Republicanas. Luz Sanfeliu Gimeno
que la organización fuese capaz de movilizar a sus militantes con celeridad.56
Además de ofrecer contenidos nuevos en su comprensión de la política, el partido y los grupos afines al republicanismo aplicaban sus principios a las estructuras organizativas que formaban, de modo que la participación de sus afiliados se hacía efectiva y posible.
Es común encontrar en el periódico convocatorias como las que siguen: «La nueva Sociedad de Instrucción Laica La Luz celebrará junta general para renovar la mitad de la junta».57 O también,
La Sociedad de Instrucción Laica del distrito de Pueblo Nuevo del Mar celebrará el domingo á las 15 junta general ordinaria en el domicilio social, para la dación de cuentas y renovación de la mitad de la junta directiva según previene el reglamento de dicha sociedad. Se espera la puntual asistencia de todos los socios.58
El modelo individualista del liberalismo clásico se convertía, de este modo, en democrático y social, enraizado en el criterio personal, pero activo y sujeto al compromiso comunitario. Y en la práctica, a través de sus estructuras organizativas, los blasquistas hacían, también, accesible a sus militantes la autoformación y la participación en las prácticas políticas.
El funcionamiento mismo de Fusión Republicana era, al menos desde lo que podemos leer en el periódico, un ejemplo de organización moderna de partido. Para verificar las elecciones a los comités de distrito, se exponía durante treinta días en las sedes y casinos republicanos el censo, donde constaban los nombres de los miembros del partido. Terminado el plazo de exposición de las listas al público, se admitían nuevas afiliaciones, «reclamaciones de inclusión, exclusión o rectificación», durante un plazo de quince días más. Pasado ese tiempo, y siempre a través de los distintos locales que se distribuían por los diversos distritos de la ciudad, se procedía a las votaciones de los comités de distrito que constituían la organización máxima del partido.59
Según Reig, el partido de Blasco en Valencia y Lerroux en Barcelona
representa la primera experiencia de un partido moderno de masas, que mantiene una estructura estable organizativa y propagandística; que es capaz de comunicarse permanentemente con la base social y de movilizarla en los momentos oportunos; que gracias a esto se constituye como una fuerza política que, estando fuera del poder, deja sentir su presencia en cada caso; y que consigue la adhesión o identificación de un amplio círculo de personas que llevan una actividad política en su nombre y a los que hoy llamaríamos «afiliados» o «militantes».60
También Magenti afirma que realmente la novedad del blasquismo fue
una infraestructura moderna en el partit, amb casinos diferenciats (primer, en els diferents districtes electorals urbans i, més tard, en nombrosos pobles de la província) i la possibilitat de realitzar campanyes electorals dinàmiques, noves no sols entre els partits monàrquics sinó entre els mateixos republicans.61
Sin embargo, es posible también que esta estructura organizativa fuese en parte común en el republicanismo del último tercio del siglo XIX.
En base a estas normas de funcionamiento, cuando se convocaban elecciones, los llamamientos del partido a través del periódico para que los votantes comprobasen su inclusión en el censo eran constantes. En la sede de Fusión Republicana de la calle Libreros, los propios militantes blasquistas se ofrecían para solucionar cualquier duda o problema que tuvieran los electores. Posteriormente, en el año 1907, y ya con el nombre de Unión Republicana,62 el partido ofrecía sus «servicios» en los muchos Casinos ubicados en todos los distritos de la ciudad, para asesorar a los electores republicanos y verificar que sus nombres estuvieran correctamente incluidos en los censos del distrito donde les correspondía votar.63
Compr">la socialización de la política se puede definir como un proceso a través del cual los individuos se integran de manera activa y consciente en el juego político, interiorizando valores positivos o negativos del mismo.64
Lo que significa que existe un juego recíproco a través del cual la política promueve hábitos y también determinadas percepciones, apreciaciones y accio-nes que el individuo interioriza, lo que significa que incorpora de forma duradera una dinámica que se extiende a su confrontación diaria con el mundo social.65
De esta forma, los principios ideológicos defendidos por los republicanos, se incorporaron a la política, y puestos en práctica a través de la militancia activa, debieron reforzar las propias identidades de sus militantes varones, los cuales se convirtieron en sujetos «valiosos» que podían tomar decisiones, elegir por ellos mismos, y contribuir con su trabajo a conformar las estructuras y los cargos de representación que organizaban el partido y las organizaciones afines al republicanismo.
Como llegaba a afirmar un articulista de El Pueblo:
Ser hombre y no ser político indica una excentricidad en los tiempos que corremos. Algo parecido al no ser del que hablan los filósofos noveles en sus opúsculos de regalo.66
O también,
Nos pavoneamos los demócratas y los hombres de nuestro tiempo con las grandes conquistas en el papel escritas, que no grabadas en la vida, en las costumbres, en los intereses...67
Pero además, el Estado y las leyes eran los encargados de aplicar y garantizar esa noción de democracia que debía hacerse presente en muchos aspectos de la vida cotidiana.
Al igual que la política, que era parte de una elección personal, también la religión se comprendía como una elección, relacionada con la propia conciencia subjetiva.68
De este modo, una parte significativa de las protestas anticlericales de los blasquistas se relacionaban con la libertad religiosa de la que debían gozar todos los ciudadanos. La debilidad de los gobernantes, incapaces a la hora de respetar esa parte de la libertad que proclamaban las leyes, era objeto de críticas; porque el Estado estaba obligado a terminar con los privilegios que mantenía la Iglesia católica, y a garantizar la libertad de culto.
En 1901, el periódico denuncia que mientras Silvela pide el cumplimiento «de los artículos de la Constitución que garantizan la libertad de conciencia», sucedía que
a los individuos de la Sociedad Bíblica, obrando correctamente con la ley, han sido en muchos pueblos apaleados por los igorrotes católicos a los que no ha pasado nada. ¡Ah! Fariseo, fariseo, así anda todo en España, regido ó rajado por Pantojas o Pantojillas sin más ideales que la satisfacción de sus menguados apetitos.69
La Constitución que debía garantizar la libertad de conciencia no era igual para todos.
De nuevo, en 1909, los blasquistas vuelven a insistir en los mismos principios cuando afirman:
Nosotros lejos de atacar á la Iglesia, más bien la defendemos de los que con sus actos reprobados la denigran y escarnecen; la defendemos con el más amplio espíritu de justicia, considerando que los hombres han de ser libres en la profesión de sus ideas y en el ejercicio de su culto; con la esperanza de una