Caminar dos mundos. Márgara Noemí Averbach
target="_blank" rel="nofollow" href="#ulink_ce1b9c69-46c0-5823-b50c-65787a0de422">9 Louise Erdrich, Tracks, New York: Henry Holt. 1988, pág. 225. “Convertirme en otro burócrata fue la única forma en la que pude vadear a través de las cartas, los informes, el único lugar en el que encontré un punto de apoyo para arrodillarme, estirarme a través del agujero y traerte a casa. Contra todos los chismes, los labios fruncidos, la risa, produje papeles de los registros de la iglesia para probar que yo era tu padre, el único que tenía derecho a decir dónde irías a la escuela y que debías volver a casa”.
10 Barbara Kingsolver, Pigs in Heaven, New York: HarperCollins, 1989. Traducida en Emecé como Puercos en el cielo. Traducción de Márgara Averbach.
11 Para un planteo de la historia de los Estados Unidos en el que se da centralidad al genocidio indígena y la esclavitud, Howard Zinn, La otra historia de los Estados Unidos, México: Siglo XXI, 1999.
12 En un momento, el abogado, un blanco, mete un cuchillo dentro del tronco de un árbol vivo y en otro se ve la savia como gotas de sangre oscura.
13 Los europeos sufrían cierto tipo de ceguera frente al mundo. Para ellos una “roca” era una “roca” siempre que encontraban una, a pesar de las obvias diferencias (...) Muchas veces se oía a los europeos, hablaran inglés o español, quejándose en tonos llenos de miedo de que las colinas y los cañones les parecían todos iguales y no conseguían recordar si esas colinas oscuras, volcánicas en la distancia eran las mismas colinas oscuras que habían atravesado unas horas antes.
14 “No creemos en límites. Fronteras. Nada de eso. Estamos aquí miles de años antes del primer blanco. Estamos aquí antes que los mapas. (...) Sabemos a qué lugar pertenecemos en esta tierra. No prestamos atención a lo que no es real. Líneas imaginarias. Minutos y horas imaginarios. Ley escrita. No reconocemos nada de eso”. Es importante notar el uso extraño del verbo to be combinado con “before”: “we are here before the maps”. Ese uso mezcla lugar y tiempo y es una de las modificaciones que sufre el inglés cuando trata de expresar una visión del mundo que no maneja las coordenadas espacio-tiempo a la manera occidental.
Apropiación y resistencia en la literatura de las mujeres indias de los Estados Unidos1
El 4 de junio de 1998, Serafina Cruz, una colla de Salta, viajó a Bruselas con dos acciones de la compañía Tractebel y el apoyo de Greenpeace. Las dos acciones le permitieron entrar a la asamblea de accionistas y hablar sobre los daños que iba a causar el oleoducto planificado por la empresa para los años siguientes en la selva que es el hogar de su pueblo. Serafina fue a la asamblea vestida con las ropas típicas de su comunidad, lo cual atrajo inmediatamente la atención de los medios. Hasta llevó copias de la propuesta que les había hecho la compañía: compensar con dinero los desastres que pudieran ocurrir por la construcción del oleoducto. “Nosotros no queremos dinero, pedimos un cambio en el trazado. No estamos en venta”, dijo Serafina.2
El episodio es un ejemplo de un tipo especial de resistencia posmoderna que define John Rowe en “Postmodernist Studies”,3 cuando manifiesta que, en tiempos posmodernos, las culturas y grupos oprimidos tienen una conciencia especial de su situación “posmoderna” y saben cómo apropiarse de los discursos, herramientas y hasta formas de pensamiento del enemigo para obtener resultados. Rowe llama a esto “apropiación inversa”. Con esa definición, el apoyo de algunas ideas teóricas de Eric Cheyfitz en The Poetics of Imperialism Translation and Colonization from The Tempest to Tarzan4 y las ideas generales de dos críticos indios fundamentales como Paula Gunn Allen y Louis Owens5 —una base teórica pensada solamente por estudiosos con una visión del mundo europea sería claramente insuficiente—, este capítulo analiza el uso mestizo de los elementos “mágicos” y tecnológicos en algunos ejemplos de escritura de mujeres amerindias en los Estados Unidos. Existen, por supuesto, usos semejantes en autores hombres como N. Scott Momaday, Greg Sarris, Michael Dorris y Gordon Henry, pero aquí la idea es combinar el análisis con ciertas cuestiones de género que se ven con mayor claridad en las obras de las mujeres.
Según Eric Cheyfitz, toda traducción (lingüística o cultural) entraña violencia contra el objeto, discurso o idioma que se traduce (la lengua origen) porque trata de expresar una idea a través de un significante que no es equivalente al del original (un significante correspondiente a la lengua meta). Las equivalencias entre lenguajes nunca son completas porque las culturas que les dan origen leen el mundo desde distintas visiones del mundo. Por esa razón, los significantes de cualquier idioma pertenecen a un sistema y a una cultura en particular y no se transmiten a otros, no sin costos esenciales en el nivel semántico.
Cuando una cultura traduce a otra, pervierte la cultura original porque la explica a través de significantes que expresan ideas, instituciones y conceptos que en el lenguaje de origen son inexistentes. Eso es inevitable y muchas veces se hace sin intención, pero en la mayor parte de los casos, la violencia de la traducción tiene también una función económica e ideológica: borra la “diferencia” del Otro, la convierte en algo manejable, manipulable, la domina y la domestica, como dice Walter Benjamin. Cuando le es posible, la elimina por completo.
Cheyfitz da un ejemplo de este tipo de traducción y analiza lo que sucedió con la traducción de la palabra algonquina weroance, que definía el rol social de Powhatan en la sociedad algonquina que recibió a los ingleses en Virginia. En A Map of Virginia (1612), John Smith describe a Powhatan (padre de Pocahontas, cuya relación con el autor del texto dio pie a uno de los mitos estadounidenses que explotó, entre otros, Disney y luego, en el 2005, Terrence Malick con su película The New World6) como “king” o “emperor” de los algonquinos. La violencia de la traducción de Smith es evidente: las funciones, derechos y poderes de Powhatan en su comunidad eran completamente diferentes de las del “king” (rey) inglés porque la composición social y sobre todo económica de la mayoría de las tribus que habitaban el territorio de América era completamente diferente de la que existía en el precapitalismo europeo de tiempos de la colonización.
La traducción de Smith ejerce violencia sobre el lenguaje algonquino y esa violencia es funcional a los propósitos de los conquistadores ingleses, como bien aclara Cheyfitz. Nombrar “king” a Powhatan les permite suponer que ese hombre posee las tierras sobre las cuales vivían los algonquinos, y que por lo tanto, puede venderlas o entregarlas. En la realidad social de los algonquinos, Powhatan no tenía poder para realizar esos actos. No era un “king” inglés. Para las sociedades aborígenes de América del Norte (y del Sur), la tierra no era un bien vendible. La idea de que un líder o cualquier otra persona pudiera vender la tierra era inconcebible, y en realidad, cuando los europeos compraban tierras a los indios, lo que compraban era algo completamente diferente de lo que “vendían” los amerindios, según dice Cheyfitz: por eso, la misma porción de tierra se vendía muchas veces.7
Toda traducción es una violación de la identidad del Otro y, como sucede con todos los actos violentos, genera en el grupo traducido una conciencia de lo que está pasando primero y después, una resistencia contra la violencia de la traducción. En este capítulo,