Ser paz en un mundo en conflicto. Marshall B. Rosenberg
que parecen querer emplear la violencia unos contra otros? Cuando llegó el momento de tomar una decisión respecto al tipo de trabajo que yo quería realizar, pensé que me gustaría estudiar estas cuestiones tan fundamentales.
Nuestra naturaleza: contribuir al bienestar los unos de los otros
Empecé por elegir la psicología clínica para aprender todo lo que pudiera sobre estas dos cuestiones. Acabé con un doctorado, pero había ciertos límites en lo que me habían enseñado y las preguntas que me planteaba no encontraban una respuesta tan fácil como a mí me habría gustado. Yo estaba más interesado en entender cuál es nuestra naturaleza y qué aleja a las personas de sus tendencias violentas. Estudié por mi cuenta, después de graduarme, para intentar averiguar todo lo posible sobre por qué personas como mi tío disfrutan contribuyendo al bienestar ajeno mientras que otras parecen deleitarse haciendo sufrir a otros.
Llegué a lo que voy a compartir con usted por diferentes derroteros. El principal fue estudiar a las personas a quien realmente admiraba para ver qué las diferenciaba de los demás. ¿Por qué ellas disfrutaban contribuyendo al bienestar de los demás, incluso cuando estaban involucradas en situaciones de conflicto en que las personas que las rodeaban se comportaban de forma destructiva?
Hablé con personas así, las observé y aprendí lo que pude de ellas, de lo que ellas habían aprendido. Estudié aquello que las ayudaba a ceñirse a lo que verdaderamente creo que es nuestra naturaleza: contribuir al bienestar los unos de los otros. Estudié religiones comparadas para ver si podía aprender algo de las prácticas religiosas básicas. Estas religiones parecían estar de acuerdo en cierta medida acerca de cuál es nuestra naturaleza. Ciertas investigaciones, como la de Carl Rogers cuando estudió las características de una relación de ayuda, también me resultaron muy útiles.
Partiendo de todas estas fuentes di forma a un proceso basado en un deseo propio sobre cómo quería que se comportaran los seres humanos. Si puedo esclarecer ahora el propósito del proceso que estaba buscando, la mecánica del proceso cobrará más sentido cuando la presente. Esto es así porque la Comunicación No-Violenta es en realidad una integración de cierta espiritualidad acompañada de herramientas concretas para manifestar dicha espiritualidad en nuestra vida cotidiana, en nuestras relaciones y en nuestras actividades políticas. Por lo tanto, me gustaría comenzar esclareciendo la conciencia espiritual a la que yo trataba de servir cuando buscaba los recursos que presentaré más adelante.
El propósito de la
Comunicación NoViolenta
“Enseña a todos esta triple verdad: un corazón generoso, un lenguaje amable y una vida de servicio y compasión son las cosas que renuevan la humanidad”.
BUDA
La espiritualidad encarnada en la CNV existe no tanto para ayudar a las personas a conectar con lo divino, sino más bien para actuar movidos por la energía divina de la que hemos sido creados, nuestra energía natural de servicio a la vida. Es un proceso vivo para mantenernos conectados a la vida que hay en nuestro interior y a la vida que se manifiesta en otras personas.
Milton Rokeach, un investigador y psicólogo de la Universidad Estatal de Michigan, estudió ocho de las religiones básicas del planeta para ver si, en alguna de ellas, las personas que practicaban seriamente esa religión eran más compasivas que otras. Descubrió que las ocho religiones que estudió eran más o menos equivalentes en cuanto a compasión1.
Pero luego las comparó con personas que no pertenecían a ninguna religión y descubrió que ¡las personas que no se afiliaban a ninguna religión eran mucho más compasivas! Lanzó también una advertencia al lector en cuanto a la interpretación de estos datos, porque en cada religión hay dos poblaciones claramente distintas. Si se separaba un grupo minoritario (creo que era alrededor del 12 por ciento) de la mayoría, esta pequeña minoría era mucho más compasiva que las personas que no iban a la iglesia.
Por ejemplo, yo estaba trabajando en un pueblo de Palestina y, al final de una sesión, un joven me dijo: “Marshall, me ha gustado mucho tu formación, pero, ¿sabes?, esto no es nada nuevo; no te lo tomes como una crítica, pero es sencillamente islam aplicado”.
