Ciudadanía digital y desarrollo local. Francisco Sierra Caballero
si cabe más pertinente a tenor del diagnóstico DAFO, la ciudad, como sistema de comunicación, debe ser concebida como constitutivamente un espacio de aprendizaje. Hoy más que nunca, con la emergencia y socialización del ciberespacio, su geografía y lógica de organización se nos muestra variable e inextricable, como un bosque interminable de variantes, arbustos y espacios de vida natural y ecosistémicamente tramado por la densidad de vínculos y redes sociales que apunta en dirección a una lectura de lo público compleja en términos de ecologías culturales o de vida.
Lo local siempre ha sido un espacio diversificado, multicultural, un espacio objeto de continua reinvención de la identidad, pero hoy las nuevas tecnologías han acentuado estas propiedades, sometiendo al gobierno local a una transformación y reposicionamiento sin precedentes desde la constitución del Estado moderno. Un reclamo derivado de esta nueva y paradójica situación es la necesidad de abrir los poderes públicos a la interlocución, tal y como hemos visto en los discursos sistematizados. Todas y cada una de estas condiciones institucionales son hoy exigidas por los ciudadanos para la articulación de nuevos procesos de mediación en la vida pública local. Desde este punto de vista, el gobierno en línea representa un componente explícito de reforma y modernización que exige de la Administración Local, en especial de las autoridades locales, políticas públicas que mejoren y garanticen la competitividad, la eficiencia y calidad de los servicios públicos, y el concurso y participación de los ciudadanos. Más aún, la democracia local en línea presupone procesos de hibridación y sinergias sociales de participación basados en la tolerancia, la diversidad y el disenso en la esfera pública que tienden a la transformación estructural y a la innovación en los procedimientos y las culturas de gestión. No se trata solo de la posibilidad de las elecciones en línea o el voto a distancia; menos aún de la extensión virtual de políticas y procedimientos habituales como la firma electrónica, el pago de impuestos municipales por Internet, o la creación de espacios interactivos de uso ciudadano. La reinvención del gobierno a partir del uso de las NTIC exige, más bien, la reingeniería de procesos de eficiencia y productividad de la Administración Pública Local, facilitando los flujos de información y las transacciones, descentralizando los sistemas de control y capital simbólico, garantizando, en fin, la voluntad de interpelación y cogestión ciudadanas.
Ahora bien, la comunicación es concebida, normalmente, como una función básicamente reguladora, en los procesos de planeación y modernización del territorio. Esto es, el modelo de marketing urbano (al igual que las teorías de Richard Florida sobre el capital y talento como indicador de progreso) utiliza la comunicación desde una lógica instrumental y accesoria, por razones de eficiencia y economía de señales, según criterios metodológicos, y de filosofía social, característicos de un pensamiento funcional coherente con los principios de la teoría de difusión de innovaciones. Ciertamente, el entorno ha cambiado, y ya no hablamos de extensión tecnológica, sino de marketing urbano, de capital social y de industrias creativas y de talento o capital cultural de una ciudad, pero la lógica, en lo esencial, sigue siendo la misma.
La cuestión es pensar qué posibilidad de construcción de autonomía y proyección permiten los procesos de innovación tecnológica urbanos. Específicamente, qué objetivos y modelos de urbanidad son de interés público y cómo se están materializando los modelos de desarrollo de las llamadas Ciudades Digitales. Pues tal cuestionamiento da cuenta de la necesidad y pertinencia de una reflexión sobre el sentido final que justifica los modelos modernizadores de ciudad y, por ende, de las formas de ciudadanía que mediatizan las NTIC, aspectos que habitualmente quedan al margen de la metodología y praxis del marketing urbano. Los planes generales de reordenación urbana, como mucho, testan las formas de privatización del espacio público, basadas en una férrea división del trabajo entre quienes diseñan y proyectan los nuevos imaginarios urbanos y el conjunto de la ciudadanía, convertida en figurante y consumidor del espectáculo creativo de la nueva marca-ciudad.
