Sueños de ciencia. Jesús Navarro Faus
sino al contrario, prácticamente en el mismo momento en que escribe la novela. La acción es prácticamente contemporánea al lector, y Verne transmite así su convicción de que la realización práctica está al caer. Se encuentran algunas excepciones a esta regla, pero todas ellas en novelas que fueron retocadas o escritas completamente por su hijo.
Y ya que hablamos de Verne profeta, actualmente nos puede provocar una sonrisa leer en la mencionada entrevista que:
Yo no creo que de aquí cincuenta o cien años se publiquen todavía novelas, al menos en forma de libros. Serán completamente reemplazadas por los periódicos, que han tomado ya un gran poder sobre la existencia de las naciones que progresan.
No podemos decir que esta profecía se haya verificado: cien años después de su muerte, la novela no se porta mal, a pesar de la importancia actual de la prensa, y sobre todo de la televisión.
Una de las últimas entrevistas a Verne fue hecha en 1904 por Victor Breyer, uno de los primeros periodistas del ciclismo en Francia. La entrevista5 fue publicada en el mes de noviembre de 1904 en L’Auto. Automobile et Cyclisme. El periodista le cuenta que le leyó cuando estaba en la escuela y que conserva buenos recuerdos de aquellas lecturas. Quiere que le hable de la manera profética que ha tenido para ver y describir los grandes descubrimientos «que serán sin lugar a dudas la gloria del siglo naciente», es decir, el siglo XX. Verne le responde:
Usted exagera. Yo no he predicho nada de nada. Es una pura coincidencia si algunas de las ficciones que yo he imaginado para construir mis novelas han sido realizadas más tarde.
El periodista insiste porque «¿no se ha convertido en realidad el Nautilus?» Verne lo niega:
En primer lugar, en el momento en que yo daba a luz al capitán Nemo, ya existían submarinos. En segundo lugar, mi Nautilus, que su imaginación de escolar le mostraba no solamente realizable sino casi perfecto, tiene un enorme defecto. No se puede mover, porque yo supongo que su fuerza motriz, la electricidad, es suministrada por el medio marino. Y admitiendo incluso que tal cosa pueda llegar algún día, no estamos ahora más avanzados que hace veinte años.
A pesar de esta rotundidad, el periodista publicó la entrevista con el subtítulo «Entrevista a un profeta». Seguramente ya lo tenía preparado antes de la entrevista y no iba a dejar que la opinión que Verne tenía de sí mismo se la desluciera.
No he podido averiguar en qué momento de su vida se creó el mito de la anticipación, pero creo que sí se puede asegurar que a partir de 1882 pasó a convertirse para la opinión general en escritor para la infancia. Es el año en que su editor Hetzel creó la «Biblioteca de los Premios Escolares», en la que reeditó muchas de las novelas de Verne. Como buen comerciante, Hetzel consiguió que los libros de esta colección fueran comprados por el Ministerio de Instrucción Pública, para ser distribuidos en las escuelas a final de curso como premio para los mejores escolares. Hasta los años 1960, escuelas e institutos franceses mantenían todavía la tradición de regalar libros, no necesariamente de Verne, a los escolares que tenían las mejores notas en cada materia.
Autor para la infancia y para la adolescencia, novelista de la geografía y de la ciencia, anticipador, padre de la ciencia ficción... Todos los tópicos suelen tener algún aspecto real, pero no agotan una obra que, como su autor, es poliédrica. Verne volvió a ser leído por adultos entre los años 1960 y 1970, a partir del momento en que Barthes, Foucault y otros mandarines de la cultura francesa se interesaron por su obra. Sus libros fueron reeditados en los años setenta, y al mismo tiempo aparecieron muchos estudios sobre Verne y su obra, desde diferentes perspectivas. Las interpretaciones que de ella se hicieron (estructuralistas, psicoanalíticas, hermenéuticas, sociológicas, oníricas, políticas, iniciáticas...), demuestran que su obra admite diversas lecturas, y no se puede limitar a una única perspectiva. Aunque en este libro se destaque la visión de la ciencia en la serie de los Viajes extraordinarios, he procurado no reducir éstos a este único aspecto.