Me vio sonreír y me preguntó por qué sonreía.
Le dije: “Ayer estuve en Jerusalén y un rabino ortodoxo me dijo que era judaísmo aplicado. Y el responsable de nuestro programa en Sri Lanka, un sacerdote jesuita, piensa que es cristianismo”.
De modo que la espiritualidad de esa minoría más compasiva de cada una de las religiones está muy cerca de aquello a lo que trata de servir la Comunicación NoViolenta.
La CNV combina pensamiento y lenguaje
La CNV es una combinación de pensamiento y lenguaje, junto con algunos recursos para usar nuestro poder, diseñados para servir a una intención específica. La intención es crear la calidad de conexión con otras personas y con nosotros mismos que permite que brote nuestro impulso natural de dar a los demás. En este sentido, es una práctica espiritual: todas las acciones se llevan a cabo con el único propósito de contribuir deliberadamente al bienestar de los demás y de nosotros mismos.
El propósito principal de la Comunicación NoViolenta es conectar con otras personas de maneras que permitan que tenga lugar ese dar de manera compasiva. Es compasivo porque sale del corazón por voluntad propia. Ofrecemos servir a los demás y a nosotros mismos no por sentido del deber u obligación, no por miedo al castigo o por el deseo de una recompensa, no por culpabilidad o vergüenza, sino por lo que yo considero parte de nuestra verdadera naturaleza. Está en nuestra naturaleza disfrutar dándonos unos a otros. La Comunicación NoViolenta nos ayuda a conectar los unos con los otros al permitir que nuestra naturaleza se manifieste en cómo damos a los demás y cómo los demás nos dan a nosotros.
Nada produce más alegría que emplear nuestros esfuerzos al servicio de la vida
Cuando algunas personas escuchan que yo pienso que nuestra naturaleza es disfrutar dándonos los unos a los otros, se preguntan, estoy seguro, si no soy un poco ingenuo o si no soy consciente de la cantidad de violencia que hay en el mundo. ¿Cómo puedo pensar que está en nuestra naturaleza disfrutar de dar a los demás compasivamente, con lo que está sucediendo en el mundo? Créame, veo la violencia. Trabajo en lugares como Ruanda, Israel, Palestina y Sri Lanka.
Aunque soy bien consciente de toda esa violencia, no creo que esa sea nuestra naturaleza. En todos los lugares en los que trabajo, pido a los participantes que piensen en algo que hayan hecho en las últimas veinticuatro horas que haya contribuido de alguna manera a enriquecer la vida de otra persona. Después de que piensen durante un minuto, les pregunto: “Ahora, ¿cómo se sienten al ser conscientes de cómo ese acto ha contribuido a enriquecer la vida a alguien?”. Y todos tienen una sonrisa en la cara. Es universal: la mayoría de personas disfrutan al dar a los demás.
Cuando nos hacemos conscientes del poder que tenemos para enriquecer la vida, de cómo podemos servir a la vida, nos sentimos bien. A menudo continúo con la siguiente pregunta: “¿Puede alguien pensar en algo que resulte más gratificante en la vida que emplear sus esfuerzos de esa manera?”. He hecho esta pregunta en lugares de todo el planeta y todo el mundo parece estar de acuerdo. No hay nada mejor, nada que nos haga sentir mejor, nada que disfrutemos más, que emplear nuestros esfuerzos en servicio de la vida, contribuyendo al bienestar los unos de los otros.
Bien, si eso es así, entonces ¿por qué la violencia? Bueno, yo creo que la violencia proviene de cómo hemos sido educados, no de nuestra naturaleza. Estoy de acuerdo con el teólogo Walter Wink, que cree que desde los albores de la civilización —al menos ocho mil años atrás— se nos ha educado de una forma que hace que disfrutemos de la violencia. Este tipo de educación nos desconecta de nuestra naturaleza compasiva.
¿Y por qué se nos educa de esa manera? Es una larga historia. No entraré en ella nada más que para decir que empezó hace mucho tiempo con ciertos mitos sobre la naturaleza humana que caracterizan a los humanos básicamente como seres malvados y egoístas, y que aseguran que la buena vida consiste en que las