La Segunda Guerra Mundial. History Nerds
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La Segunda Guerra Mundial
Traducido por Mariano Bas
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Publicado porTektime
Prólogo: Aprender más sobre la Segunda Guerra Mundial
Es triste (aunque algo que tenemos que aceptar) que el siglo XX se viera caracterizado por un conflicto global devastador y persistente. En un mundo de posturas socioeconómicas cambiantes que aún se estaba recuperando de los efectos devastadores de la Gran Guerra, las cosas estaban lejos de ser perfectas. Incluso antes de que se restañaran las heridas, Europa cayó en otro nuevo desastre aún más atroz: la Segunda Guerra Mundial.
Al intentar abordar este conflicto global más de 70 años después de su finalización, tenemos que darnos cuenta de que sigue siendo una herida abierta para muchos en todo el mundo. Una herida que sencillamente no sanará y cuyo dolor resulta profundo. Los efectos de la Segunda Guerra Mundial fueron muchos y muy importantes y han moldeado en muchos sentidos las vidas que llevamos hoy. Es por esto por lo que debemos adoptar una postura neutral y crítica mientras entramos en detalles acerca de esta oscura página de la historia del mundo. La postura de un testigo, una en la que no haya filiaciones políticas ni religiosas, solo una comprensión completa del dolor, el sufrimiento y la insensatez de una guerra global.
En este libro nos ocuparemos de los momentos esenciales de la Segunda Guerra Mundial: aquellos acontecimientos que definieron la historia moderna y cuya magnitud dictó el destino del planeta entero. Solo dos décadas después del final de la Gran Guerra, cuya escala y devastación no se habían visto antes en el mundo, Europa estaba de nuevo al borde del conflicto. El estado en el que había quedado nuestro continente después de Armisticio de 1918 seguía plagado de problemas no resueltos y preguntas sin respuesta y las grandes potencias mundiales volvían competir en busca de riqueza e influencia. Con los nuevos movimientos políticos, las viejas heridas que seguían muy abiertas y el aún incesante hambre de poder, la guerra era una amenaza constante. Fue un lento ritmo de crecimiento de las intrigas y la política, que aumentó constantemente a través de la década de 1930 y se convirtió en un atronador crescendo bélico.
La Segunda Guerra Mundial empezó el 1 de septiembre de 1939 y, desde sus primeros disparos, dictó el tempo de esta nueva y modernizada manera de hacer la guerra. Fue una guerra como ninguna otra. Fue la guerra moderna. Superó a la Gran Guerra de los primeros años del siglo XX y eclipsó su escala y complejidad. Tomando las revolucionarias nuevas tecnologías desarrolladas en aquella «guerra para acabar con todas las guerras», la segunda guerra global las transformó en algo completamente diferente. Algo devastador e infernal. La devastación reinaba desenfrenadamente y la muerte triunfaba a cada paso. Esta es la triste historia que todavía resuena en las mentes y los corazones de muchos. La triste historia que avergonzó a Europa y le hizo sacrificar a muchos de sus hijos. Esta es la historia de la Segunda Guerra Mundial.
Un mundo tumultuoso: Orígenes y causas de la Segunda Guerra Mundial
La Primera Guerra Mundial causó estragos en la entonces tradicional Europa y sus naciones en conflicto. El paso de una época a otra fue un enorme cambio, lamentablemente muy violento. Al experimentar el auge de la industria y las nuevas tecnologías que esta trajo, el mundo no pudo mantener el ritmo necesario para acabar con el profundo abismo que separaba lo viejo de lo nuevo. Las tácticas militares quedaron anticuadas, la guerra se actualizó y la fricción entre ambas cosas tuvo un efecto devastador sobre el soldado común. Y, tras la Gran Guerra, Europa emergió completamente transformada. Habían desaparecido, para bien, lo venerables imperios antiguos. Se formaron nuevas naciones a partir de sus ruinas y se conformó una imagen económica, social y política completamente nueva. Para que estos nuevos cambios se consolidaran y ganaran coherencia se necesitaba sobre todo tiempo. Pero Europa no tenía tiempo que perder.
