Las "serventias" en Galicia. José Luís Ramos Blanco
a veinte quilómetros en dirección al este.
Al sur de la cuenca del Alta Limia, las tierras cambiaban progresivamente de aspecto del oeste al este. Al oeste (Calvos de Randín, Baltar), de forma similar a lo que sucedía en la cuenca del Alta Limia, las “agras” estaban provistas de cierres generales completos y todas se encontraban sometidas a rotaciones obligatorias bajo vigilancia de los concejos104. Todavía en 1966-1970, al menos en el municipio de Baltar, la mayoría de las entradas estaban cuidadosamente cerradas por muros de piedra cubiertos de zarzas (“silvas”) y en muchas “agras” regía todavía el barbecho bienal105.
Al este, con carácter general, las “agras” conservaban sus muros a lo largo de los caminos de servicio y se abrían completamente al monte, o se separaban de él por simples tojos (“toxos”) o “xestas”106 que allí crecían espontáneamente, o que los campesinos plantaban para obtener esquilmo (“estrume”), y que carecían de todo valor de cierre.
La organización del “agra” variaba según los pueblos. En algunos casos, como ocurría en el sector occidental, su estructuración interna se fijaba en el marco del propio “agra” y las entradas que desembocaban a los caminos estaban regularmente cerradas los años de puesta en cultivo. El problema se centraba en evitar la incursión en el “agra” de los animales que pacían en terreno inculto. Para resolverlo, no sólo se imponía una rigurosa disciplina de guarda de los rebaños, sino que también se establecían unos itinerarios a seguir, que se cambiaban de un año a otro (de “verea” en “verea”). Por supuesto, los concejos abiertos jugaban aquí un papel importante en la fijación y en el respeto de estas reglas.
En otros supuestos, como en Xironda y en Videferre, las “agras” se repartían en dos grandes “hojas”. Esta distinción del espacio agrario ofrecía una solución sencilla al problema de la circulación del ganado. Desde los meses de octubre a junio, no se podían utilizar los caminos y “vereas” que atravesaban la “hoja” sembrada con cereales de invierno para dirigirse al monte. Desde el mes de junio a octubre, el trayecto a seguir sería el inverso, y se respetaba la “hoja” sembrada con cultivos de verano.
En la depresión de Verín, que sucedía hacia el este a las mesetas orientales del sector entre el Alta Limia y Portugal, el ensanchamiento del viñedo y, sobre todo, las importantes modificaciones que sobrevinieron de su distribución y asentamiento, perturbaron seriamente los viejos diseños agrarios, aunque sin borrarlos por completo.
Respecto al dominio de los terrenos de organización doble de “agras” y de bancales (“bancais”) y terrazas (“socalcos”), que cubría todo el litoral sudoccidental y toda la franja del Miño, en el periodo comprendido entre los años 1960-1970 pudo observarse una evolución regresiva de dicha estructuración del suelo agrario, y un aumento de la forma simple de “socalcos” y bancales, lo que ponía en cuestión, no sólo la disciplina de los cultivos, sino también los modos de utilización del monte, las reglas del pastoreo de animales y de la circulación de los rebaños107.
Además de los acuerdos relativos a la rotación de los cultivos y a la apertura y cerramiento de las entradas del “agra”, el buen funcionamiento de las “serventías” exigía la observancia de una serie de reglas referidas al orden temporal en que debían efectuarse las labores agrícolas.
Dichos acuerdos, al igual que los adoptados respecto a la rotación de los cultivos y a la apertura y cerramiento de las “agras”, dependían de las particulares características físicas de cada “agra” en particular. BOUHIER señala algunos posibles ejemplos de este tipo de pactos108:
Para la labranza, los usuarios de los predios podían emprender y terminar su tarea cuando les pareciera oportuno, siempre que se hiciesen dentro del período habitualmente dedicado a estas faenas agrícolas, porque del paso de una vaca uncida al arado de madera por la finca recién labrada de otro vecino apenas se derivaban perjuicios. Sin embargo, en algunas parroquias, o en determinadas aldeas de ciertas parroquias, se consideraba de buena vecindad que el usuario de la primera parcela labrara el primero, y luego diera paso al de la segunda, y así sucesivamente. De esta forma se enlazaban trabajos en cadena y, en ocasiones, se formaban asociaciones temporales de trabajo entre los usuarios de los fundos del “agra”109.
Para la siembra, las obligaciones eran mucho más estrictas. En ocasiones, el propietario de la primera finca esperaba a que todos los demás hubieran sembrado para hacerlo él también; la buena lógica exigiría que las siembras se hicieran en el orden exactamente opuesto a la disposición de los predios en relación a las entradas110. En otros casos, cada usuario sembraba el día que eligiera, dejando en la cabecera de su parcela una franja de terreno con la anchura necesaria para permitir el paso, que se sembrarían cuando todos los usuarios siguientes hubieran terminado de hacerlo en sus respectivos fundos111.
Otra posibilidad consistía en que, cuando se acercara la época de la siembra, se fijase el intervalo de tiempo dentro del cual se tenían que realizar todas las labores agrícolas. Las vías interiores del “agra”, de existir, no daban acceso directo a todas las fincas, por lo que el paso a las demás, con yunta y arado, tenía que realizarse sobre los predios colindantes, y ello antes de que las plantas brotaran, para no dañarlas112.
En la depresión del Alta Limia y al sur de la cuenca del Alta Limia, situada en la zona sudoriental de Galicia, correspondía al Concejo la función de vigilancia del cumplimiento de la disciplina de cultivos y de la organización acordada por todos los usuarios para cada “agra”. Así, en relación a la segunda de las zonas mencionadas, los Concejos conservarían, al menos hasta 1960-1965, un derecho de vigilancia sobre el buen funcionamiento del sistema de “hojas” en todos los pueblos interesados113.
4. LOS SERVICIOS DE PASO EN LOS TERRAZGOS ORGANIZADOS EN BANCALES Y TERRAZAS (“SOCALCOS”)
Los terrazgos organizados en bancales y terrazas (“socalcos”) presentaban una distribución exclusivamente litoral. Su área de extensión no se encontraba localizada en una sola pieza, sino dividida en tres zonas bien diferenciadas: el Sudeste litoral y Miñán114, Mariñas115 (A Coruña-Betanzos-Pontedeume) y el Extremo Noroeste (Cedeira-Viveiro)116.
4.1. AS MARIÑAS
La mayoría de las tierras se disponían en bancales sujetos por taludes de tierra117, aunque excepcionalmente también había muros de contención formados con piedras. Estos bancales presentaban aspectos diversos.
En primer lugar, como pequeños bancales alargados con forma de “escamas de pez”. Su superficie quedaba comprendida, con carácter general, entre las 10 áreas y 1 hectárea. Dicha configuración de los bancales predominaba en los terrenos de reducidas dimensiones y muy discontinuos.
En segundo lugar, como bancales constituidos en largas tiras.