La palabra de Dios para el mundo de hoy. John Stott
entusiasta y constante de Stott ha dado su fruto y lo seguirá dando en América Latina. El libro que el lector tiene ahora entre manos ha sido y seguirá siendo un valioso instrumento de formación para ello.
Samuel Escobar
Valencia, España, enero de 2021
Prólogo a la edición en inglés
John Stott fue conocido por su extraordinaria capacidad para explicar la Biblia con claridad y pertinencia. Miles alrededor del mundo han manifestado su gratitud por la manera en que Stott les presentó el poder dinámico de la Biblia. Además de ello, sus libros y sus sermones se hicieron famosos por la capacidad de establecer puentes entre la Escritura y el mundo contemporáneo; a Stott le preocupaba prestar mucha atención a ambos mundos, con el fin de asegurase que pudiera tender dichos puentes.
Este breve libro, que originalmente fuera publicado bajo el título The Bible: Book for Today, refleja la preocupación que Stott tenía por lograr que las Escrituras fueran tomadas en serio por cada generación y cultura. El contenido apareció originalmente bajo la forma de cinco sermones en la iglesia All Souls, en Londres, durante los mese de febrero y marzo de 1980; por ello, el objetivo de cada capítulo es explicar algún texto bíblico.
El contenido ha sido revisado y actualizado por Catherine Nicholson, pero la esencia del texto original permanece igual que cuando fuera originalmente publicado hace más de treinta años. Stott aborda temas que son igualmente importantes el día de hoy como lo fueron ayer. Recordemos lo que escribió en el prólogo original: «Este libro trata de la actitud histórica del cristianismo en relación con la Escritura, y acerca de la propia Biblia respecto a sí misma, lo cual debe ser repetido a cada generación y que sigue siendo la perspectiva más básica para enfrentar a otros asuntos urgentes». Langham Predicación se siente privilegiada por ofrecer este libro al alcance de una nueva generación de lectores por todo el mundo.
Catherine Nicholson y Jonathan Lamb
abril de 2014
Introducción
Antes de empezar, permítanme mencionar algunos puntos.
En primer lugar, la Biblia sigue siendo un best-seller mundial. ¿Por qué? La Biblia completa ha sido traducida a más de quinientos idiomas, y el Nuevo Testamento se encuentra disponible en casi mil trescientos idiomas. Algunas estimaciones sugieren que se han impreso más de cinco mil millones de copias de la Biblia. ¿Por qué hoy en día este libro tan antiguo sigue siendo el libro más exitoso?
En segundo lugar, y paradójicamente, este libro tan comprado sufre de mucho abandono. Es probable que decenas de miles de personas que compran una Biblia nunca la logren leer. Aún en las iglesias, el conocimiento de la Biblia es muy escaso. Hace sesenta años, Cyril Garbett, en aquel entonces arzobispo de York, escribió que «la mayoría de los hombres y las mujeres (en Inglaterra) no oran, a menos que haya alguna aterradora emergencia; no leen sus Biblias, salvo que quieran encontrar alguna palabra para su crucigrama; ni asisten a la iglesia en todo el año, a menos que haya algún bautismo, matrimonio o funeral». Y, si esta declaración fue cierta hace sesenta años, es mucho más cierta el día de hoy.
• Pocos padres les leen la Biblia a sus hijos, y mucho menos les enseñan sobre ella;
• Pocos miembros de la iglesia tienen el hábito de meditar diariamente en la Biblia;
• Pocos predicadores estudian concienzudamente el texto bíblico para captar su significado original y su aplicación para el mundo de hoy;
• Algunos líderes son tan descarados que expresan públicamente su desacuerdo con las enseñanzas doctrinales o morales de la Biblia.
Se trata de una situación trágica. ¿Qué se puede hacer para remediarla?
