Paso a la juventud. Sandra Souto Kustrín
la FJS en 1915 se dijo que la crisis provocada por la guerra y que había diezmado a las Agrupaciones Socialistas había hecho que éstas pensasen «en fusionarse con las juventudes, lo que reputamos un tremendo error», y que, según la dirección juvenil, había tenido como consecuencia que, en los lugares en que la unificación se había producido, «no haya hoy ni agrupación ni juventud socialista». El escaso carácter juvenil que tenía en estas fechas la organización socialista y su concentración en su estructuración y en la propaganda se reflejó en que la mayor parte de las proposiciones presentadas a dicho congreso se centraban en asuntos internos –organización y relaciones con el partido– o en cómo desarrollar la propaganda y las formas que debía adoptar ésta. Las proposiciones referidas a cuestiones socio-políticas y culturales fueron escasas aunque se empezó a pedir la reducción de la edad a partir de la cual se tenía derecho a voto, reivindicación que se convertiría en una constante del movimiento juvenil en todo el periodo que analizamos.23
La FJS, además, prácticamente desapareció en 1920, cuando fue la punta de lanza de la tendencia pro-bolchevique en el seno del PSOE. En su congreso de diciembre de 1919 decidió adherirse a la Internacional Comunista (IC), Tercera Internacional o Comintern y, en abril de 1920, los jóvenes socialistas –los llamados despectivamente «cien niños»– formaron el Partido Comunista Español. Éste publicó el 21 de julio una resolución en la que manifestaba su voluntad de crear una organización juvenil con las siglas UJC, que sería independiente pero debía servir de correa de transmisión de las ideas del partido.24 La política del PSOE de colaboración con la dictadura de Primo de Rivera no permitió la recuperación de su organización juvenil,25 que se dividió entre partidarios y detractores de dicha colaboración. En 1928 se produjo una larga polémica en Renovación sobre «socialismo reformista» y «socialismo revolucionario» entre el dirigente estudiantil socialista Graco Marsá y Ricardo Alba, que había sido elegido presidente de la FJS en su Segundo Congreso, celebrado en 1927.26 También muestra que hubo grandes tensiones en la organización juvenil en este periodo la memoria del congreso de 1929, en la que el Comité Nacional decía haber pasado «momentos de amargura» ante los «ataques, a nuestro juicio, injustificados, que se nos han dirigido». En ese mismo congreso se produjeron enfrentamientos que llevaron a la anulación de la primera votación de los miembros del Comité Nacional, tras aprobarse una reforma de los estatutos para que este órgano quedara formado por una comisión ejecutiva elegida por el congreso y un delegado de cada una de las federaciones regionales, frente a las normas anteriores en que los cargos, excepto el de presidente y vicepresidente, eran elegidos por la Juventud Socialista Madrileña, por ser la capital del Estado la sede del comité.27 Si a esto se suman las dificultades económicas que la misma memoria del congreso recogía en diferentes páginas no puede extrañar que el trabajo fuera escaso.
Mientras tanto, tampoco el nuevo movimiento comunista consiguió desarrollar una organización juvenil importante. Aunque se habla de dos organizaciones juveniles comunistas, la del Partido Comunista Español y la del Partido Comunista Obrero Español (formado por exafiliados del PSOE en abril de 1921) debían ser ambas casi testimoniales cuando su conferencia nacional de unidad, celebrada en 1922, formó lo que sería la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE), cuyo límite de edad se fijó en los 25 años. El Partido Comunista de España (PCE) fue una fuerza meramente testimonial hasta los años treinta y durante la dictadura de Primo de Rivera su organización juvenil no pasó de unos centenares de afiliados, caracterizados por su radicalismo y por los métodos sindicalistas que utilizaban.28 Influyeron en este fracaso, frente a otras experiencias europeas, la cooptación de los jóvenes procedentes de la juventud socialista para un PCE escaso en militantes y sin cuadros destacados y la coincidencia del periodo de estructuración y organización con la dictadura de Primo de Rivera, que la hizo pasar a la clandestinidad prácticamente sin estar acabada de conformar. Sin embargo, ya el 1 de mayo de 1927, El Joven Obrero, órgano de la UJCE, publicó un llamamiento a la juventud que contenía reivindicaciones que la afectaban muy directamente como la prohibición del trabajo de los menores de 16 años; la prohibición del trabajo nocturno para los menores de 18 y del