Olvidar es morir. Sergio Arlandis López
28. Diálogos del conocimiento, 1978, vol. II, pp. 101 y ss.
29. 1978, vol. II, pp. 211-213.
30. 1977, vol. I, p. 645. (Subrayado mío).
31. Pasión de la tierra, 1977, vol. I, pp. 181-183.
ÁMBITO DESPUÉS DE ÁMBITO
Alejandro Duque Amusco
Instituto Lluís Vives de Barcelona
Vicente Aleixandre no escribía meramente poemas, sino poemas para un libro, descontados aquellos de ocasión y compromiso que a veces se veía obligado a escribir. El libro lo entendía como un sistema orgánico, cerrado y perfecto. La idea de libro se anteponía en él con tal fuerza que desde antes de su primer posible poema necesitaba ya de un título que orientase, como con un resplandor intuitivo, el sentido de avance de su escritura. En mayor o menor grado, sus compañeros de la generación poética del 27 compartieron con él esta misma concepción del libro, heredada de Juan Ramón Jiménez, como arquitectura férrea, trenzado sistema en el que pocos puntos de fuga se permiten.
Incluso para un libro no demasiado extenso, como es Ámbito,1 en el que básicamente nos centraremos, Aleixandre escribe un elevado número de textos, de manera que finalmente muchos de ellos, como se verá, quedarían fuera del proyecto. Y es importante decir aquí que dejar al margen del libro concebido un determinado texto no significaba rechazo o minusvaloración de este, aisladamente considerado. Hay poemas de gran mérito no incluidos en el volumen. Pero permiten por su calidad, sin embargo, ser publicados de forma independiente −y eso hará Aleixandre con algunos− en revistas u otro tipo de publicaciones.
La razón de la exclusión no es estética, sino de inadecuación a la arquitectura cerrada del libro. Cada poema desestimado necesitaría de una explicación singular y concreta, para él sólo, de por qué no encaja adecuadamente entre los demás elegidos. Comprender los posibles argumentos por los que un texto fue eliminado en su momento tiene más importancia de la que parece y ayuda a la comprensión general del libro. Es una vía negativa que aporta nueva luz sobre la «edificación» de su obra; de ésta (Ámbito) y, estamos también por decir, de las demás.
Lo significativo es, en este caso, que para un libro que iba a estar formado sólo por treinta y cinco poemas el autor escribiera, hasta donde hoy sabemos, diecinueve o veinte más. Y no se descarta la posibilidad de que en un futuro próximo aparezcan otros poemas pertenecientes a este ciclo primero. La catalogación exhaustiva de todos los documentos y manuscritos del poeta y la búsqueda entre las cartas y los escritos enviados a sus amigos pueden propiciar todavía más de un importante rescate.
GÉNESIS DE SUS LIBROS
Por cuatro momentos pasaba el libro de poemas de Aleixandre en su génesis hasta quedar terminado.
Comenzaba a escribir como quien explora un territorio desconocido, sin saber claramente adónde le llevaría esa búsqueda, hasta dar con el filón que le permitiera el decidido despliegue de su escritura poética. Este es el que podríamos llamar «escalón cero» o de partida para cualquiera de sus libros. Poemas de tanteo. Rasgueo de palabras. Escritura en penumbra. Aquí habría que citar –excluidos los poemas del Álbum de versos de juventud, lejos aún de una definida personalidad–2 los que se conservan autógrafos, de 1924 muy probablemente, en el Archivo Histórico Nacional (Madrid), entre los papeles de Juan Ramón Jiménez: «Escultura», «A ella muerta», «Sombra», etc., que llevan ya al frente de la primera hoja, con la letra inequívoca de Juan Ramón, el título general de Ámbito. Iban a ser publicados en Sí (Boletín Bello Español), la exquisita revista juanramoniana, pero, por circunstancias que se desconocen, probablemente de orden económico, el número previsto de Sí no llegó a aparecer.3 A estos poemas habría que agregar también «Hay un libro a mis pies», escrito por la misma época.4 Tanto éste como los tres citados más arriba quedan excluidos de la meditada arquitectura del libro.
Después de esta fase de exploración, ya plenamente consciente de sus objetivos, seguía Aleixandre con un sentido y dirección bien precisos, y escribía normalmente más textos de los que podían tener cabida en el libro. Paralelamente iba publicándolos en revistas, que, para él, eran como auténticos bancos de pruebas donde podía calibrar con más distancia y objetividad el efecto estético obtenido. Catorce poemas adelantaría de Ámbito y su ciclo entre agosto de 1926 (Revista de Occidente) y enero de 1928 (Mediodía), y no contamos entre ellos los maravillosos homenajes a Góngora, a Fray Luis de León o a Emilio Prados, que, por su singularidad, no podían incluirse en el libro.5
Este segundo momento era el fundamental en la génesis de la obra, pues proporcionaba el cuerpo textual de ésta. Luego –tercer paso– venía el trabajo de selección, procurando no repetir temas o versiones semejantes. Definía y perfilaba un criterio arquitectónico para organizar el libro, y dejar fuera lo que rompía la unidad final y definitiva. Desde Ámbito, Aleixandre se siente atraído por las simetrías no del todo perfectas, procurando que cada ruptura del equilibrio suponga al mismo tiempo una intención plena de sentido.
Y cuarto y último momento: una vez aparecido el libro, aún seguía escribiendo poemas de su ciclo que, en algunas ocasiones, llega a dar en revistas o publicaciones sueltas. Este largo proceso creativo lo observa Aleixandre de modo fiel y meticuloso desde su libro inicial.
EL CONTRALUZ: ELEMENTO ESTRUCTURAL
Desde el punto de vista formal, la estructura de Ámbito presenta, como es sabido, una simetría casi perfecta entre los diecisiete bloques que la conforman.6 Se van sucediendo, alternativamente, bloques con un único poema (con la palabra Noche como antetítulo) y bloques de tres; pero esa lineal secuencia se ve fracturada, con toda intención, por dos secciones de número par de poemas: «El mar», con dos, y «Reloj», con cuatro. La simetría así rota aporta un significado bien elocuente: «El mar» y el «Reloj», la agitación permanente y la mudanza del tiempo, impiden el perfecto equilibrio de un orbe que ambiciona, sin conseguirlo, la serenidad, el sosiego. Excluidas esas dos secciones, «la disposición de Ámbito sería la de una simetría perfecta –como se afirmaba en un trabajo de 1989–,7 lo que hubiera producido la impresión de estabilidad, equilibrio, armonía. Pero Ámbito es (...) un libro desasosegado, de perfecciones frágiles, instantáneas (...)».
Lo que formalmente es una evidencia –la quiebra de la estabilidad–, en el plano del contenido encuentra también una correspondencia perfecta, y merece la pena detenerse en su análisis.
El contraluz, el cambio incesante entre luz y oscuridad, el día y la noche, es la fuerza poderosa que atraviesa de principio a fin estos poemas. La noche en Ámbito, flanqueada casi siempre por uno de sus dinteles crepusculares (atardecer o amanecer), ocupa el eje del libro y sirve de nódulo estructural a muchas de sus composiciones. No quiere decir esto que, en ocasiones, la noche no se erija en marco absoluto. Pero es infrecuente. Sólo en «Cerrada», «Agosto», «Mar y noche» y «Materia»8