1 Citado en J. M. Margot: «Jules Verne et son temps», Encrage Édition, Amiens, 2004, p. 21.
2 Ibidem, p. 64.
3 Entrevista traducida en la recopilación de F. Lacassin: Textes oubliés, Union Générale d’Éditions, París, 1979, p. 355.
4 F. Lacassin: op. cit., p. 383.
5 J. M. Margot: op. cit., p. 226.
Capítulo 2
TRES CIUDADES
En los últimos años de su vida, Jules Verne mantuvo una extensa correspondencia con Mario Turielo, un joven periodista italiano interesado en su obra. En una de las cartas escritas en 1902 le decía:
La historia de mi vida no es muy interesante, y la narración de mis viajes no lo sería mucho más. Un escritor no interesa, ni en su país ni en el mundo entero, más que como escritor.
Ya he dicho que el propósito de este libro es hacer una aproximación a la obra de Verne destacando sobre todo la idea que en ella se da de la ciencia. En cierta manera se acordaría, pues, con su opinión acerca de qué importa conocer de un escritor. Sin embargo, sí que considero importante dar ahora unos datos biográficos mínimos, así como unas pinceladas sobre la situación en Francia durante el siglo XIX, porque ayudará a situar la obra en su contexto histórico. El lector interesado en conocer con más detalle su vida podrá consultar alguna de las biografías que se citan en la bibliografía.
La vida de Jules Verne transcurrió prácticamente en tres ciudades francesas: Nantes, donde nació en 1828 y residió hasta 1848; París, donde fue a estudiar Derecho y vivió hasta 1869; y por último, Amiens donde residió desde 1871 hasta su muerte, en 1905. Entre 1869 y 1871 vivió en Crotoy, un pueblo de pescadores próximo a Amiens, en el que desde 1865 ya pasaba algunas vacaciones. Parece natural dividir este capítulo en tres partes, siguiendo las estancias en cada una de estas ciudades.
NANTES
La ciudad de Nantes está situada a orillas del río Loira, a unos cuarenta kilómetros del océano. Durante los siglos XVII y XVIII fue un puerto importante, puerta de entrada de azúcar y especies en Francia. Como en otros puertos europeos de la época, la actividad principal era lo que se ha llamado «comercio triangular», en referencia a los tres viajes que formaban un circuito cerrado. Los barcos transportaban primero pacotilla desde Europa a África, sobre todo a la denominada costa de los esclavos, en el golfo de Guinea. Desde África transportaban esclavos a las costas del Caribe, al Brasil o al sur de las colonias británicas en el continente americano. El circuito se cerraba con el transporte a Europa de algodón, azúcar y otros productos tropicales. Este comercio permitió el enriquecimiento de armadores y comerciantes de muchos países europeos. Durante el primer tercio del siglo XIX, todavía se hacía desde Nantes lo que se decía «negocio del ébano», eufemismo por tráfico de esclavos, en ocasiones disfrazado en forma de un contrato que los esclavos firmaban al subir a bordo y que se perdía por el camino. Pero en 1848, a partir de la abolición de la esclavitud en Francia y en sus colonias, el puerto de Nantes perdió su importancia comercial.
El joven abogado Pierre Verne llegó a Nantes en 1826 desde Provins, pequeña ciudad cerca de París, para adquirir un bufete de procurador que había quedado libre. Su familia tenía una cierta tradición de juristas: su padre era magistrado en Provins y su abuelo había sido notario en París. La instalación resultó sin duda satisfactoria, porque en 1827 se casó con Sophie Allotte de la Fuÿe, de una familia de armadores y negociantes enriquecidos con el comercio colonial durante el siglo XVIII. Pierre y Sophie eran muy religiosos, y habían recibido una rígida educación, basada en la disciplina y la obediencia, que sin duda transmitieron a su descendencia. El primer hijo,