Rápido, violento y muy cercano. Eduardo Villanueva
y que salvo la represión carecía de alternativas, pues tampoco lograba articular una agenda, mostrar ideas o liderazgo. La mediocridad de Merino de Lama era una tara difícil de disimular, pues no mostraba iniciativa alguna ni parecía saber qué estaba haciendo. El nuevo gabinete no ofrecía nada, ni siquiera la impresión de control sobre el Estado. Compuesto por una variedad de figuras genéricamente de derecha, contaba entre sus miembros con personas sin duda honorables, pero que evidentemente no tenían idea de las consecuencias políticas del golpe palaciego. Es posible que pensaran que tenían un deber público primordial al aceptar el encargo, pero mostraron que no sabían qué estaba pasando en el país.
Figura 1. Primera plana del diario La República, 13 de noviembre de 2020 (https://impreso.larepublica.pe/impresa/larepublica-lima/13-11-2020#lr_impreso32)
Las protestas tuvieron varios escenarios. El digital, sin duda, donde mucha gente utilizó distintos medios para diseminar su opinión —favorable o desfavorable— sobre las protestas. Los intentos de manipulación o las opiniones progolpistas tuvieron contendores intensos y dedicados en estos espacios, y el debate fue sin duda un facilitador de la victoria del contragolpe. Desde sus hogares, muchos peruanos protestaron con los ya mencionados cacerolazos. En la calle, marchas de todo tipo, desde tranquilas y ordenadas en distritos acomodados hasta turbulentas e intensas en las zonas céntricas, fueron acometidas por una masa que, como nos nuestra la evidencia existente, estaba compuesta fundamentalmente de jóvenes. Estos además podían ser divididos en tres grupos, conectados entre sí por cercanías varias: los activistas dedicados, no siempre políticos sino de causas sociales; los grupos no políticos pero igual movilizados esta vez, como barras de equipos de fútbol; y los espontáneos, desde los periféricos o simpatizantes de los grupos anteriores, hasta amigos de barrio o estudios que optaron por «ir a ver» y terminaron en medio de todo4. Clave para entender lo sucedido es la ausencia, para efectos prácticos, de militantes políticos explícitos.
En la madrugada del 13, luego de la masiva manifestación que fue apenas la versión limeña de la misma protesta en todo el país, aparecieron «pintas senderistas» en el centro de la ciudad, supuestas pruebas de la infiltración terrorista. Lástima que fueran, digamos, versiones libres de la hoz y el martillo (figura 2). La velocidad con la que ese y otros montajes de estilo tradicional, incluyendo el argumento de que se trataba de manifestantes pagados o de una intervención externa —desde Soros para abajo— fueron desbaratados, y demostraron que el gobierno y las fuerzas represivas no sabían ya que hacer y que el viejo repertorio no funcionaba, por la torpeza de los ejecutantes, pero también porque una maniobra así dura lo que un charco de lluvia limeño: minutos. A través de sus cuentas de medios sociales o redes, como se les conoce coloquialmente, los manifestantes demostraron que era evidentemente falso que esas mal trazadas versiones libres fueran la prueba pretendida. El apoyo bien poco disimulado de algunos comentaristas en medios no servía de mucho tampoco, y poco a poco estos se fueron replegando para dejar en completa soledad al desavisado usurpador.
Con la misma intención viral, los protagonistas de las protestas, con la colaboración de algunos medios de prensa, difundían imágenes de brutalidad policial y consistentes reclamos sobre la ilegitimidad de los golpistas. Las protestas comenzaron a verse favorecidas por las demostraciones de absoluta falta de imaginación del gobierno; con la ausencia del limitado Merino de Lama, falto completo de juego político; con discusiones que dejaban a varios de los nuevos ministros en pésima ubicación —el ex marino Fernando D’Alessio escribió antes de juramentar que la marcha convocada para el 12 de noviembre estaba siendo organizada por el MOVADEF, la organización
cuasi formal de Sendero Luminoso que aboga por la liberación de sus líderes en prisión5.
Figura 2. «Hoz y Martillo» falsos.