Cuando acabó la Gran Guerra en 1918, el armisticio alcanzado resultó ser un grave castigo para la derrotada Alemania y sus aliados. Extremadamente limitador en todos sus aspectos, mantenía a Alemania controlada, también en todos sus aspectos. Su industria militar estaba casi arrasada, permitiendo solo capacidades y mano de obra mínimas. Como nación, su poder bélico se redujo a la nada. No hace falta decir que la carga económica para Alemania (y asimismo para la mayoría de las demás naciones de Europa) fue catastrófica. Sus recursos se habían agotado en alimentar la maquinaria bélica y el camino que les aguardaba era el de la crisis y la pobreza. Y sobre las cenizas del Imperio Alemán surgió una nueva nación, la República de Weimar. En esta nación surgió un gran descontento en los años de posguerra, mientras se esforzaba por pagar las indemnizaciones a los vencedores de la Gran Guerra. El nacionalismo seguía creciendo en toda Europa, igual que antes de la Gran Guerra. Cabría pensar que un conflicto tan devastador como fue la Primera Guerra Mundial traería sensatez a los pueblos europeos y atemperaría sus radicales posturas patrióticas. Pero lamentablemente la deuda no se había pagado aún y solo sirvió para profundizar en los odios preexistentes que albergaban los vecinos e hizo que las nuevas generaciones fueran conscientes de las penalidades de sus padres.
Para empeorar las cosas, el mundo entero se enfrentaba a una crisis completamente nueva. Como si se despertara de un mal sueño, el mundo trató de restañar sus heridas mediante el libertinaje y la extravagancia. Los Felices Veinte se caracterizaron por nuevas e interesantes tendencias en moda y cultura, por el crecimiento económico y por el auge artístico. Tal vez tratando de olvidar la sangre, el barro, el dolor y la muerte inolvidables de la Gran Guerra, la sociedad occidental se lanzó de cabeza hacia un ciego torbellino de lujo y hedonismo, como si tratara de adormecer sus sentidos. Conocida como la Era del Jazz, floreció en Estados Unidos, desde donde estas tendencias se extendieron pronto por toda Europa y el mundo. Pero los hipnotizados por las luces cegadoras de la vida nocturna y las deslumbrantes orquestas pronto se enfrentaron a un nuevo despertar. Pues cuando intentas volar alto, cuando la dopamina deja de funcionar, caes abruptamente al suelo. El gran desplome de la bolsa en Estados Unidos, el llamado crack de Wall Street de 1929, dio paso en Occidente a una extendida crisis económica que hizo que desaparecieran rápidamente las sonrisas de los Felices Veinte. La década de 1930 estaba llegando y era completamente distinta.
La Gran Depresión, que normalmente se considera que empezó en 1929 y persistió hasta finales de la década de 1930, fue una década absolutamente opuesta a la que la precedió. Extendiéndose desde Estados Unidos hasta todos los rincones del planeta, esta grave depresión económica llevó al mundo a su paralización. Un rápido e intenso declive en la economía global como ese no se había visto antes en el mundo. El PIB (Producto Interior Bruto) mundial cayó un 15% o más y el comercio internacional disminuyó en torno al 50%. El desempleo aumentó en todo el planeta y en muchos países europeos llegó a ser del 33%. En Alemania, la situación empeoraba constantemente. Las penalidades económicas y la depresión aumentaban la presión tanto sobre la sociedad como sobre el gobierno y la nación estaba dividida entre las fuerzas políticas de izquierda y derecha. Pero ya en 1919 la derecha alemana había iniciado su lento ascenso al poder, encabezado por un nuevo personaje en su política: Adolf Hitler. Su decidido ascenso empezó cuando se unió al partido político conocido como Deutsche Arbeiterpartei, DAP (Partido Obrero Alemán). Al año siguiente, 1920, ese nombre cambió a Nationalsozialistische Deutsche Arbeitpartei, NSDAP (Partido Nacional Socialista Obrero Alemán). Era la derecha de la fragmentada imagen de Alemania: un movimiento totalitario de extrema derecha, opuesto al marxismo y muy dolido por las injusticias del armisticio posterior a la Gran Guerra. Hitler se convirtió rápidamente en protagonista, ganando seguidores con sus discursos e ideas encendidos y radicales que atraían al ciudadano alemán común, trabajador y empobrecido.
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