La palabra facticia. Albert Chillón
Lucie Olbrechts-Tyteca Tratado de la argumentación (Madrid: Gredos, 1989). También lo es el libro de Elvira Teruel Planas, Retòrica, informació i metàfora (Barcelona: UAB/UJI/UV, 1997).
16. Acerca de la naturaleza dialógica de la comunicación lingüística, entendida como incesante intercambio de enunciados, son ya clásicas las reflexiones del gran Mijail Bajtin en Estética de la creación verbal (México: Siglo XXI, 1985) y Teoría y estética de la novela (Madrid: Taurus, 1989).
17. La idea nietzscheana acerca de la naturaleza retórica del lenguaje ha dado lugar a algunas magníficas investigaciones sobre el papel decisivo que las metáforas desempeñan en el modo de vivir, concebir y comunicar de los individuos. Pienso, en particular, en la ya clásica obra de George Lakoff y Mark Johnson Metaphors We Live By (1980), título mal traducido en la versión castellana: Metáforas de la vida cotidiana (Madrid: Cátedra, 1991). Por otra parte, la antes aludida obra de Elvira Teruel Retórica, informació i metàfora es, sin duda, una iluminadora aplicación de la consciencia retórica al estudio de la comunicación periodística.
18. Remito al lector al artículo de Berta Capdevila y Albert Chillón «El discerniment retòric. Sobre els principis de la retòrica i el seu valor pedagògic», Ars Brevis, 17 (Barcelona: Universitat Ramon Llull, 2011).
19. Tal concepción logomítica del lenguaje ha sido elocuentemente expuesta y defendida por Lluís Duch a lo largo de sus obras publicadas en los últimos años, ya citadas.
20. Acerca de esta decisiva cuestión, resulta sumamente sugerente la observación que Duch hace a propósito de la palabra con que el idioma alemán expresa la noción de símbolo: Sinnbild, vocablo compuesto a partir de Sinn (sentido) y Bild (imagen). L. Duch, op cit., p.91.
21. Octavio Paz, El arco y la lira, op. cit., 1992, p.34. Las citas entrecomilladas de Paz corresponden a la obra citada de W. M. Urban, Lenguaje y realidad.
22. Un medio concebido como ambiente, no como instrumento.
23. Acerca de la distinción entre imagen icónica e imagen mental, es esclarecedor el libro de Román Gubern La mirada opulenta (Barcelona: Gustavo Gili, 1987), caps. 1 y 2.
24. Gran diccionario de la lengua española (Barcelona: Larousse, 1996).
25. Me remito a su obra, ya citada, Filosofía de las formas simbólicas, I. El lenguaje, 1971.
26. Véase el ensayo de A. C. Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia (Barcelona: Paidós – UAB, 1989).
27. Si así lo desea el lector, puede explorar esta cuestión en el libro del autor y de L. Duch Un ser de mediaciones, op. cit., 2012.
28. «Contra el positivismo, que se queda en el fenómeno, “solo hay hechos”, yo diría, no, precisamente no hay hechos, solo interpretaciones», F. Nietzsche, Fragmentos póstumos, vol. 4 (Madrid: Tecnos, 2008), p.222.
29. A fin de refutar la concepción positivista y reificadora de los hechos que Emile Durkheim consagró en su influyente Las reglas del método sociológico, Jules Monnerot escribió Les faits sociaux ne sont pas des choses (París: Gallimard, 1946), un ensayo casi olvidado que debería recuperarse y leerse. Véase también, al respecto, «Hacer los hechos», el capítulo VII de la obra de Lluís Duch y Albert Chillón Un ser de mediaciones. Antropología de la comunicación, vol. I (Barcelona: Herder, 2012).
30. Véanse entre otros, además de la obra de Gaston Bachelard en general, los libros de Albert Béguin, El alma romántica y el sueño (México: FCE, 1993); y Georges Bataille, La experiencia interior (Madrid: Taurus, 1973).
31. Sobre la capital cuestión de lo falso y lo verdadero, nos remitimos a la argumentación que Steiner desarrolla en Después de Babel. Aspectos del lenguaje y la traducción, op. cit.; y, en especial, a su capítulo III, «La palabra contra el objeto». Steiner recoge la definición de Agustín en la p.251 de su ensayo.
32. G. Steiner, Después de Babel, op. cit., p.250.
33. G. Steiner, Presencias reales (Barcelona: Destino, 1992), p.44s.
Capítulo 3
Incidencia del giro lingüístico en la reflexión acerca de la literatura
La literatura ya no es lo que era. No lo es su cultivo por parte de escritores, escribidores y escribanos de toda laya, ni tampoco el corpus de pensamiento teórico, sea académico o asilvestrado, que procura dar cuenta de sus mutaciones. Para bien y para mal, con su formidable empuje, la industria cultural ha contribuido a transformar todos los eslabones que componen el campo literario, desde su ideación y escritura hasta su consumo y eventual disfrute, pasando por su producción y distribución.1 Desde principios de siglo, como a estas alturas es bien sabido, todas las artes clásicas han sido alteradas por el embate de la fotografía y el cine, la prensa y la radio, la publicidad y la propaganda, la televisión y, en las últimas dos décadas, por la expansión de la digitalización a todos los campos de la cultura y la comunicación, hoy ya prácticamente subsumidos en un omnipresente ciberentorno. La conmoción ha sido suficiente para modificar no solo la fisonomía del arte tradicional —y del arte literario en concreto— sino incluso su misma definición, cuestionada al menos desde que Marcel Duchamp presentó su célebre urinario (Fuente) en la exposición de la Society of Independent Artists, allá por 1917.
El arte de la palabra, en concreto, ha sufrido sensibles mutaciones, hasta el punto de que hoy cabe poner en tela de juicio la misma noción de «literatura», un concepto que hasta las primeras décadas del siglo XX parecía innecesario cuestionar —y que a lo largo de la posmodernidad, desde los años sesenta, ha sido objeto de cambiantes aproximaciones, de acuerdo con su espíritu del tiempo sincrético y desacralizador, hedonista e irónico, irreverente y desencantado. Lejos de resultar bizantina, la pregunta por el ser y el hacer de la literatura es singularmente pertinente en nuestros días, cuando bajo el palio de la general confusión medra una nutrida gama de productos que, a pesar de llamarse «literarios», tienen apenas la mera apariencia de tales —la tipografía y la maquetación, la encuadernación física o digital, los paratextos y sobre todo los canales y rituales que los producen y diseminan en serie.2
Profesada ante todo por los académicos más ortodoxos,