De otro lado, la oposición formal no existía. La izquierda parlamentaria protestaba, sin eco alguno, respecto a ciertas medidas, luego de haber perdido credibilidad por facilitar el golpe. Las organizaciones sindicales no respondían, solo se reunían para evaluar la situación. Los defensores de intereses propios, aliados a los reaccionarios, no decían nada; algunos gobernadores regionales y candidatos presidenciales exigían medidas para el pueblo o respeto a los que protestaban, pero sin llamar a revertir la decisión del Congreso, y menos a un cambio de presidente.
El viernes 13 fue más tranquilo, acompañado de cacerolazos y acciones aisladas, pero la cobertura mediática dejaba claro que lo ocurrido no era un asunto menor, o que se tratara de algunos descarriados utilizados por terroristas. Las protestas no solo eran masivas, sino que tenían una lógica simple: Merino de Lama debía irse. Ese viernes, con partido de la selección peruana en Santiago de Chile de por medio, todo parecía indicar que nada detendría lo que ocurría en la calle.
Eso fue confirmado el sábado 14, tras una autoconvocatoria realizada sobre todo a través de medios digitales como WhatsApp, TikTok o Facebook. La movilización fue mayúscula en todo el país, e incluyó eventos menores pero inusuales, como una protesta frente a la residencia de Ántero Flores, en La Molina, un distrito predominantemente de clase media alta. Hubo movilizaciones distribuidas por todo Lima que fueron convergiendo hacia el centro de la ciudad. Al inicio no hubo mayores consecuencias, pero la intensificación de las protestas y sobre todo el intento de bloquear el paso hacia el Congreso de la República detonaron la represión.
Esta represión fue similarmente mayúscula, mucho más violenta que antes, y resultó en dos muertes y varias detenciones arbitrarias, afortunadamente resueltas relativamente rápido. La escala de la protesta y la indignación por la represión se reflejó en los cacerolazos: después del habitual de las ocho de la noche, ocurrió un segundo a las diez, luego de la noticia de que había al menos un muerto; y otro, convocado como el día anterior a través de medios sociales, ocurrió a la medianoche6. Mientras la policía lanzaba gases lacrimógenos indiscriminadamente, incluso en zonas en donde no había manifestantes o se estaban replegando, la ciudadanía contemplaba una historia fragmentada y parcial, que no podía aún reflejar lo que realmente había sucedido, pero que igualmente servía para dejar en claro que más allá de represión, el gobierno no sabía qué hacer; ni siquiera podía insistir con el argumento del terrorismo o de los manifestantes pagados por fuerzas oscuras, que había quedado cancelado.
Esta incapacidad de respuesta se reflejó en la completa falta de conducción política durante la crisis. En una segunda performance memorable por su torpeza, el primer ministro Flores Aráoz respondió a los periodistas que lo llamaron con un «No sé nada, nadie me responde el teléfono». Merino de Lama no daba la cara, y solo luego se supo que él, junto con varios ministros, se reunían en el Ministerio del Interior. Al menos doce ministros renunciaron entre las 10 y las 12 de la noche del 14, algunos expresando su desacuerdo con la represión, otros sin decir nada al respecto. La soledad del usurpador era a esas alturas más que evidente. Luego se reveló que en algún momento los usurpadores consideraron ordenar a las Fuerzas Armadas salir a las calles, reprimir con más violencia y arrestar a los líderes de la protesta, a pesar de que no hubiera tales (Gorriti, 2020). Las Fuerzas Armadas no aceptaron esa presión y en un comunicado singular7, aclararon que su rol era sostener el orden constitucional y el estado de derecho; algo que nunca antes habían dicho de esa manera en una crisis política.
El silencio de Merino de Lama culminó hacia mediodía del domingo 15, cuando en un discurso tosco y poco articulado, renunció irrevocablemente «a la presidencia de la república», cargo que técnicamente no era el correcto, pues solo estaba encargado de la misma como presidente del congreso. Aunque el Congreso no logró solucionar la situación hasta el lunes por la tarde, quedó claro que el gobierno Merino de Lama había durado menos de una semana, y había sido completamente humillado por la ciudadanía. Ningún actor político formal había podido tomar la iniciativa durante esos días: todo fue auto organizado, todo fue una agregación de acciones que se acumularon hasta hacer la crisis insostenible.
2 En febrero de 2021 se reveló que Vizcarra,