Falacias, dilemas y paradojas, 2a ed.. Manuel Sanchis i Marco

Falacias, dilemas y paradojas, 2a ed. - Manuel Sanchis i Marco


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añadido nuevas píldoras hasta un total de 60, y las hemos agrupado con un criterio temático en diez capítulos o bloques compactos, que son lo que se corresponden con los diez temas en los que está dividido el programa de la asignatura Economía Española.

      Como novedad, en esta segunda edición, abrimos el libro con una introducción al mundo de la argumentación y al bosque de las falacias en economía. Al mismo tiempo, hemos añadido al final de cada capítulo tres apartados: (i) el primero, contiene ejercicios y actividades ; (ii) el segundo, nos envía a la dirección de una página Web del servidor de la Universitat de València creado al efecto (http//www.adeit.uv.es/libros), en la que el alumno podrá encontrar resueltos muchos de los ejercicios propuestos, así como otros nuevos, ejercitarse en la resolución del cuestionario de autoevaluación y buscar por su cuenta fuentes estadísticas; y, (iii) el tercero, recoge un cuestionario de autoevaluación para que el alumno pueda comprobar cómo ha avanzado en el dominio de la materia, lo cual requiere, además de trabajar el libro, la asistencia a clase de forma regular. Siempre se ha tratado de que dichas actividades, ejercicios y cuestionarios sirvan a los fines generales que justificaron el primer objetivo de esta obra. El alumno que haya asistido al curso de Economía Española debería de estar en condiciones óptimas para resolver los ejercicios y responder a las cuestiones sin mayor dificultad.

      Este prólogo apareció publicado, en parte, en forma de artículo en el diario El País – Tribuna,, el martes 19 de enero de 2010, p. 31.

      Me preguntaba en la primera edición sobre la misión de la universidad ¿Consiste ésta en formar estudiantes y enseñarles un oficio con el que ganarse la vida? ¿Ha de limitarse la universidad a transmitir información y conocimiento? No lo creo. La universidad debe, más bien, pertrecharles con el instrumental y la cartografía necesarios para que no pierdan el rumbo a la hora de construirse como universitarios y profesionales pero, sobre todo, como personas. Con ese bagaje, pero sin la muleta del profesor, a los estudiantes les compete elaborar su propio pensamiento y, siguiendo el ideal kantiano de la ilustración, saturar su Sapere aude!, atreverse a servirse de su propia razón, tener el valor de colmar su saber, pensando por cuenta propia.

      En lugar de divulgar informaciones o conocimientos asequibles pero que debilitan el espíritu, el profesor está llamado a influir sobre las capacidades del alumno para que construya su propio pensamiento. Ni la función de la universidad consiste en presentar ante los estudiantes un conocimiento previamente masticado y después regurgitado, ni la del profesor en situarles ante la fuente del saber. Aún así, nunca podríamos obligarles a beber de él. Se trata de actuar como guías indicando la dirección que puedan llevar sus pasos hasta alcanzar la fuente, estimulando así, su necesidad de saber que todos llevamos dentro, como se encarga de recordarnos Nietzsche. Además, nuestra preocupación se centraría no sólo en la transmisión de conocimientos, en su mayor parte con fecha de caducidad, y en un saber utilitario y necesario para ejercer una profesión; sino también, en infundir en el ánimo del estudiante un impulso moral hacia una cultura de vida anclada en actitudes y valores, que le permita ser una persona cabal, capaz de una cordialidad amistosa.

      Más que encorsetar al estudiante en un corpus teórico asfixiante, ejerzamos nuestra docencia como una actividad orientada a fecundar su inteligencia, a desarrollar en él una actitud positiva, en el sentido de añadidora de algo personal, aunque sea muy liviano, a lo que recibe desde la tarima. Nuestra docencia no puede quedar reducida a un saber libresco, a una cháchara que decrepita al fuego fatuo de los manuales al uso. Para el estudiante, más importante que amontonar un saber sabido es reflexionar sobre lo aprendido, como ya nos enseñó Antonio Machado por boca de Juan de Mairena: «Aprendió tantas cosas [...] que no tuvo tiempo para pensar en ninguna».

