El sol de los ciegos. Alfredo Pérez Alencart

El sol de los ciegos - Alfredo Pérez Alencart


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In memoriam

       Alondra

       Lejanía

       Inri

       Oveja

       Pedigüeño

       Confesión

       Lo que no termina

       Incendio

       Perdón

       Herida

       Unigénito

       El vigía

       Devoción

       Vestigios

       Perla

       Único jardín

       En mayo

       Prometo no prometer nada

       Eunice, cien veces cien

       Esposados

       Ahora, demasiado tarde, como siempre

       Todo esto pasará

       Ahí

       Primavera

       Otro reino

       Universidad

       Enviado

       Leal pareja

       Mundo aquí

       La última cena

       Los fariseos, siempre los fariseos

       Como en el Paraíso

       Destino

       Sonrisa

       Insomnio

       Ninguna bomba habla mi idioma

       Cuatro paredes

       Lo vivo

       Historia

       Unamuno

       Vencejos

       Llorar la vida

       Y los últimos, primeros

       El que no calla

       Por Machado

       Rumor

       Sin límites

       Para después

       Inscripción

      Tal vez esto también se llame Amor: ordenar palabras, darles un intenso voltaje para sostener la vida en voz alta o en la médula memoriosa del poema. Tal vez esto de tener el ojo abierto —ante la inmensa ceguera de los días— ayude a presentir presencias y ocupaciones de otra realidad poco examinada, más aún en estos tiempos, cuando avergüenza hablar de lo que atañe al espíritu. Tal vez lo único que se redacte sea el estupor del hombre o su vacío, pero siempre hay más que el metódico trabalenguas dictado por la muerte. Tal vez el Amor independice al hombre de arreos truculentos, nutriéndolo con otra ley fundamental que lo torna depositario del diario milagro de existir.

      En un poema caben varias existencias, asiladas —con su porción de oxígeno— en cuerpo tan fecundante. No siempre la experiencia del poeta es la que fertiliza lo creado; no siempre lo escrito por el poeta es la voz de sus gozos y heridas. A veces se pergeñan los versos percibiendo al prójimo, para que distantes venas ajenas dejen fluir más savia ante sentimientos parecidos. Aquí —en esta gavilla de poemas escritos entre 2010 y 2021— hay mucho de mí, pero también de tantos congéneres. Ahora se publican un buen número de éstos, pues en 2014 aparecieron —en Ecuador— veinticinco poemitas, editados por Xavier Oquendo Troncoso bajo el sello El ángel editor. Luego, otros pocos se publicaron en antologías y plaquetas varias. Los restantes permanecían inéditos hasta ahora. Entiéndase esta edición como una aproximación del libro definitivo que alguna vez daré a imprenta: aquí tienen un centenar de textos de los más de doscientos que he ido cosechando en esta década pasada. Quise que aparecieran en la editorial que dirige Jeannette L. Clariond, no sólo porque expresó el deseo de acogerme entre sus autores selectos; también porque Vaso Roto está aquende y allende el castellano, como mi propio ser.

      Decir, finalmente, que el poeta es un


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