Rousseau: música y lenguaje. AAVV
Chamfort: Máximas, pensamientos, caracteres y anécdotas, Madrid, edición de Antonio Martínez Carrión, Aguilar, 1989, § 348.
[2] Jean-Jacques Rousseau: Las confesiones, traducción de Aníbal Froufe (traducción cedida por ediciones Edaf), Barcelona, Ediciones Orbis, 1991, p. 32.
[3] Rousseau, op. cit., pp. 121-122.
[4] Ernst Cassirer: Rousseau, Kant, Goethe. Filosofía y cultura en la Europa del Siglo de las Luces, Madrid, edición de Roberto R. Aramayo, FCE, 2007, pp. 55-56.
[5] Rousseau: Las confesiones, op. cit., p. 32.
[6] Claude Lévi-Strauss: «Jean-Jacques Rousseau, fundador de las ciencias del espíritu», traducción de Jorge Pérez, en VV. AA.: Presencia de Rousseau, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1972, p. 15.
[7] Rousseau: Escritos sobre música, traducción de Anacleto Ferrer y Manuel Hamerlinck, Publicacions de la Universitat de València, Colección Estètica & Crítica, Valencia, 2007, p. 216.
[8] Rousseau: Escritos sobre música, op. cit., p. 290.
[9] Lydia Vázquez y Jean Goulemot: Jean-Jacques Rousseau: de la ficción sentimental a la escritura autobiográfica. Biblioteca virtual E-EXCELLENCE, <www.liceus.com>, 2006, p. 10.
[10] Con la salvedad del excelente trabajo de David Medina: Jean-Jacques Rousseau: lenguaje, música y soledad, Barcelona, Ediciones Destino, Colección “Ensayos/Destino”, 1988.
[11] Rousseau: Escritos sobre música, traducción de Anacleto Ferrer y Manuel Hamerlinck, Publicacions de la Universitat de València, Colección Estètica & Crítica, Valencia, 2007, 328 pp. Este mismo año vería también la luz la primera traducción de su Diccionario de música, realizada por José Luis de la Fuente Charfolé para la Editorial Akal.
[12] Claude Dauphin: «Le vertige des origines», Musique et langage chez Rousseau, Voltaire Foundation, University of Oxford, 2004, p. ix
[13] Rousseau: Escritos sobre música, op. cit., p. 301.
[14] Grimm, Diderot, Rousseau, D’Alembert: La querella de los bufones. Selección, estudio introductorio y notas de Anacleto Ferrer; traducción de Benedicta Chilet, Anacleto Ferrer y Manuel Hamerlinck. Valencia, MuVIM, 2009; Rousseau: Les Consolations des Misères de ma Vie. Airs, Romances et Duos. Coor dinación y estudio histórico de Anacleto Ferrer, edición musical de Rodrigo Madrid y versión rítmica de los textos de José García Roca. Institució Alfons El Magnànim, Colección Partituras, Valencia, 2009. En el contexto de una de estas mesas, Claude Dauphin, profesor del Departamento de Música de la Université du Québec en Montreal, presentó su reciente edición crítica del Dictionnaire de musique de Jean-Jacques Rousseau (Meter Lang, Berna 2008, 890 pp.), en la que ha colaborado un equipo de especialistas de la Université Lumière Lyon 2 compuesto por Raymond Court, Yves Jaffrès, Michael O’Dea, Daniel Paquette y Pierre Saby; y Amalia Collisani, profesora de Filosofía de la música de la Università di Palermo, dio a conocer su libro La musica di Jean-Jacques Rousseau, que acaba de ver la luz en Palermo, L’Epos, 2008, 353 pp.
[15] El concierto sirvió de presentación del disco Jean-Jacques Rousseau: Les Consolations des Misères de ma Vie. Airs, Romances et Duos (Alboraya, Valencia, Ed. E. G. Tabalet, 2009), que recoge una veintena de piezas del libro homónimo que adaptó y grabó la Capella Saetabis bajo la dirección de Rodrigo Madrid, a partir de un raro ejemplar original de 1781 localizado por mí en un anticuario de Londres un año antes y que el MuVIM había adquirido para su biblioteca histórica.
[16] La pasión del rey (Le roi danse, 2000), de Gérard Corbiau.
[17] La exposición estuvo a cargo de Anna Reig y Benedicta Chilet, bibliotecarias de MuVIM, que con dedicación ejemplar han trabajado en los últimos años en la creación de un importante fondo bibliográfico de libro antiguo relacionado con la Ilustración.
DE DUBOS A ROUSSEAU, Y MÁS ALLÁ
Enrico Fubini
Università di Torino
El problema de la relación entre música y palabra, entre lenguaje de los sonidos y lenguaje verbal es antiguo como el mundo y se podría escribir un imponente volumen para contar su historia. Sin embargo, hay momentos en la historia del pensamiento humano en los que tal problema ha asumido una relevancia decisiva y se ha vuelto central en las reflexiones de los filósofos. El Siglo de las Luces indudablemente representa un momento clave en el desarrollo de este problema, porque abre la puerta a una nueva visión de las relaciones entre música y lenguaje verbal. La pirámide de las artes, en cuya cúspide está la poesía y en su nivel más bajo la música, clasificación aún ampliamente sostenida al menos en la primera mitad del siglo XVIII, incluso por Voltaire, estaba destinada no tanto a un cambio como a una subversión radical que habría visto música y poesía en una situación de complicidad y estrecha relación ya no escindible. Muchos pensadores, en particular del setecientos francés, han situado este tema en el centro de sus reflexiones, abriendo nuevas vías no sólo a la estética musical, sino a todo el pensamiento estético en su globalidad.
La nueva atención de los pensadores dieciochistas a este problema ha tenido origen, sin duda, en el desarrollo impetuoso del melodrama en toda Europa. Nuevo género nacido a principios del siglo XVII, el melodrama quizá sea algo más que un nuevo género: se trata de una invención destinada a llevar savia nueva al lenguaje musical, al teatro y a la misma poesía. Acaso no sea exagerado afirmar que el nacimiento del melodrama y su desarrollo en la sociedad europea de los siglos XVII y, sobre todo, XVIII,ha representado una verdadera revolución en la historia de la música y de las artes. El problema clave planteado por el melodrama era precisamente la cooperación o, mejor, la fusión de música y poesía en la escena teatral. Pero este fenómeno no podía dejar de suscitar interrogantes fundamentales y cruciales: estos dos lenguajes que en la escala tradicional de las bellas artes se hallaban en los polos opuestos y, en cualquier caso, parecían tan heterogéneos y difícilmente congeniables, ¿cómo podían convivir y fundirse eficaz y productivamente? El primero parecía dirigirse esencialmente a los sentidos y a nuestro aparato emocional; el segundo, esencialmente a nuestra razón y nuestras facultades intelectivas. ¿Puede darse un parentesco y una cooperación entre los dos campos, tradicionalmente extraños si no enemigos? Desde el momento en el que el melodrama iba asumiendo un peso nada irrelevante, por cierto, en la vida y en la sociedad dieciochesca, es fácil de comprender que estos interrogantes, exquisitamente filosóficos y estéticos, ocuparan un lugar central en las reflexiones de los teóricos de la Edad de las Luces, debido a sus vastas implicaciones.
En el curso del siglo XVIII se pueden identificar dos corrientes en lo que respecta al pensamiento musical: por una parte, están quienes se preocupan por fundar y salvar la autonomía y la autosuficiencia del lenguaje musical, con Jean Philippe Rameau a la cabeza; este discurso