En tercer lugar, estoy convencido de que Biblia es un libro, de hecho, el libro por excelencia para la actualidad. La Biblia es la Palabra de Dios para el mundo de hoy. Hace no mucho tiempo todas las iglesias evangélicas reconocían la singular inspiración de la Biblia y su consecuente autoridad. Sin duda alguna, la sumisión a la autoridad de las Escrituras (o, como pienso que deberíamos expresarlo mejor, la sumisión a la autoridad de Dios tal y como se nos revela mediante las Escrituras), siempre ha sido, y continúa siendo, un sello importante de los cristianos evangélicos. Creemos en sus enseñanzas, nos aferramos a sus promesas y deseamos obedecer sus mandamientos. ¿Por qué? Principalmente, porque creemos que la Biblia es la Palabra de Dios, pero también porque él nos habla de manera clara por medio de ella. La Biblia fue el libro para el ayer. Y definitivamente será el libro para el mañana. Pero para nosotros la Biblia es el libro para el presente.
Así que, la constante popularidad de la Biblia, su lamentable abandono y su pertinencia actual son tres buenas razones por las que debemos reflexionar en La Palabra de Dios para el mundo de hoy.
Capítulo 1
Dios y la Biblia
Este primer tema nos presenta el asunto de la revelación. Para ello, vayamos a Isaías 55.8-11.
Dios dice:
Porque mis pensamientos no son los de ustedes,
ni sus caminos son los míos —afirma el Señor—.
Mis caminos y mis pensamientos
son más altos que los de ustedes;
¡más altos que los cielos sobre la tierra!
Así como la lluvia y la nieve
descienden del cielo,
y no vuelven allá sin regar antes la tierra
y hacerla fecundar y germinar
para que dé semilla al que siembra
y pan al que come,
así también la palabra que sale de mi boca:
No volverá a mí vacía,
sino que hará lo que yo deseo
y cumplirá con mis propósitos.
De este maravilloso texto podemos extraer al menos tres lecciones importantes.
El carácter razonable de la revelación: ¿Por qué Dios tiene que hablar?
Se les hace difícil a algunos comprender el concepto de la revelación. La idea de que Dios debe darse a conocer a la humanidad parece imposible. Se preguntan: «¿Por qué debería hacerlo? ¿Y cómo lo haría?». Pero, obviamente necesitamos que Dios se revele a sí mismo. No podremos entender a Dios a menos de que él se dé a conocer. En toda época, la gran mayoría de gente ha sentido confusión en torno a los misterios de la vida y la experiencia humana. Así que, la gran mayoría ha reconocido la necesidad de recurrir a una sabiduría superior si es que quieren alguna vez llegar a comprender el significado de su propia existencia humana, y aún más, el significado de Dios, si es que realmente existe. Permítanme mencionar a Platón, filósofo de la Grecia clásica. Nos dice en su obra Fedón, que tenemos que navegar por mares de oscuridad y duda en la pequeña «balsa» de nuestro entendimiento, y añade, «arriesgarse a realizar la travesía de la vida, si es que no se puede hacer con mayor seguridad y menos peligro en navío más firme, como, por ejemplo, una revelación de la divinidad».
Sin la revelación, la instrucción ni la guía divina, las personas nos sentimos como un barco sin timón a la deriva en altamar; como una hoja que el viento la arrastra por doquier; como un ciego que anda a tientas en la oscuridad. ¿Cómo podemos encontrar nuestro rumbo? Y más importante aún, ¿cómo podemos encontrar el camino de Dios sin su guía? En los versículos 8 y 9 se nos dice que es humanamente imposible conocer a Dios por nuestra propia inteligencia: «Mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos —afirma el Señor—. Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre la tierra!» En otras palabras, hay una gran brecha entre la mente de Dios y las mentes humanas. Por un lado, el pasaje muestra un contraste entre los caminos y pensamientos de Dios y, por otro lado, los caminos y pensamientos de los hombres. Es decir, que hay un gran abismo de separación