Caballeros del rey. Jorge Sáiz Serrano
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Los cortesanos reclutadores dirigían todo el proceso de convocatorias. Recibían las instrucciones del rey en memoriales con las condiciones del servicio (su duración, el destino, las gratificaciones en concepto de soldadas o de participación en el botín), así como pliegos de cartas credenciales del monarca a su favor dirigidas a quienes debía convocarse.[34] Informaban de las condiciones y debían inducir a los convocados a servir voluntariamente en las campañas, contactando personalmente con ellos o coordinando el reparto de las lletres d’amprament mediante la red de porteros y correos de las administraciones reales locales.[35] A continuación debían sondear las disponibilidad de servicio de los convocados y recoger la cuantía e identidad de quienes aceptaban y el número aproximado de combatientes que aportarían, como consta en las instrucciones que el monarca enviaba a sus reclutadores.[36] El objetivo, no siempre cumplido, era informar al rey y su consell, a fin de que acometiesen con antelación las medidas logísticas y financieras necesarias (preparación del avituallamiento, construcción o contrata de naves y galeras, recluta de tropas, embarque de las mismas y las monturas, etc.). El cumplimiento de todas esas órdenes puede seguirse para casos concretos, como la expedición naval de 1420 en el reino de Valencia.[37] Unas labores que los cortesanos realizaban en sus propios reinos, apoyados a veces por caballeros o escribanos reales comisionados al efecto y asesorando a los oficiales locales del rey (governadors, procuradors reials, batles, etc.).
Las convocatorias (ampraments) a nobles, cavallers, donzells, gentilshòmens e ciutadans, dejaban la posibilidad bien de acogerse al servicio a sueldo (la inmensa mayoría) o bien de servir gratuitamente (liberalment servir a lurs despeses).[38] Sólo para la armada 1420 se ofreció servicio gratuito en exclusiva.[39]
La expedición naval de 1420 fue la que, por sus particularidades, presentó un mayor servicio gratuito, a sa despesa. Tratándose de la primera campaña que Alfonso V realizaba como rey, confió atraer a aquellos integrantes de linajes nobiliarios o del patriciado urbano de sus reinos que deseasen servirle sin soldada, ofreciéndoles sólo «degut sguart a vostres servirs ab effusió de gràcies e favors».[40] La doble oferta de gràcies e favors suponía una oferta pecuniaria y socio-política, normalmente a posteriori de su servicio. Económica al percibir algunos de los participantes subsidios (ajudes o gràcies) por seguir la armada real;[41] o beneficios y recompensas por los servicios prestados.[42] Pero, en segundo lugar, ofrecer favors también equivalía, en cierta medida, a abrir la puerta de una posible promoción social a quienes iniciasen una trayectoria de vinculación personal en las guerras del rey. La oferta no era despreciable y explicaría la alta participación nobiliaria en esta primera armada real.
El servicio gratuito (a sa despesa) continuó en las expediciones posteriores a 1420 en todos los dominios del rey de Aragón.[43] Pero se trataba de una modalidad que perdería fuerza al hilo de la permanencia de la guerra: operaciones napolitanas de 1421-1423, expedición a Castilla de 1425, guerra de Castilla de 1429-1430, campaña naval de 1432 y guerras italianas. En la continuidad de la guerra, la necesidad de mantener tropas sólo podía ser cubierta mediante la contratación a sueldo centralizada desde la Tesorería y no con una participación irregular y gratuita de nobles y caballeros que dejaba en sus manos la iniciativa de servir en el ejército. El recurso a compañías gratuitas devino cada vez más ineficiente al dificultar que la monarquía comprometiera el servicio continuo de quienes combatían a sus costas. Por ello, el servicio a sa despesa nunca supuso para el ejército más que un flujo minoritario de combatientes y siempre subsidiario respecto al reclutamiento a sueldo, como demuestra la cuantía de gente de armas documentada a sueldo en campañas como las de 1425 y 1429.
El reclutamiento a sueldo suponía la forma dominante de movilización de tropas. Una modalidad contractual cuyos caracteres pueden seguirse en dos series de fuentes: por un lado, las condiciones de servicio reflejadas en los registros de cancillería (como en 1425 o en 1428) y por otro, los asientos de pago de soldadas recogidos en las contabilidades financieras de la monarquía (entre 1425 y 1432).
En los memoriales de convocatoria consta el destino y duración de las campañas (generalmente, tres meses con posibilidad de prórroga) y la cuantía y mecánica de pago de la soldada. En principio se ofrecía pagar soldada mensual por el número de combatientes que comprometiera poner en servicio quien aceptaba participar en el ejército. La soldada mensual variaba según el tipo de operaciones (terrestres o navales). En las campañas a Castilla de 1425 y 1429-1430, las lanzas de tres combatientes (el hombre de armas, el pillart y el patge), recibían 30 flor.[44] Sin embargo, la tasa más generalizada para estas campañas era el pago de 15 flor. por hombre de armas con armadura pesada a caballo ya que las compañías se organizaban en hòmens d’armes u hòmens a cavall armats o a veces sólo en caballos o rocins.[45] La oferta de una soldada mensual menor a 15 flor. no encontró buena acogida entre los combatientes, como ocurrió en el frente valenciano de la guerra con Castilla en el verano de 1429.[46]
Para expediciones navales, como la de 1432 o la frustrada armada de 1428, la soldada quedaba fijada en 10 flor. mensuales por el hombre de armas dotado del arnés blanco o armadura de placas (que la documentación denomina home d’armes armat de cap fins al peus, o ab arnès complit) y 5 flor. por pillart, aunque en ocasiones, como en 1428, se ofertara 15 flor. por el hombre de armas con armadura de placas acompañado de otro hombre de armas con equipo más ligero (armat de cors davant braços e celada o barreta).[47] Como se ve, la unidad básica de cómputo de las soldadas era el hombre de armas completamente equipado.[48] También conviene destacar que la cuantía de la soldada descendía en las campañas navales (10 flor.) respecto a las operaciones terrestres (15 flor.). Ese descenso estaría relacionado con el aumento de los servicios logísticos ofrecidos por el Estado a las tropas, en el ámbito armamentístico y alimentario (lanzas, bescuit, etc.), vinculado al carácter de expediciones navales exteriores, un descenso que también se documenta en ejércitos como el navarro o el veneciano del Cuatrocientos.[49]
Sin embargo, de cara a definir el modelo contractual, más que en la cuantía de la soldada, interesa centrarnos en su mecánica de pago. Como recogen los memoriales de convocatoria, la administración se comprometía a entregar la soldada completa antes del servicio armado.[50] Esas entregas avanzadas de la soldada, denominadas acorriment, normalmente se fraccionaban en dos pagos –un anticipo (acorriment de sou) y un cumplimiento (acorriment de sou e paga complida)– y se efectuaban con gran antelación a las campañas, entre tres y cinco meses antes. Así lo vemos en los registros financieros entre 1425 y 1432. Un ejemplo para la armada de 1432 ilustra esa mecánica.[51] El 11 de septiembre de 1431, en Barcelona, el tesorero libraba al caballero mossèn Arnau March, 45 flor. en concepto de acorriment del sou de dos hòmens d’armes, uno de ellos él mismo, y dos «pillarts ab los quals (...) ha promés servir lo senyor rey per III mesos, en lo viatge que, Déu volent, entén fer prestament vers les parts marítimes». Cuatro meses más tarde, el 4 de enero de 1432,