Todo lo que vale. Tim Gautreaux

Todo lo que vale - Tim  Gautreaux


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      TIM GAUTREAUX (1947, Morgan City, Luisiana), es autor de varios libros de relato y de dos novelas.Sus trabajos han sido publicados en The New Yorker, The Best American Short Stories, The Atlantic, Harper’s y GQ. Entre los premios que ha recibido destacan en 1999 el SEBA Book Award y en 2005 el John Dos Passos Book Prize.

      Su obra ha sido traducida a varios idiomas. El mismo sitio, las mismas cosas fue la obra con la que debutó y fue la primera que se tradujo en España, por La Huerta Grande. Durante treinta años fue profesor en Southeastern Louisiana University. Actualmente vive junto a su esposa en Chattanooga, Tennessee.

      Gautreaux hizo su primera incursión en la novela con El próximo paso en el baile, en la que muchos críticos vieron a una promesa de la literatura norteamericana de los años 90.

      TIM GAUTREAUX vuelve a sorprendernos con esta nueva serie de relatos publicados originalmente en Atlantic Magazine y recopilados más tarde en el libro Welding with children que da título al primer relato. Todo lo que vale son pequeñas piezas maestras llenas de humory de ternura que narran las vidas anónimas de los entrañables personajes que componen el tejido social y emocional del entorno rural de Luisiana.

       «Miró la tierra reseca y se humedeció los labios con la lengua, (...) el Oeste no era lo que había pensado y quería volver a casa (...) volvió a sentir su verdadero yo, increíblemente auténtico».

       Gautreaux es un sólido y admirable escritor, aplaudido por autores brillantes como Charles Frazier y Annie Proulx.

       Jam Poste, The Guardian.

       Tim Gautreaux es literatura en estado de gracia.

       José María Guelbenzu, Babelia-El País.

       Qué gran placer, el de caer en las manos de un gran contador de historias.

       Andrés Ibáñez, ABC Cultural

      Todo lo que vale

      COLECCIÓN

      Las Hespérides

      TIM GAUTREAUX

      Todo lo que vale

      Traducción de José Gabriel Rodríguez Pazos

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      © De los textos: Tim Gautreaux

      © De la traducción: José Gabriel Rodríguez Pazos

      Madrid, 2021

      Edita: La Huerta Grande Editorial

      Serrano, 6 28001 Madrid

       www.lahuertagrande.com

      Reservados todos los derechos de esta edición

      ISBN: 978-84-17118-75-4

      Diseño de cubierta: La Huerta Grande

      Producción del ePub: booqlab

       A mis profesores, que sabían que todo hecho es una moneda

      Índice

       Todo lo que vale

       Exceso de luz

       Bueno para el alma

       Presa fácil

       El afinador de pianos

       El Congreso de Escritores de Pine Oil

       Resistencia

       Mala sangre

       Puesta de sol en el cielo

       La libertad del rodeo

       Bailando con la mujer manca

      Agradecimientos

      Quiero dar las gracias a los numerosos responsables de la Southeastern Louisiana University que han apoyado mi trabajo de escritor. Debo dar las gracias a mis colegas y amigos por lo que me han animado y por su compañía literaria. Tengo una enorme deuda de gratitud con los incansables trabajadores de Sterling Lord Literistic, así como con los editores de revistas académicas que han apoyado mi trabajo. Finalmente, me gustaría dar las gracias a mi esposa, Winborne, que es capaz de detectar una mala frase en cualquier sitio, en cualquier momento.

      Todo lo que vale

      Fue un típico martes. Mis cuatro hijas, ninguna de ellas casada, ya me entienden, aparecieron y nos dejaron a sus hijos, uno cada una, después de explicarle a mi mujer lo bien que se lo iba a pasar cuidando de ellos. Pero el martes es el día que ella va al casino, así que adivinen a quién le tocó ocuparse de los cuatro críos. Mi hija mayor trajo también el bastidor de un somier, que se había roto por un extremo. Quería que lo soldara. No consigo imaginar qué demonios se puede hacer en una cama para romper un bastidor de hierro, pero el caso es que el sueldo de cocinera de hamburguesas no le daba para comprar uno nuevo, eso dijo, así que tenía que arreglarlo yo con cuatro niños colgados del mono de trabajo. Su hijo, apodado Nu-Nu, tiene siete meses y es un bebé cabezón que siempre está babeando. La segunda de mis hijas, azafata en una compañía de aviones de hélice en Alexandria, tiene una niña de seis años llamada Moonbean, y eso no es un mote. La tercera, que sigue teniendo sus novietes, nos dejó a Tammynette, también de seis años; y el último en llegar fue Freddie, que es mi favorito, porque es igual que yo en esas viejas fotos mías de cuando tenía siete años: cabeza redonda y pelo cobrizo a cepillo, muy corto, como si fuera velcro. También tiene una piel como la mía, de esas que parecen papel, solo que él tiene bastantes pecas.

      Cuando estuvieron todos, puse a los tres mayores delante del televisor y mecí a Nu-Nu hasta que se durmió y lo dejé en la cuna de viaje. Entonces me llevé afuera el bastidor y a los tres que quedaban despiertos, y cruzamos la parcela bajo los árboles hasta mi taller de paredes de chapa. Intenté hacer algo con aquel bastidor, pero Tammynette puso en marcha el aparato de afilar grande, acercó una lima a la piedra y se empezó a reír con las chispas que salían. Lo desenchufé y me puse a trabajar, pero cuando estaba sujetando el bastidor en el torno y enganchando la toma de tierra de la soldadora, me apoyé en la estructura de hierro y Moonbean cogió en ese momento el portaelectrodo e hizo que se produjera un arco azul al acercarlo a la parte de abajo de la cremallera de mi mono de trabajo. Yo salté hacia atrás, como si el poder del Altísimo me hubiera zarandeado, rasgué el mono de un tirón y me sacudí las chispas de los calzoncillos. Moonbean abrió de par en par sus ojos de chivo y dijo en tono cantarín:

      —¡Hala! Cómo brinca el abu.

      Pensé entonces que mejor dejaba de soldar nada con niños alrededor.

      Los saqué a la parcela a jugar, pero, aunque tengo más de una hectárea, la verdad es que no hay mucha cosa para


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