      En ocasiones, sin embargo, la endogamia y la escolástica de manual, el pitagorismo doctrinal de clanes y camarillas, lo emponzoña todo. Mejor será, pues, que estimulemos proyectos educativos que respondan a las reflexiones que los mismos profesores realizan sobre su propia disciplina, para no acabar siendo, como nos enseña Descartes, «como la yedra que no sólo no alcanza mayor altura que la de los árboles, sino que frecuentemente desciende después de haber alcanzado la copa», hasta convertirse en humus.

      Seguramente cada cual logra tener una visión personal sobre su propia disciplina después de un proceso lento y a veces árido, de contrastación, análisis y reflexión, que ha pasado por fases de fascinación y desencanto, y de rebelión ante la sabiduría convencional de cada profesión y posterior reelaboración personal. Como economista, reconozco que salimos de las facultades con una visión ciclópea de la economía, es decir, unidimensional, pues, al igual que el cíclope homérico Polifemo, la aproximamos con un único ojo. Sólo el contacto con la vida económica, social y política nos convierte en economistas de una pieza, con una visión macroscópica de la economía. Quizás sea esta la razón por la que, desgraciadamente, existan muchos licenciados en economía pero muy pocos economistas.

      La obra está elaborada pensando, sobre todo, en mis alumnas y en mis alumnos de la Facultad de Economía de la Universitat de València y, en general, en los estudiantes de la Universidad española y, entre ellos, en mis hijos Lluìs y Alex. Por eso, no quiero desaprovechar la oportunidad que me ofrece este prólogo para transmitirles mi visión de lo que debe ser la docencia universitaria. Quiero que sepan que me parece inútil intentar encorsetar la sagrada autonomía moral de las personas y la libertad docente de los profesores universitarios; que el saber y la libertad van tan unidos que no puede darse el uno sin la otra; que los profesores universitarios no sabemos estar acuartelados, pues el toque de queda académico es letal para la universidad, lo que no es excusa para instalarnos en la rutina fácil del manual y de las clases magistrales; que un profesor universitario se hace con sus libros; y, que la elaboración de una obra como esta constituye, a mi modo de ver, el acto más positivo, en el sentido de ponedor o de añadidor, que cualquier profesor puede realizar durante su vida académica.

      Deseo aprovechar la oportunidad que me da este prólogo para expresar mi más sincero agradecimiento a las nuevas colaboraciones que he recibido desde la primera edición. A los profesores Rafael Beneyto Torres, Jesús Alcolea Banegas, Enrique Sanchis Peris, Ana Zorio Grima, y María Concepción Ferragut Domínguez, de la Universitat de València. Al profesor José García Solanes, de la Universidad de Murcia. Al profesor Vicente Royuela Mora, de la Universitat de Barcelona. A Tomás García Azcárate, Octavi Quintana Trías, y Bernard Connolly, de la Comisión Europea. Y, ya dentro de mi propia Facultad, a Vicente Almenar Llongo, querido compañero del Departamento de Economía Aplicada, por su inestimable ayuda en algunos ejercicios prácticos y en la preparación de todo el material docente en el sitio Web; a Lucía Marrahi Gomar, Licenciada en ADE y alumna del curso 2007-08, a quien le agradezco sinceramente haber colaborado conmigo en la discusión, concepción y redacción de los cuestionarios de autoevaluación; y, a mi hijo Lluìs quien, en plenos exámenes, ha estado siempre disponible para leer algunas píldoras y opinar desde la perspectiva del alumno, así como por haberme sacado de más de un atolladero informático y de otros zarzales en los que, en forma de cuadros y gráficos, me metí muy a mi pesar.

      Al igual que nos pasa cuando comemos con gula invencible, en este prólogo me he dejado para el final el mejor de los bocados. Lo mejor empieza ahora, porque es ahora cuando quiero agradecerle a mi esposa Yvonne, ejemplo de paciencia y discreción para mí, por su ilimitada comprensión a la hora de dejarme horas y horas enfrascado con mis fantasmas y luchando, como Don Quijote, con mis molinos de viento económicos.

      Mil gracias a todos por sus consejos y por su ayuda.

      La Canyada, 11 de enero de 2010

      Introducción.

      Falacias, dilemas y paradojas en economía

      Píldora 1

      Sobre la teoría de la argumentación y las falacias1

      En un libro sobre falacias, dilemas y paradojas en el ámbito de la economía española, quizá valga la pena introducir la materia con algunas referencias, aunque sólo sean muy someras, a la teoría de la argumentación y a las nociones de argumentación, argumento, falacia,


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