El Mesías. Samuel Pagán

El Mesías - Samuel Pagán


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su administración y permanencia. A Nabucodonosor lo sucedió Amel-Marduc, que fue asesinado al poco tiempo de comenzar su gestión (562-560 a.C.). Le sucedió Neriglisar, quien no pudo mantener el poder por mucho tiempo (560-556 a.C.). El usurpador Nabónido, aunque gobernó por algún tiempo, no pudo superar la crisis producida por sus reformas religiosas. Entre esas decisiones se puede identificar el cambio del culto a Marduc por el culto a Sin, decisión que causó el descontento general entre los importantes sacerdotes de Marduc. Además, y posiblemente por razones de seguridad relacionadas con la reforma religiosa, tuvo que mudarse a Teima por siete años, dejando como regente de Babilonia a su hijo Baltasar.

      Ciro, mientras imperaba el desorden y la inseguridad en Babilonia, aumentó sistemáticamente su poder político mediante conquistas militares en todo el Medio Oriente. Y aunque comenzó su carrera política como servidor de los medos, con el tiempo conquistó su capital, Ecbatana, en el 553 a.C., con la ayuda de Nabónido. Posteriormente, Ciro marchó contra Lidia, conquistó Sardis y se apoderó de la mayor parte de Asia Menor. Finalmente, en la famosa batalla de Opis, conquistó definitivamente Babilonia.

      La segunda sección del Libro de Isaías (Is 40—55) se relaciona con este singular período de la histona bíblica: particularmente con los años anteriores al triunfo definitivo de Ciro y su entrada triunfal en Babilonia. Los mensajes proféticos que responden a este período toman en consideración el odio y los deseos de venganza de los judíos. Sin embargo, junto a la nostalgia de la tierra prometida, tenían firmes deseos de liberación y de retorno. Los mensajes proféticos están impregnados de dolor y esperanza. Y el lema fundamental es la consolación.

      En el exilio, una de las mayores preocupaciones de los deportados era imaginar y proyectar la futura restauración de Israel. La esperanza de un retorno a las tierras que sus antepasados entendían que habían recibido de Dios nunca murió. La comunidad exílica se negó a aceptar la realidad del exilio como definitiva. ¡El exilio era una experiencia transitoria! En ese sentido, la contribución de los profetas del exilio fue muy importante. Esos líderes del pueblo se dieron a la tarea de afirmar el valor de la esperanza en momentos de crisis, desarraigo y angustia.

      Cuando Ciro hizo su aparición en la escena política y militar del Antiguo Oriente, Babilonia estaba en un franco proceso de decadencia interna. Los mensajes proféticos en torno al imperio babilónico se hacían realidad (Is 45:20—46:13; 47). Babilonia no tenía fuerza militar, e internamente estaba llena de conflictos y descontentos religiosos, sociales, políticos y económicos (Is 41:1-7; 46). Además, el monarca de turno, Nabónido, carecía de la confianza y del respeto del pueblo. En el año 539 a.C. los ejércitos persas entraron triunfantes en Babilonia y comenzó una nueva era en la historia del pueblo de Dios.

      Con la victoria de Ciro sobre Babilonia, se consolidó uno de los imperios y gobiernos más poderosos de la historia: el imperio persa. La filosofía administrativa y política de Persia se distinguió, entre otros, por los siguientes aspectos: no destruyó las ciudades conquistadas; respetó la vida, los sentimientos religiosos y la cultura de los pueblos sometidos; y mejoró las condiciones sociales y económicas del imperio. Ciro, además, utilizó la religión para consolidar el poder al participar en un culto donde se proclamó el enviado de Marduk, el dios de Babilonia.

      En continuidad con su política de respeto y afirmación de los cultos nacionales, siempre y cuando no afectaran adversamente la lealtad al imperio persa, Ciro promulgó un muy importante edicto (538 a.C.) que favoreció al pueblo judío deportado. Del llamado «Edicto de Ciro», la Biblia presenta dos versiones: la primera, escrita en hebreo, se encuentra en Esdras 1:2-4; y la segunda, redactada en arameo, que se presenta en la forma tradicional de un decreto real, se encuentra en Esdras 6:3-5.

      El texto arameo del edicto estipulaba que el Templo debía ser reconstruido con la ayuda económica del imperio persa; además, presentaba algunas regulaciones referentes a la reconstrucción; y añadía que los tesoros reales llevados a Babilonia por Nabucodonosor desde el Templo de Jerusalén debían ser devueltos a su lugar de origen. El texto hebreo del edicto incluye, además, que los judíos que quisieran regresar a su patria podían hacerlo; también se invitaba a los que se quedaron en Babilonia a cooperar económicamente en el programa de restauración nacional.