Conviene por ello comenzar a pensar la lógica de la comunicación, la ciudad y la ciudadanía desde otros parámetros distintos al paradigma o enfoque distributivo y eficientista, definiendo una agenda y líneas de desarrollo de investigación e intervención social basadas en el lenguaje de los vínculos y en la reivindicación de lo procomún.
El reto de producción de la diversidad cultural implícito en la Agenda 21 de la Cultura, constituye hoy un eje central en el ámbito de las políticas de desarrollo de las ciudades, por ser el ámbito de proximidad el que permite cumplir este principio de reconocimiento de la diferencia. Ahora bien, aun reconociendo el papel estratégico que pueden desempeñar los municipios en esta labor, tal política pública plantea retos de articulación intergubernamentales, político-administrativos y socioculturales que requieren nuevas perspectivas y enfoques de investigación, si bien, por cierto, ni siquiera fueron considerados en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas «los aspectos o factores comunicacionales», al excluirse por principio la dimensión inmaterial, la cultura del desarrollo, como un componente estructurante central en los procesos de cambio por venir. A nuestro juicio, la conexión entre los aspectos culturales y comunicativos, los tecnológicos y económicos, y los político-informativos apunta la pertinencia de una comprensión global de la interrelación existente entre los diferentes niveles de acción y, a efectos del análisis, adecuada al campo de las transformaciones socioculturales que estamos experimentando. Desde este punto de vista, hablar de creatividad, de cuencas de cooperación, de clusters de comunicación y cultura en políticas locales, remite a una mirada transversal sobre las complejas interconexiones de espacios en los territorios y nuevas formas de cultura urbana de la modernidad líquida en los que las NTIC son un elemento más, integrado, como proponían algunas ciudades a la hora de repensar la participación ciudadana incluyente. Por exigencias de limitación editorial, no vamos a poder dar cuenta en detalle de los procesos de autonomía y apropiación social de la cultura digital en la promoción comunitaria, y el desarrollo endógeno urbano de las reconocidas como ciudades ejemplares por sus buenas prácticas en el estudio que aquí presentamos. Dejaremos para otras publicaciones esta tarea. Conviene ahora al menos reseñar que, implícitos en los discursos de los actores locales, cabe reconocer que existen formas autónomas, si bien marginales, de articulación social en las ciudades en torno a los nuevos canales y dispositivos tecnológicos en la era de las redes sociales. Por ello, hoy más que nunca resulta necesario aportar nuevo conocimiento científico, como venimos proponiendo en nuestro I+D sobre Ciberactivismo, Ciudadanía Digital y Nuevos Movimientos Urbanos (www.cibermov.net), al ocuparse de un objeto material de estudio que, por principio, a decir de Peter Burke, exige de la investigación social una mayor atención a las fronteras y espacios de creatividad de las comunidades y pequeños grupos, analizando sus estrategias de innovación y adaptación creativa, en el límite de las complejas relaciones entre sociedad y cultura, estructura y cambio social, agenciamiento y determinación histórica, infraestructura material y trabajo autónomo y creativo. En juego está, en suma, el Derecho a la Ciudad, la relación estructurante entre Cultura Urbana, Territorio e Identidad. Es por ello que conviene, como advertíamos al lector en la introducción:
1. Analizar los problemas informativos, culturales e institucionales en la integración cultural y económica de los espacios locales desde el punto de vista de la cultura digital.
2. Conocer las iniciativas y programas municipales en materia de comunicación y cultura, así como las tendencias y potencialidades en la incorporación al mercado internacional de nuevos servicios culturales.
3. Observar qué principios guían las políticas públicas en el ámbito de la cultura y cuáles son las consecuencias de su puesta en práctica, y su función en la promoción de los derechos sociales y culturales de la ciudadanía, desde el punto de vista de la apropiación del espacio urbano.
4. Abordar el proceso de producción, promoción y transmisión de productos culturales que marcan la evolución del proceso de convergencia que atraviesa a las industrias culturales en la planeación del desarrollo urbano.
5. Estudiar los retos de la democracia y la participación ciudadana en la apropiación de las nuevas tecnologías y bienes culturales, desde una perspectiva de la inclusión social y la defensa del interés público