Framers. Viktor Mayer-Schonberger

Framers - Viktor  Mayer-Schonberger


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Pero este ethos no sirve para resolver problemas, solo para glorificarlos: puede destruir, pero no crear. Durante la última mitad del siglo pasado, los psicólogos y los economistas conductuales han ido reuniendo una montaña de pruebas experimentales que demuestran que, en la mayoría de los casos, las decisiones tomadas por instinto son peores. Puede que confiar en nuestro instinto nos dé la sensación de que estamos haciendo lo correcto. Pero en realidad no nos aporta ninguna estrategia viable para poder resolver los desafíos a los que nos enfrentamos.19

      Por otro lado, puede que la IA tome mejores decisiones que los humanos y que termine por quitarnos el trabajo, pero ni los ordenadores ni los algoritmos son capaces de enmarcar. A la IA se le da muy bien responder cualquier cosa que se le pregunte, pero los enmarcadores son capaces de formular preguntas que hasta entonces nadie había planteado. Los ordenadores solo pueden trabajar con el mundo existente, pero los humanos podemos vivir en los mundos que imaginamos gracias a nuestra capacidad de enmarcar.

      Vamos a examinar las carencias de los ordenadores en el campo en que normalmente reciben más alabanzas por su excelencia: los juegos de mesa. Incluso las personas más familiarizadas con esta historia acostumbran a extraer de ella la lección equivocada.

      Pero en realidad esto no fue lo que ocurrió.

      Los sistemas de IA son incapaces de concebir nada. Son incapaces de crear modelos mentales. No pueden generalizar ni explicar. AlphaZero es una caja negra tanto para nosotros como para sí mismo. Fueron los humanos, no la IA, los que observaron los movimientos y desarrollaron el concepto de posición de tablero o sacrificio. Fueron los humanos los que enmarcaron las acciones de AlphaZero, consiguiendo así explicarlas y aplicarlas de manera generalizada. Fueron los humanos los que se volvieron más inteligentes porque fueron capaces de abstraer lecciones de los logros de la IA. La IA no puede comprender ni aplicar lecciones por cuenta propia.

      Tanto los racionalistas como los emocionalistas han identificado correctamente una singularidad de la cognición humana. Pero ambas visiones nos llevan a un callejón sin salida. Ninguna de las dos es capaz de ofrecer una respuesta adecuada que resuelva los desafíos a los que se enfrenta la civilización. Tampoco podríamos esperar mucho si combinásemos ambas visiones. Si fusionamos dos visiones basadas en fundamentos precarios, como mucho podríamos conseguir mantener esta frágil tensión sin esperanzas de conseguir ningún progreso real.

      Pero es fundamental que comprendamos que no estamos limitados a estas dos opciones. No tenemos que decidir entre una singularidad deshumanizadora, un tsunami de terror populista o una combinación ineficiente de ambas visiones. Disponemos de otra estrategia, otra característica humana que hasta ahora ha sido ignorada: la capacidad de enmarcar. Nuestra capacidad de aplicar, perfeccionar y reinventar modelos mentales nos proporciona los medios necesarios para resolver nuestros problemas sin tener que recurrir a las máquinas o unirnos a la turba.

      Esto nos lleva de vuelta a Regina Barzilay. Nos encontramos ante una encrucijada. Se avecinan grandes desafíos. Al igual que con los antibióticos, muchas de nuestras vulnerabilidades son de cosecha propia, consecuencia de las decisiones que tomamos, de las alternativas que no supimos identificar y de las acciones que no emprendimos. Nos hemos metido nosotros solos en nuestros problemas actuales. Pero la buena noticia es que podemos resolverlos. Para lograrlo, necesitaremos una nueva mentalidad.

      lo que ocurre en el exterior empieza en el interior

      Y es cierto que, según todas las estadísticas, el mundo está mejorando inexorablemente. Cada vez hay menos guerras, menos enfermedades, un mayor índice de alfabetización, más agua potable, países más ricos, personas más felices y una mayor esperanza de vida. Puede que el COVID-19 haya hecho mella en algunas de estas tendencias, pero solo de manera temporal; si alzamos la vista hacia el futuro seguro que este bache se suavizará a medida que pase el tiempo y avance el progreso.

      La evolución del pensamiento humano ha desempeñado un papel crucial en todas estas mejoras, ya que antes de que se materialice ningún cambio en el mundo tiene que producirse una transformación mental. Todo lo que ocurre en el exterior empieza en el interior. Enmarcamos y reenmarcamos el mundo, y gracias a ello la civilización avanza.

      Pero ese feliz optimismo puede interpretarse erróneamente. Sus defensores lo extrapolan al desarrollo del futuro. Sin embargo, su análisis oculta varios problemas. El progreso humano está enfermo; los frutos de nuestra propia creación amenazan con ser el origen de nuestra destrucción. Tenemos que aprender a enmarcar mejor para poder responder ante cualquier problema, ya sea la carrera armamentística, la subida de la temperatura o el crecimiento de la clase baja en todo el mundo.

      Anteriormente la mayoría de los desafíos a los que nos enfrentábamos eran una cuestión de supervivencia individual o comunitaria, pero no de todo el planeta. Y muchos de esos desafíos tenían soluciones muy evidentes. Si teníamos hambre, cazábamos y recolectábamos. Si necesitábamos un refugio, construíamos una casa. Si se avecinaba una guerra, reclutábamos un ejército. Normalmente ya teníamos un marco listo para usar.

      Pero a pesar de que nuestra capacidad de enmarcar ha mejorado el proceso de toma de decisiones, su éxito también ha sido la causa de su perdición, ya que ha generado la creencia de que existe un único mar­co verdadero. La humanidad ha creado y aplicado este tipo de marcos únicos infinidad de veces, desde la Inquisición española hasta el colectivismo soviético. Y sin embargo hemos aprendido sorprendentemente poco de estos errores. Todavía hoy en día somos propensos al pensamiento monolítico, y nos hemos convencido de que los errores del pasado los provocó el marco en cuestión, no el hecho de que hubiera un único marco.

      Este es el motivo por el cual el momento histórico actual es tan precario. El destino de la humanidad depende de que aprendamos a concebir los desafíos de forma distinta. Para afrontar las crisis de la naturaleza (desde el cambio climático hasta las pandemias) y las humanas (desde las nuevas formas de tribalismo hasta la opresión violenta) no nos sirve de nada dar un salto de fe cognitivo, sino que tenemos que redoblar esfuerzos en aquello que los humanos siempre hemos sabido hacer tan bien: aplicar la imaginación


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