Almodóvar en la prensa de Estados Unidos. Cristina Martínez-Carazo
abre un amplio foro para opiniones personales, desdibujando la línea divisoria entre los sentimientos que suscita un film y la capacidad del crítico para iluminar la lectura del mismo.
Sin intención de generalizar sobre el mencionado desinterés en los libros por parte de los cinéfilos internautas ni sobre el carácter impresionista de sus escritos, hay que señalar que se dan una serie de rasgos en la crítica en prensa que, en mi opinión, explican mi elección del objeto de análisis. En primer lugar, detrás de esta controversia aflora el consenso de que las publicaciones periódicas con más prestigio, entre ellas The New York Times, The New Yorker, The Village Voice, etcétera, operan como filtros eficaces a la hora de abrir un espacio para los críticos, y que si bien esto no es garantía de calidad ni implica que la profesionalidad esté reñida con internet, la crítica periodística deja menos espacio para opiniones impresionistas, exige más experiencia por parte del crítico así como un conocimiento académico de la disciplina y requiere mayor rigor en la medida en que ha de satisfacer las exigencias de contenido y estilo de los directores.
La misma cuestión inquieta a David Bordwell, según muestra en un escrito aparecido en su blog, titulado “Film criticism: Always declining, never quite falling” (http://davidbordwell.net/blog/2010/03/16/). Al hilo de la opinión dominante afirma que los supuestos expertos en cine no merecen ser llamados críticos a menos que “(a) write for print publication; (b) have been doing it for x years; (c) are a member of a critics professional society; and/or (d) get paid for it”. Esta visión difundida por Bordwell ha reavivado el debate entre los defensores de la crítica escrita sobre papel y los de la aparecida en soporte digital, insistiendo en la percepción de la crítica divulgada en las páginas web y en los blogs como producto de escritores amateur. Si bien es cierto que ambos soportes propician un discurso diferente —más elaborado y filtrado en el caso del papel, más espontáneo y cercano al espectador medio en el caso de los escritos en línea—, lo que más los separa es la prevalencia de la opinión personal en el caso de la red, frente a la voluntad de contextualizar en el marco de las artes, de la política y de la sociedad el significado de un film por parte de la crítica en prensa. Como indica el mismo Bordwell, “Insofar as we think of criticism as evaluation, we need to distinguish between taste (preferences, educated or not) and criteria for excellence”. Si bien hay quienes opinan que el estilo escrito está sobrevalorado y que la red posibilita una eficaz difusión de críticas valiosas, es indudable que la conexión entre opinión e información es más débil en este medio.
Independientemente de la calidad de la crítica o del medio por el que se divulgue, el impacto en el espectador y, por extensión, en la recaudación de taquilla es relativamente limitado, más en el papel que en la red. Esto no implica negar el positivo efecto que una buena crítica ejerce sobre cualquier film ni el potencial daño de una negativa, lo cual explica la reacción de algunos cineastas como muestra la polémica entre Pedro Almodóvar y Carlos Boyero, a cargo de la sección de cine de El País y, como tal, enviado especial a los más prestigiosos festivales (Venecia, Cannes, San Sebastián…). Su crítica de dichos festivales, a los que califica de tediosos y pretenciosos, se vuelve especialmente ácida al abordar el cine de Almodóvar (con honrosas excepciones), llegando, en el caso de Los abrazos rotos (El País 18-3-2009), a desencadenar un enfrentamiento con el director. Su ataque frontal a la película y a su director, y el tono general de dicho artículo llevaron al propio Almodóvar a lanzar en su blog una “Crónica negra” contra Boyero, lo que suscitó una respuesta por parte de la defensora del lector de El País, Milagros Pérez Oliva, en la que defendía la libertad de Boyero, apuntando únicamente la conveniencia de publicar sus escritos como “opiniones”, no “críticas”, debido a la prevalencia de la opinión personal sobre la crítica “objetiva”. Además, por detrás de esta polémica, asoma la potencial influencia de este crítico a la hora de distribuir y comercializar a nivel nacional e internacional el cine de Almodóvar.6
Aunque los grandes estudios confían más en las campañas de promoción que preceden al estreno de sus films que en las reseñas de prensa a la hora de comercializar sus productos, como prueba el hecho de que prácticamente un tercio del presupuesto de cada película se dedique a este fin, el valor de la crítica periodística es especialmente significativo para películas con un presupuesto menor, entre ellas las englobadas bajo la categoría de cine independiente y de cine extranjero. En este espacio se minimiza la equiparación entre la calidad de la película y la recaudación de taquilla, dato que de un modo u otro acompaña al cine de Hollywood. El público que acude a las salas para ver este cine minoritario se inclina más a la lectura de artículos firmados por críticos de reconocido prestigio que al bombardeo publicitario, de modo que su decisión de ver o no ver una determinada película se ve en parte afectada por lo escrito sobre la misma. Es precisamente este tipo de cine menos comercial el que más se beneficia de la crítica tanto impresa como en internet. De ello habla Paul Brunick, en Film Comment, en un artículo titulado “Online Film Criticism Part One: The Living and the Dead” en el que afirma que
When Hollywood treats formal ambition and dramatic complexity as specialty division afterthoughts, when foreign releases are ghettoized in a handful of cities, when readers are defined by their lowest-common-denominator indifference—that’s a situation where dozens of professional critics expend their collective intelligence finding new ways to snark about Brett Ratner’s hackwork or Michael Bay’s inhumanity (worthy causes both but hardly the pinnacle of cultural commentary). What of criticism’s other functions proselytizing on behalf of the creatively triumphant but commercially marginal: trawling through cinema’s back catalogues in search of unappreciated master pieces, putting movies with the broader narratives of intellectual history, transforming personal taste into an essayistic art unto itself? In the commodified columns of newspapers reviews, such practices have been the exception, not the rule. (http://www.filmlinc.com/film-comment)
Sin negar la validez de esta afirmación se hace necesario precisar que muchas películas extranjeras de directores reconocidos por Hollywood, aunque no trabajen dentro de esta órbita, como es el caso de Almodóvar, se benefician considerablemente del espacio que les dedica la prensa, en especial la de mayor tirada y prestigio, como The New York Times, The New Yorker, Los Angeles Times y otras publicaciones con un perfil similar.
Al margen de este debate, la proliferación de páginas web con todo tipo de contenidos ha cambiado radicalmente la dinámica entre el cine y el espectador, y ha intensificado el diálogo y la reflexión sobre el medio fílmico, independientemente de la profundidad o el rigor de los contenidos. La variedad de criterios que rige cada página pone de manifiesto la amplia gama de acercamientos añadidos a esta reflexión. Desde las páginas construidas en base a preferencias religiosas (http://www.crosswalk.com/culture/movies/), al contenido —aptas o no aptas para niños (http://www.screenit.com)—, significativas desde el punto de vista científico y cultural (http://www.thelocationguide.com) hasta las que subrayan la popularidad de las películas basándose tanto en la opinión de expertos como de espectadores (http://www.rottentomatoes.com/) (http://www.imdb.com/), (http://www.metacritic.com/), (http://www.everyoneisacritic.org/), pasando por los numerosos blogs creados por profesionales y profanos, el diálogo entre el cine y el espectador disfruta de una fluidez hasta ahora desconocida. Mención aparte merece http://moviereviewintelligence.com/, creada por David A. Gross en el 2009, cuya recopilación de publicaciones firmadas por críticos reconocidos, clasificadas bajo diversos apartados (“Broad National Press, Key Cities, Alternative Press, Highbrow Press, Movie Industry”), sumadas a las valiosas estadísticas y a los exhaustivos datos sobre recaudación