      Para guiar el regreso a Palestina y dirigir las labores de reconstrucción, Ciro seleccionó a Sesbasar, uno de los hijos del rey Joaquín (1 Cr 3:18), quien fue designado gobernador (Esd 5:14). Al viaje de retorno a Jerusalén, posiblemente organizado de forma inmediata, sólo un pequeño sector del pueblo debe haberlo acompañado. Únicamente los judíos más ancianos recordaban la ciudad de Jerusalén; el viaje era muy largo, costoso y estaba lleno de peligros; la tarea que se les había encomendado era difícil; y la meta del viaje era un territorio pobre, despoblado y relativamente pequeño.

      Tan pronto como llegaron a Jerusalén, comenzaron los trabajos de reconstrucción y posiblemente reanudaron algún tipo de culto regular entre las ruinas del templo. Ese período debe haber estado lleno de expectación, esperanza y sueños. El pueblo esperaba ser testigo del cumplimiento de los mensajes proféticos de los profetas Isaías (40—55) y Ezequiel (48); sin embargo, recibió el rudo golpe de la desilusión, la frustración y el desaliento.

      Los años que siguieron a la llegada de los primeros inmigrantes a Palestina estuvieron llenos de dificultades, privaciones, inseguridad, crisis y violencia. A esa realidad inmediata debemos añadir que la ayuda del imperio persa nunca llegó, la relación con los samaritanos fue abiertamente hostil y el desánimo de los trabajadores al ver el poco esplendor del edificio que construían, desaceleró las labores de reconstrucción (Hag 2:3: Esd 3:12-13).

      De Sesbasar realmente sabemos poco. Desconocemos lo que sucedió con él, pues deja de ser mencionado en los documentos bíblicos. Lo sustituyó Zorobabel, su sobrino.

      Ciro murió en el año 530 a.C. y lo sucedió en el trono su hijo mayor, Cambises. La nueva administración continuó la política expansionista de Ciro, hasta que Cambises murió en el año 522 a.C. Su gestión política y su muerte trajeron al imperio un período de inestabilidad y crisis. A Darío l, quien lo sucedió, le tomó varios años reorganizar el imperio y consolidar su poder.

      Al mismo tiempo que el imperio persa se conmovía en sus luchas internas, el año 520 a.C. fue testigo de las importantes contribuciones proféticas de Hageo y Zacarías. Además, ese período fue muy importante en el proceso de renovación de la esperanza mesiánica de la comunidad judía.

      La crisis en el imperio, unida al entusiasmo que produjeron las profecías mesiánicas en torno a Zorobabel, fueron factores importantes para que el Templo se reconstruyera e inaugurara en el año 515 a.C. Este Templo, conocido como el «Segundo Templo», que posteriormente fue embellecido por Herodes el Grande y destruido por los romanos en el año 70 d.C., no podía compararse con el Templo de Salomón. El culto tampoco era una reproducción de la experiencia pre-exílica. Sin embargo, tanto el Templo como el culto eran símbolos de unidad dentro de la comunidad, afirmaban la continuidad del culto histórico y religioso con el Israel pre-exílico y, además, celebraban la importancia de las tradiciones judías para el futuro del pueblo.

      Nuestro conocimiento de la comunidad judía luego de la reconstrucción del Templo no es extenso. Las fuentes que están a nuestra disposición son las siguientes: las referencias que se encuentran en los libros bíblicos de Crónicas, Esdras y Nehemías; lo que podemos inferir de los libros de los profetas Abdías, Zacarías y Malaquías; los descubrimientos arqueológicos relacionados con esa época; y ciertamente la historia antigua. Todas estas fuentes apuntan hacia el mismo hecho: la comunidad judía, aunque había superado la crisis del retorno y la reconstrucción, estaba esencialmente insegura y se sentía defraudada. Las esperanzas que anidaron y soñaron en el exilio no se materializaron, y las expectativas mesiánicas en torno a Zorobabel no se hicieron realidad. La comunidad judía restaurada no era una sombra del Israel pre-exílico. El sueño y la esperanza fueron sustituidos por el desánimo y la frustración.

      La historia de la comunidad judía en Jerusalén estuvo estrechamente relacionada con la historia del imperio persa. Darío l, quien gobernó


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