trabajo en las industrias insalubres a los menores de 21; mayores posibilidades de aprendizaje; jornada de seis horas para los menores de 18 años sin reducción del salario; vacaciones anuales pagadas; higienización de los talleres; creación de grupos deportivos; y plenitud de derechos políticos desde los 18 años,29 en lo que se puede considerar un programa juvenil que, por ejemplo, la FJS no empezó a elaborar hasta su congreso de 1929, y en el que esta última incluyó, junto a reivindicaciones generales, como el restablecimiento de la constitución, algunas muy alejadas de la juventud, como la rebaja de la edad para la percepción del retiro obrero, y otras puramente juveniles, como la enseñanza secundaria gratuita y obligatoria de los catorce a los dieciocho años, dar posibilidad de acceso a la enseñanza superior a los jóvenes sin recursos económicos, o que la enseñanza en todos sus grados tuviera «un carácter ajeno a toda confesión religiosa o política». Significativamente, entre las peticiones más detalladas en este momento por la Federación de Juventudes Socialistas estaban las relacionadas con las mujeres, lo que muestra el papel fundamental que se daba a la juventud en la organización y concienciación de la mujer, como veremos más adelante.30
La incorporación de los jóvenes a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), formada en 1910, se anticipó muchos años a la creación de una organización juvenil propia, ya que todo parece indicar una preponderancia importante de la juventud en el movimiento anarcosindicalista. Por ejemplo, en 1920, los miembros más importantes del grupo de acción «Los Solidarios» eran varones solteros de 19 a 25 años de edad, con trabajos no cualificados y eventuales y, en una de las ciudades más desarrolladas de España y feudo confederal como Barcelona, muchas de las pandillas callejeras de jóvenes obreros estaban en la órbita de los sindicatos de la CNT.31 Algunos dirigentes anarquistas, como Manuel Buenacasa, identificaron al sector más radical de la CNT de los años treinta (los faístas) con la juventud, mientras que el sector más moderado y sindicalista (los treintistas) serían de mayor edad. Susanna Tavera ha demostrado que esta diferencia existía, al menos entre los dirigentes, mientras que Chris Ealham ha destacado la escasa edad de los expropiadores relacionados con la CNT que actuaban en la Barcelona republicana y de los participantes en el ciclo insurrección anarquista de 1932-1933, en su mayoría «obreros jóvenes, solteros y no cualificados», lo que relaciona no solo con que a los jóvenes les resultaba más fácil aceptar el coste potencial de un enfrentamiento frontal con las fuerzas estatales por sus menores responsabilidades familiares, sino también con la falta de oportunidades para los jóvenes obreros.32 Sin embargo, la presencia continuada de jóvenes en el movimiento anarcosindicalista no fue acompañada de un discurso referido a la juventud, como grupo específico, con objetivos, problemas y características propias, hasta bien entrada la Segunda República.
Con la proclamación de ésta, su correlato de modernización social y democratización política se sumó al creciente peso demográfico de los jóvenes para hacer que destacase la presencia en la vida política de organizaciones específicamente juveniles vinculadas a los distintos partidos y asociaciones estudiantiles con diferentes simpatías político-ideológicas y que tuvieron distinto grado de éxito. Los partidos políticos mantuvieron a menudo una relación conflictiva con sus organizaciones juveniles, ya que buscaron alentar su activismo sin otorgarles una participación real en la toma de decisiones políticas, temiendo que se escaparan de su control. Casi todas las organizaciones juveniles sufrieron también durante la Segunda República un proceso de radicalización que las llevó a tener planteamientos más extremistas que los de sus respectivos partidos y a intentar ampliar su autonomía con respecto a éstos.33
Los partidos republicanos, que conservaban el carácter de partidos de notables, fracasaron en sus intentos de crear un fuerte movimiento juvenil, como reflejan los intentos de formar una Federación de Juventudes Republicanas por parte del cada vez más conservador Partido Republicano Radical. Las organizaciones juveniles de los partidos republicanos de izquierda, la Juventud de Acción Republicana, las Juventudes Federales y la Radical Socialista independiente, por su parte, mantuvieron posiciones más radicales que las de sus partidos: ya el 16 de septiembre de 1933 protestaron contra «los parlamentarios que se han dejado arrebatar la