Hemingway en la España taurina. Alfonso Martínez Berganza

Hemingway en la España taurina - Alfonso Martínez Berganza


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      Quince días antes de la muerte de Hemingway, poco más o menos, aparecía en ABC lo que su autor titulaba “Pequeña glosa a Cuando suena el clarín”, que escribía el crítico taurino y escritor Antonio Díaz Cañabate. En esta glosa, y no sin cierta ironía —ya revisaremos en el apéndice anunciado el libro de Gregorio Corrochano en desgracia de los conocimientos de don Ernesto y que va más allá de lo taurino hasta lindes tendenciosas—, se aludía a Hemingway como un “vulgar taurino”.15 Aquí las tornas pudieran cambiarse en beneficio del juego de palabras o lapsus, aunque yo nunca lo cambiaría, pues a pesar de que Díaz Cañabate es un buen escritor, no es ni premio Nobel, ni mucho menos universal. Pero todo esto, como en casos anteriores, sin ser historia, pertenece a la fase final del libro que me ocupa.

      Intención o propósito

      La realidad es que tras todo este batiburrillo de ideas y apuntes de polémica, de glosa, de desprecio, se apunta la finalidad que me guía. Y ésta no es otra que poner a disposición de todos y por encima de aficionados a los toros y críticos, y los que han criticado sin saber, una antología de los textos taurinos de Hemingway, añadiendo pequeños comentarios dedicados a fijar mi postura. Pero antes de seguir adelante, es necesario fijarla, y mi postura es clara, como en el caso de Hemingway: servir a la verdad.

      Una última observación

      Que es más de una, pues creo preciso apuntar algunas pequeñas notas para los suspicaces. Si bien me entusiasman los toros, no soy un entendido en toda la extensión de la palabra. Soy hombre que se apasiona fácilmente, que voy a los toros, que sigo las corridas de más allá de mi residencia habitual a través de la televisión cuando puedo y transmiten, que en ambos casos observo y luego leo las crónicas taurinas. No deseo que se me catalogue como escritor taurino.16 Soy un aficionado honrado que no grita nada más que de entusiasmo, que bastante castigo tienen con su conciencia los toreros cuando quedan mal. Es su pecado mortal, y lo pagan bien. Vaya esto de antemano para los que juzguen mis propósitos. Pero hay una razón necesaria que es motivo de este libro, razón ya apuntada, y es que admiré, y admiro, la obra de Hemingway, no como un incondicional, sino como una persona que sabe apreciar el esfuerzo de una vida y que conoce un gesto puesto a disposición de la sinceridad de toda una obra. Una obra que alcanzó extensión universal y el galardón máximo del Nobel con un relato suficiente, no para justificar una vida, sino un prestigio. Vaya esto por delante como anticipo a comentarios apresurados.

      En este libro voy a extractar textos taurinos de Hemingway. Concretamente Fiesta, Por quién doblan las campanas y El verano sangriento. Creo que esto es suficiente para poder medir la afición y el conocimiento taurino de Hemingway en contraste con sus detractores. En los textos reproducidos he respetado íntegra la traducción de los mismos tal como ha llegado a mis manos, pese a sus diferencias de sintaxis e idioma,17 que no por ello culpo a Hemingway de los mismos, que fue un clásico en su idioma y que detestó las traducciones españolas de su obra.

      Quiero finalmente añadir que admiré a Manolete, que me entusiasmó Domingo Ortega y que he llegado a discutir muy duramente en defensa de Luis Miguel Dominguín pero que también me apasiona sobremanera Antonio Ordóñez, lentitud y factura sin igual hasta la borrachera del jaleo. También, creo que está en alguna llamada de las muchas que tiene este capítulo, que solamente escribí una vez de toros y que lo hice para conseguir un amigo, y que a ese amigo que nunca tuve delante va dedicado este libro, en el que yo sólo he puesto entusiasmo. Dios quiera que mi afán se vea compensado. Así sea.

      1 E. Hemingway, “The Dangerous Summer”, Life, 5,12 y 19 de septiembre de 1960. E. Hemingway, “El verano sangriento”, Life en español, 31 de octubre, 14 y 28 de noviembre de 1960.

      2 “Gratos recuerdos de Hemingway”, Life en español, 7 de agosto de 1961.

      3 Corrochano, en el libro antes citado, dice primero: “El reportaje veraniego es un folletín irreverente con Manolete muerto, y tendencioso…” Más tarde añade en clara paradoja, refiriéndose a la obra de Hemingway que armó la polvareda: “Manolete no tiene nada que ver con el tema”.

      4 Líneas de un artículo de Edgar Neville, aparecido en ABC, y que el mismo periódico recogió el martes 4 de julio de 1961, con ocasión de la muerte de Hemingway.

      5 France-Soir, 4 de julio de 1961.

      6 Véase, más adelante en este libro, el capítulo dedicado a Fiesta.

      7 C. González Ruano, “La importancia de llamarse don Ernesto”, ABC, 4 de julio de 1961.

      8 Life en español, 28 de noviembre de 1960.

      9 J. M. Bugella, “Sobre la historicidad imposible del arte inenarrable”, Pueblo, 16 de enero de 1961 (ver Apéndice).

      10 J. L. Herrera, “Hablando en serio”, Pueblo, 14 de enero de 1961 (ver Apéndice).

      11 Se refiere al primer premio Hemingway para artículos periodísticos de tema taurino con que fue galardonado el autor, A. Martínez Berganza, por “El desolladero” (ver Epílogo).

      12 E. Serrano, “Por quién doblan los wiskhys”, Pueblo (a.c. ver pág. 34).

      13 A. Martínez Berganza, “Adiós a las armas”, Pueblo, 3 de julio de 1961.

      14 Ibid.id.

      15 A. Díaz Cañabate, “Pequeña glosa a Cuando suena el clarín”, ABC, 15 de junio de 1961.

      16 A raíz de ganar el premio Hemingway para artículos de tema taurino, se me preguntó por qué no me dedicaba a la crítica de toros. Como si un premio, una sustitución del crítico titular o una circunstancia ajena al conocimiento del tema avalaran la honradez necesaria —no pecuniaria, sino profesional— para ejercer la crítica. El artículo que motivó este premio, “El desolladero”, fue mi primer apunte taurino. Este libro es un apunte en tono mayor, pero en defensa de un amigo.

      17 Gregorio Corrochano, en Cuando suena el clarín, reproduce un texto de Hemingway que es coronado con la siguiente frase en la traducción de Life: “Antonio impartía la muerte por lo menos dos veces al día”. Y añadía el autor del libro: “Supongo que no quiere decir que Antonio repartía la muerte, que eso es impartir, sino que corría peligro de muerte. Es un lapsus Nobel”. A juicio del lector dejo la consideración.

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