Reparar (casi) cualquier cosa. Paolo Aliverti
logo y el formato; actualmente, podemos encontrar Repair Café también en España, aunque con una representación muy reducida.
A diferencia de los encuentros oficiales, el evento en el que participé en Padua estaba organizado, en primer lugar, con una parte teórica y, después, con las actividades prácticas. La teoría sirvió para ofrecer una «pincelada tecnológica» a los participantes, con la idea de encaminarlos hacia la vía de la reparación en lugar de ofrecerles un punto de reparación en la ciudad. A pesar de la calurosa jornada y el clima ya vacacional, el centro Toselli de Padua se llenó de una docena de curiosos. Yo traté de guiarles, proponiéndoles un recorrido lo más simple posible.
El objetivo de estos encuentros no es tanto el de hallar a alguien que pueda reparar los objetos, sino más bien aprender a hacerlo uno mismo, un concepto bastante difícil de dar a entender. Sé algo de eso tras unos años de experiencia con los fablab, que seguramente se inspiran en una filosofía similar: son una especie de gimnasio superpreparado en el cual puede entrar cualquiera y, tras haber aprendido a utilizar las máquinas con seguridad, proceder a fabricar todo lo que desea. Desafortunadamente, la mayoría de las veces, los «visitantes» pretenden que alguien les ayude a fabricar algo y que les resuelva el problema, sin haber aprendido a hacerlo solos.
En el experimento de Padua, se explicó a los participantes durante tres horas la importancia de reparar y de «saber hacer», además de mostrarles técnicas básicas para crear piezas con una impresora 3D y técnicas electrónicas simples como soldar, desoldar y, sobre todo, reconocer los componentes. La tarea es realmente ardua cuando entre los participantes hay desde una ama de casa a un ingeniero, pasando por profesores, diseñadores y algún jubilado que siente curiosidad.
Para reparar algo es preciso saber cómo funciona. No se puede manipular un mecanismo o un circuito sin haberse antes familiarizado con él y, para ello, es necesario desmontarlo y observar cómo está fabricado y cómo se mueven las cosas en su interior: engranajes que giran, palancas que hacen clic, luces que se encienden, relés y otros diablos eléctricos y electrónicos. Para no sufrir daños, es importante trabajar con calma, sin prisas, para ser capaces de desmontar y volver a montar sin problemas. Para que entendieran el funcionamiento general, les propuse que reflexionaran sobre la función del objeto e intentaran esquematizar su funcionamiento, si era necesario, sobre papel. Cada participante traía un objeto propio para reparar con el cual poder realizar la práctica.
Tras haber seleccionado algunos de los objetos más interesantes y con alguna probabilidad de reparación, todos practicamos un poco aprendiendo a soldar y desoldar componentes electrónicos. Uno de los objetos a reparar era un lector de CD para DJ. Lo desmontamos porque se había caído y se había quedado un CD dentro, que no podía ser expulsado. El desmontaje no fue difícil y, tras pocos minutos, pudimos empezar a estudiar el complicado mecanismo de la bandeja del CD formado por un complejo sistema de palancas, muelles y engranajes. Nos dimos cuenta de que un pequeño diente de plástico se había roto por la caída. Este diente hacía de guía por una especie de palanca dentada que ahora salía de su espacio y bloqueaba el CD: la avería era mecánica.
Figura 1.1 – Un momento del evento Repair Café de Padua.
Con la impresora 3D intentamos imprimir unos pequeños «dientes» que pudieran mantener inmóvil la palanca. Tras unos intentos, el diente estaba en su sitio y el CD volvía a funcionar. Una intervención nada fácil, pero con un gran efecto entre los participantes, que se quedaron asombrados por la rapidez y la flexibilidad de uso de la impresora 3D.
Figura 1.2 – La reparación del CD durante el Repair Café de Padua.
¿Por qué reparar?
Hoy en día es extraño encontrar servicios de reparación. La mayor parte de los que «reparan» en realidad sustituye piezas enteras, mecanismos o placas, y no osa adentrarse en los detalles del objeto que manipula. Si enviáis un teléfono móvil o un ordenador roto a un centro de asistencia, normalmente se limitarán a abrir el objeto y sustituir en bloque la placa madre o los módulos probablemente dañados. La tarea consiste simplemente en quitar, con mucho cuidado, las piezas que pueden ser extraídas: placas de control, sensores, motores, baterías, discos, tarjetas de vídeo, módulos wifi o tarjetas de memoria. Ya casi nadie se atreve a colocar la punta del soldador sobre una de estas placas; de hecho, hay motivos muy válidos para no hacerlo.
Cuando llega el técnico de la lavadora y os la repara sustituyendo en bloque toda la placa, en realidad no ha realizado una reparación real. Sin embargo, su intervención está justificada por el hecho de que no puede dedicar a vuestra lavadora horas y horas para identificar una avería, y porque debería poseer un importante bagaje tecnológico y ser competente en bombas, corriente eléctrica, mecánica y electrónica. Su trabajo está optimizado y él es especialista solo en una determinada marca y un determinado tipo de electrodoméstico (con pocas excepciones). Si no fuera así, probablemente no llegaría a fin de mes. Más que nada porque trabajando por piezas y sustituyendo grupos enteros como la unidad, la puerta o la bomba de descarga reduce el tiempo y confina las habilidades necesarias. Si para cada caso tuviera que dedicar toda su atención, necesitaría demasiadas horas de trabajo, lo que para él sería prohibitivo. El hecho de limitar el alcance de la competencia a una única marca y a un único tipo de producto lo especializa y lo erige como «experto» de aquel tipo de objeto en concreto, del cual lo sabrá todo o casi todo. Así encuentra el equilibrio entre el tiempo que puede pasar reparando el objeto y sus gastos a fin de mes.
Las piezas que sustituye normalmente tienen un coste muy elevado, a veces desproporcionado, tanto que en caso de averías graves (o no tan graves) es casi más conveniente comprar un objeto nuevo que repararlo. Probablemente investigando más, intentando desmontar aquella bomba que hace un ruido sospechoso o sustituyendo aquel diodo quemado, la lavadora volverá a funcionar, pero estas tareas requieren mucho tiempo, cosa que nuestro técnico no se puede permitir. Para reparar la lavadora, solo debemos decidir entre «inmediatamente», con certeza, pero con un precio elevado, o «con el tiempo necesario», entre mil dificultades pero a un precio bajo. Normalmente, la decisión recae sobre la primera opción o, peor aún, se valora la posibilidad «quizás no vale la pena repararlo».
Atención a la frase «de bajo coste». ¿Qué significa? ¿Se refiere solo al precio del recambio o de la pieza sustituida? El coste de la reparación depende casi exclusivamente del tiempo empleado para resolver el problema, y el tiempo vale mucho, sobre todo si acudimos a un técnico o a un experto. Por este motivo, para la mayor parte de los electrodomésticos, no vale la pena repararlos. A menos que lo hagamos nosotros. Llegados a este punto, queda claro también el porqué los recambios son tan caros. Yo he podido ver simples interruptores de 50 céntimos venderse por el fabricante a más de 10
Las piezas de recambio son normalmente difíciles de encontrar y todos sabemos que cuando un bien es escaso, su precio sube. Además, añadimos la urgencia personal. No nos podemos permitir lavar a mano la ropa y desearíamos resolver lo antes posible el problema. La urgencia hace aumentar la propensión al gasto y, por eso, abrimos la cartera sin pensarlo y pagamos 300
Quien repara lo suele hacer para sí mismo, principalmente por motivos económicos,