Autonomía universitaria y capitalismo cognitivo. Esther Juliana Vargas Arbeláez

Autonomía universitaria y capitalismo cognitivo - Esther Juliana Vargas Arbeláez


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cognitivo? Acaso sea la de actuar como institución de los bienes comunes del conocimiento que funde su potencia en la autonomía del conocimiento en tensión con la aspiración de autonomía universitaria.

      Este es el horizonte que se abrió para la investigación que está a la base de este libro y que le debo a las conversaciones con Carlos Enrique. Con él, como director de tesis y como amigo, pude comprender mis preguntas, orientar las indagaciones y discutir nuestras diferencias, siempre tratadas con respeto y afecto. Le agradezco que me contagiara de su entusiasmo por este asunto, que está tratado como un problema filosófico en este libro, pero que compromete las apuestas políticas personales. Esta es la impronta que dejó Carlos Enrique Restrepo en el trabajo que presento aquí y, sobre todo, en mi propia forma de sobrellevar y defender aún la idea de universidad.

      A su partida, mi orfandad académica fue atendida con infinita generosidad y cuidado por la profesora Luz Gloria Cárdenas Mejía, a quien le debo terminar esta investigación. No pudo ser más afortunada, para la comprensión del problema, su insistencia en que hiciera una lectura más detenida de Aristóteles. Asimismo, debo a los profesores Maximiliano Prada Dussán y Germán Vargas Guillén, su interés y lectura aguda del borrador preliminar y las discusiones sobre este tema. El primero me indicó, con la agudeza propia de experto medievalista que es, la bibliografía pertinente para tratar el asunto de la universidad medieval y las precisiones que debía incorporar. A Vargas Guillén, por su parte, le agradezco su cariño, puesto en operación en las discusiones sobre el problema de investigación, la estructura, la apertura al diálogo con sus estudiantes, entre otras. Por supuesto, este trabajo no hace suficiente honor a todo lo que hicieron Luz Gloria, Maximiliano y Germán, y menos aún Carlos Enrique, por mí.

      Finalmente, debo mencionar un agradecimiento especial al doctor Luis Enrique Nieto Arango. Si no fuera por su generosa opinión sobre mi trabajo académico, este libro no estaría en la Editorial de la Universidad del Rosario. Su partida deja una ausencia dolorosa para todos quienes tuvimos el privilegio de compartir sus conversaciones eruditas.

      1 Un buen ejemplo del malestar sobre la vida universitaria actual se encuentra en Vega (2015).

      2 Este libro es fruto de la investigación doctoral desarrollada en el Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia, bajo la dirección de Carlos Enrique Restrepo. Su repentina y triste partida me motivó a escribir esta sección introductoria. Luego de este suceso, tuve el honor de tener como tutora a la profesora Luz Gloria Cárdenas. A ella, mi mayor y más profunda gratitud y admiración.

       —El asunto de esta indagación—

      El problema general de este libro es el de la idea de universidad y su transformación en tiempos de capitalismo cognitivo. A lo largo de los estudios se han acopiado argumentos para defender la siguiente idea: si se asume la autonomía universitaria como un horizonte al que se orienta la universidad de manera teleológica —pero que nunca constituye una realidad completada, terminada—, en la actualidad dicha búsqueda de autonomía, por un lado, se plantea en relación con las coacciones del mercado y, por otro, no se debería orientar hacia la universidad-en-los-bordes o en fuga o nómada (como han planteado algunos autores). Por el contrario, la dirección hacia donde podría orientarse la búsqueda de la autonomía universitaria es la de la reivindicación de la reapropiación del conocimiento en el mundo universitario en tiempos de capitalismo cognitivo.

      Esto entraña una reflexión sobre el conocimiento como horizonte de acción política, sobre la autonomía (cómo se pasa de una característica individual a una aspiración colectiva o por qué debe entendérsela como horizonte abierto y no como realidad actualizada-completada) y por la necesidad de la institución del conocimiento y su tensa relación con las implicaciones epistemológicas (la institución del conocimiento funciona, a la vez, como habilitadora de la validación epistemológica y como delimitadora y constrictora del saber científico).

      Para esclarecer esta indagación se sigue la pregunta articuladora: ¿cómo se ha desplegado el estado actual de cosas?, en relación con la idea de universidad. Se encuentra que los problemas de autonomía, de acción política en el conocimiento, de institución de la universidad han descrito dinámicas más o menos parecidas desde el medioevo hasta la actualidad. La universidad busca sus definiciones o redefiniciones en tensión con agentes externos que la constriñen o condicionan la dinámica del conocimiento. En tiempos de capitalismo cognitivo, esa “causa externa” es la cooptación de la producción de conocimiento por parte del mercado, que no solo transforma los fines del cultivo del saber, sino la estructura misma de la dinámica universitaria.

      La estructura general del libro tiene tres momentos argumentativos: luego de esta sección introductoria, se presentan unos conceptos clave para comprender desde dónde se está indagando este problema. En la primera parte se estudian las nociones de autonomía, acción política y bienes comunes (estudios 1, 2 y 3).1 La segunda parte aborda el origen del problema de la autonomía universitaria, de la mano de una revisión de la idea de universidad en el medioevo, que busca identificar el problema de la autonomía-universitaria-en-conflicto desde la constitución misma de esta institución, problema que se actualiza hoy día en la forma del fenómeno de la universidad-empresa (estudios 4 y 5). La última parte está dedicada a la alternativa que se propone: el camino frente a los embates contra la autonomía universitaria que provienen de —en términos generales— el capitalismo cognitivo, no es la fuga, la universidad en los bordes, sino la revisión de la idea de universidad —que es tarea impuesta por su carácter autónomo-teleológico (no autónomo-completado)— en defensa del conocimiento como bien común (estudio 6).

       Pero ¿quién tiene la clave de la opinión pública?Una pequeña cohorte, un grupo élite, unos cuantos individuos admirables. […] La obra que va a dirigir la relación entre los tres actores, el poder, la sociedad y los intelectuales, está escrita desde este momento. Los intelectuales se convierten en la instancia de llamada a la sociedad, frente a las exigencias del ejecutivo. No tienen peso más que a condición de tener a la opinión pública de su parte.

      Alan Minc, Una historia política de los intelectuales

      Los últimos años del siglo XIX fueron testigos de la consolidación de una relación que, hasta ese momento, había existido de forma relativamente anónima: la relación entre los “intelectuales” y la política (o la acción política). Carlos Altamirano recoge en su libro Los intelectuales. Notas de investigación sobre una tribu inquieta (2013) el episodio que, según su perspectiva, sería el que moviliza por primera vez en la historia moderna a los académicos en torno de una causa política: el caso Dreyfus.2

      Todo sucedió en 1898, cuando el escritor Émile Zola publicó una serie de textos en los diarios parisinos en defensa del militar Alfred Dreyfus, acusado, al parecer injustamente, “de haber entregado información secreta al agregado militar alemán en París” (Altamirano, 2013, p. 18). A la iniciativa de Zola se sumaron otros escritores y filósofos a quienes, con intención más bien despectiva, llamarían los intelectuales.3 Estos personajes entraron en la vida pública a través de una acción colegiada para defender una causa sin más respaldo que el de su trayectoria académica: “el petitorio sumaba [la firma] de quienes consignaban los títulos profesionales de que estaban investidos o sus


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