2015: 546).
Aunque en los análisis de Gontijo y Montero la figura del artista inventor refiere particularmente a quien lleva adelante estrategias de apropiación y resignificación de tecnologías preexistentes, desafiantes de la concepción de máquina y progreso modernos, es posible extender el ímpetu inventivo a toda la praxis ubicada en el cruce del arte y la tecnología. La investigación de lo inexplorado y la posibilidad de establecer nuevas relaciones entre elementos diversos han sido motores de las creaciones artísticas, al igual que desde siempre impulsaron la producción tecno-científica. En este sentido, la invención puede simultáneamente ser conectada con los universos de la técnica y la poética, es decir, con la propia poiesis, entendida como todo acto creativo que desencadena la emergencia de formas nuevas.
En su conferencia “Creación científica y artística”, Vilém Flusser (2007 [1982]: 76) expuso que el divorcio moderno del arte y la ciencia habría provocado la despolitización de la vida y la pérdida de sentido de “con-vivencia”, “co-conocimiento” y “co-valoración”. Sin embargo, no habría diferencias en las creaciones del arte y la ciencia: “toda creación científica es obra de arte, toda creación artística es articulación de conocimiento” (Flusser, 2007 [1982]: 77). Ante la amenaza de la tecnocracia, el teórico responde impulsando la síntesis entre arte y ciencia mediante la política: “Cuando los técnicos sean artistas, y los artistas, técnicos, el discurso científico pasará a estar informado por las vivencias, el quehacer artístico por las teorías científicas, y todo, teoría y praxis, será informado por los valores ético-políticos de la sociedad, como lo era antes de la Edad Moderna” (Flusser, 2007 [1982]: 77).
Las poéticas electrónicas contribuyen a remendar los nexos entre el arte y la ciencia, resquebrajados por las nociones modernas de estética y técnica. Echan por tierra las fronteras entre el carácter funcional de los dispositivos y el aspecto subjetivo del quehacer artístico, a través de diferentes proyectos –objetos, procesos, prácticas, experiencias– que pueden ser oportunamente abordados a la luz de la categoría de invento, una noción que en nuestro contexto se entrelaza con la figura del “amateur de lo nuevo”. Arte, ciencia y tecnología se imbrican en procesos inventivos que entretejen distintas instancias teóricas y prácticas. Desde la formulación de las primeras ideas hasta la culminación de la pieza, aunque solo sea un final temporario sujeto a futuras modificaciones, el artista inventor, impulsado por una cierta dimensión utópica, atraviesa diversas etapas de investigación y creación inherentes a la producción material, técnica y estético-conceptual de sus proyectos.
Entre la constante preocupación por lograr instalar en la Argentina la idea de progreso28, los intentos de consolidación de la industria local, los desarrollos de lenguajes artísticos vernáculos, los modos diversos de incorporación de la técnica y las influencias persistentes de los modelos europeos primero, y estadounidenses después, nuestro país se ha visto surcado por concepciones poéticas, políticas y tecno-científicas ambivalentes. Fundamentaremos que los imaginarios de modernización que trazan los devenires del cruce del arte y la tecnología en Argentina devienen de la convergencia entre las tensiones heredadas de la conformación y desarrollo del campo artístico, y aquellas provenientes de la historia de la ciencia y la tecnología argentinas. La repetición mimética de realidades exógenas y la implantación de paradigmas ajenos como medios de legitimación de las propuestas locales han sido (y continúan siendo) hábitos recurrentes a la hora de concebir la escena local.
A partir de los años noventa, uno de los efectos de la cultura de mezcla y el constante pivote entre componentes europeos e influencias rioplatenses, entre tradiciones locales y coyunturas extranjeras, se manifestó en la frecuente idealización de las tecnologías empleadas por los proyectos inscritos en la escena de las poéticas electrónicas que desde entonces irá adquiriendo autonomía. Sin embargo, previo al boom digital, los intercambios entre el arte y la tecnología se desarrollaron desde el interior del circuito del arte contemporáneo emergente, protagonizado en las décadas del sesenta y setenta por las dos instituciones que ocuparán la atención del próximo capítulo: el Instituto Di Tella y el Centro de Arte y Comunicación.
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