Compadre Lobo. [Gustavo Sainz

Compadre Lobo - [Gustavo Sainz


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      Fotografía: Rogelio Cuéllar

      Primera edición en MINIMALIA, noviembre de 2007

      Director de colección: Alejandro Zenker

      Cuidado editorial: Elizabeth González

      Coordinadora de producción: Beatriz Hernández

      Coordinadora de edición digital: Itzbe Rodríguez Ciurana

      Viñeta de portada: Mauricio Morán

      © 2007, Solar, Servicios Editoriales, S.A. de C.V.

      Calle 2 número 21, San Pedro de los Pinos.

      03800 México, D.F.

      Teléfonos y fax (conmutador):+52 (55) 55 15 16 57

       [email protected]

       www.solareditores.com

       www.edicionesdelermitano.com

      ISBN 978-607-7640-14-1

      Hecho en México

      Índice

       Compadre Lobo: aventura y lectura, por Julio Ortega

       Al asumir la noche…

       Conocí a Lobo…

       Dos pedazos de hielo flotan…

       Escribo sobre el escritorio de mi padre…

       Caminábamos por la noche…

       Lobo acostumbraba llegar temprano…

       Los domingos visitábamos a Lobo…

       Vivimos dramáticamente…

       No sabíamos…

      

       Compadre Lobo de Gustavo Sainz: un estudio

       del impulso creativo, por Joel Hancock

      Compadre Lobo: aventura y lectura

      Compadre Lobo (México, Grijalbo, 1977) es una novela que todavía espera una lectura que haga justicia a su estimulante convocación: es, precisamente, una novela sobre la lectura y, en primer término, sobre la lectura (paradigmática) de una novela arquetípica. No es casual que Compadre Lobo esté en su quinta edición: su legibilidad es a la par festiva y placentera. Pero es también apelativa: esta novela supone todo el tiempo la mirada de la lectura como su espacio generativo. Construye ella misma el movimiento de su recepción, que interroga, critica y fascina.

      Gustavo Sainz ha escrito una novela que se propone como aventura (o sea, como vivencia original), la memoria formativa del grupo juvenil (o sea, materiales novelescos por excelencia). Construir sobre una tradición el rato de lo nuevo implica suponer en la lectura una complicidad. Y, en efecto, el lector reconoce la temática narrativa del aprendizaje del ritual adulto. Pero, al mismo tiempo, implica buscar en la lectura el recomienzo de aquella aventura de iniciación. La lectura reconoce su naturaleza en este ya ocurrir que acontece como lo nuevo. Por lo tanto, la complicidad del lector sostiene a la novela como acto: la novela proviene de una especie, aquella que ha contado y seguirá contando la búsqueda heroica del yo en una aventura antiheroica. Esta primera lectura, que es paradigmática, supone una novela arquetípica. Éste es el espacio mayor donde el texto se inscribe.

      Pero el acto de la novela sólo parte de la conciencia de su linaje (la novela de educación, el retrato del artista adolescente y las variantes posibles de esta figura abierta) para, en seguida, deducir y recortar de nuestra lectura su propia revisión de un espacio cambiante. El texto, por lo mismo, ya no requiere detenerse o abundar en el relato (en las biografías del drama del aprendizaje) y puede, en cambio, ganar su libertad combinatoria en el discurso (en las variaciones, en la simultaneidad, en el tiempo discontinuo); construyendo de este modo la forma polifónica (dialógica, memorialista, analítica) con que modifica y renueva su familia de textos.

      Ya en las primeras páginas de la novela, el narrador actor que recuenta y actualiza las aventuras del grupo emerge a la superficie del texto y propone directamente su rol de escritor como decidido por la lectura. Dice: “Deben haber sido tres o cuatro metros, pero para Lobo era una distancia imposible de precisar —como la que hay entre quienes leen esta página y yo, que la escribo—, una distancia que de pronto ingresó en la esfera misma de su obsesión nocturna” (18). Declarar esa distancia es, naturalmente, empezar a abolirla: el narrador intruso nos propone, con su intrusión, que nuestra parte de evidencia (leer, asociar) es su parte de ficción (escribir, ser leído). El acto de la lectura es una metáfora del texto: la lectura ilustra, en este caso, una supuesta distancia en el relato para quebrar otra en el acto mismo de leer. Hábilmente, Gustavo Sainz no abusará de este recurso.

      Responsablemente, no se intentará con estas intrusiones poner en duda la información o dramatizarla; tampoco buscar efectos de mero ingenio formal.

      Más interesante, este narrador intruso es alguien que subraya (literalmente: aparece como un énfasis tipográfico, en bastardillas) su papel narrativo fundamental: escribir es también leer.

      En efecto, el acto de escribir que este narrador subraya es el presente del texto haciéndose, la perspectiva del recuento, el espacio delimitado como exterior. Desde allí, el narrador recupera el pasado (truculento, febril, divertido) del grupo y la figura de Lobo (el héroe urbano y nocturno), declarando que no sólo es el cronista de esa existencia errática y genuina, sino también su primer lector. Así, el narrador que es miembro del grupo (actor) se transforma en su cronista (autor) desde su papel recodificador (lector). La lectura múltiple que esta novela supone requiere, por ello, enunciar al lector desde el comienzo. Y si la lectura es el código de la novela, quiere decir que el mundo que ella reformula es un universo latente, en el cual el rol de los hablantes y el sentido mismo de la comunicación están por decidirse. O sea, el mundo es reciente: tiene la zozobra, y la frescura, de una lectura primera.

      Pero la inclusión del lector es una distancia irónica (el lector acompaña al narrador en su trabajo) y de ninguna manera una identificación ilusionista (esta novela no busca hacer del lector un autor más: busca hacerlo un cómplice y, por eso, un actor de su aventura y lectura).

      El mismo acto de narrar es un análisis, en primer término, del rol de testigo que ha asumido el narrador. “¿Qué es lo que sé de compadre Lobo realmente?”, se detiene a preguntarse, porque “mi vida en su compañía implica asombro, rencores, complicidad” (78). De esa identidad del uno en el narrar al otro, se deriva otra vuelta al presente de la escritura: “Este libro hablará de esa complicidad”. La doble


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