40 ejercicios de neurociencia para deportistas. Néstor Braidot

40 ejercicios de neurociencia para deportistas - Néstor Braidot


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abarca el poder mnemotécnico del lenguaje, es decir, la capacidad de un individuo para recordar información y relacionarla, y la habilidad para transmitir conocimientos.

      • - La inteligencia visual-espacial

      Es la que ostentan las personas con habilidades para percibir las formas, los movimientos, la rotación de figuras y la creación de imágenes mentales.

      Muy útil a la hora de plantear, por ejemplo, una jugada o un recorrido.

      • La inteligencia lógico-matemática

      Es la que utilizamos para realizar cálculos y trabajar con números. Por ejemplo, ayuda a determinar el alcance de patear una pelota o hacer un saque.

      • La inteligencia corporal-cinestésica

      Su característica principal es la habilidad para dominar el cuerpo, tanto para expresarse a través de él como para alcanzar diferentes metas. Claramente, una condición indispensable a desarrollar frente a la práctica deportiva.

      • La inteligencia musical

      Abarca un conjunto de habilidades que permiten componer, cantar, dirigir una orquesta, tocar muy bien un instrumento o saber escuchar, por ejemplo, al prestar atención a ciertas indicaciones.

      • La inteligencia interpersonal

      Se revela en la posibilidad de establecer relaciones armónicas y productivas con los demás.

      Está estrechamente relacionada con la empatía, es decir, con la capacidad para conectar con el otro y lograr un compromiso en el que casi siempre interviene un componente afectivo.

      Provee una actitud de escucha activa que facilita la comprensión no sólo de sus necesidades, sino también de sus sentimientos y estado de ánimo.

      Todas cuestiones esenciales para la convivencia en prácticas deportivas de equipo.

      • La inteligencia emocional

      Involucra la capacidad de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los demás.

      Se trata de dejarlas fluir, dirigirlas y equilibrarlas inteligentemente.

      Su nivel idóneo se mide en función de la calidad de la relación que una persona es capaz de establecer consigo misma y con los demás. Por eso, está muy relacionada con la inteligencia social e intrapersonal.

      Una variante que colabora en la constitución del ánimo del deportista, determinante para el alcance de los logros en las distintas disciplinas.

      • La inteligencia naturalista

      Se distingue por la habilidad para identificar, reconocer y clasificar las especies (flora y fauna), como así también otros elementos de la naturaleza: el viento, las tormentas y las mareas.

      Estos conocimientos permiten distinguir lo que es útil o inocuo de lo que puede ser dañino o peligroso.

      En el deportista, permite afinar el sentido de detectar aquello que, desde la naturaleza, puede impactar su práctica. Por ejemplo, correr contra el viento.

      • La inteligencia espiritual

      No tiene que ver exclusivamente con las manifestaciones religiosas: abarca varias particularidades.

      Desde la inquietud por las cuestiones cósmicas o existenciales (¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Qué nos depara el futuro?) hasta un logro de un estado del ser y el efecto en los demás, como ocurre con las personas que llevan una vida dedicada al altruismo.

      Un ítem cercano a la concepción del espíritu deportivo.

      Estas inteligencias anidan en el cerebro.

      El sistema ejecutivo o cerebral frontal es calificado como el director de la orquesta (o técnico).

      Es su responsabilidad que los sujetos puedan evaluar las consecuencias de los sucesos, programar objetivos, conservar y ordenar información en la memoria de corto plazo e identificar y diferenciar estímulos, pudiendo clasificar lo pertinente de lo descartable.

      Las secciones del cerebro involucradas en este esquema se encuentran en los lóbulos frontales.

      La actividad deportiva continuada, como el prepararse para una competencia o el correr, colabora con el desarrollo de mayores conexiones neuronales en estas áreas.

      El incremento en el tendido de esta red promueve el desarrollo óptimo de las funciones antes mencionadas.

      En consecuencia, la actividad física asegura mayores niveles de concentración y focalización, más capacidad de retener información, una gama más sutil en la planificación de actividades...

      Todo eso no repercute sólo en el rendimiento deportivo. También promueve mejoras en todas las áreas del sujeto: laborales, anímicas, personales, familiares…

      Había una vez un proceso que comenzó con la información o el estímulo que ingresó por los ojos a través de la retina.

      Luego continuó hacia el cerebro, donde se planificó, se organizó, se clasificó, se comparó y se controlaron las consecuencias posibles.

      Esta es una historia que ocurre desde el inicio de la historia y sigue haciéndolo en cada instancia de interacción de un ser humano.

      La práctica deportiva no es una excepción.

      El cerebro procesa la información que recibe e insta a la acción. El efecto neuromuscular que se produce es el origen de los movimientos.

      En el ejercicio físico, esa condición tiene particularidades propias de la actividad: precisión, coordinación, concentración, atención, cautela, dominio y control, atención, etc.

      De allí que quedarse en la repetición de una estrategia, el desarrollo de la capacidad pulmonar o la resistencia física no es un camino que, llegado un cierto punto de entrenamiento, asegure los resultados.

      El ejercicio cerebral adecuado permite mejorar una gama de saberes que repercuten no sólo en su práctica, sino también en la vida cotidiana.

      Capacidad de reacción, ajuste de objetivos, concentración, focalización, perseverancia... Todos valores que un deportista, sea de elite o aficionado, pone en juego en su práctica.

      Un músculo en forma no necesariamente reacciona con velocidad.

      Ese diferencial surge del modo en que el sujeto puede anticiparse a un hecho, a la lectura previa que es capaz hacer y a los matices que pone en juego para, finalmente, tomar la decisión.

      En este escenario, es esperable que se estimulen y activen principios como la coordinación, la velocidad, la visualización de uno mismo y la autoperspectiva dentro del esquema neurocognitivo.

      Aunque, claro, no es posible abandonar otras áreas como la flexibilidad, la capacidad aeróbica, la resistencia y la fuerza.

      Octogonometría

      Colocar correctamente dentro del diagrama el número que se corresponde con las indicaciones propuestas.

      No hay dos números iguales, todos son enteros no mayores de 35 y no menores de 2.

      • F menos C es 24 ó 25

      • F dividido H es igual a G

      • G es un número cuadrado

      • E dividido D es igual a A

      • C es un tercio de E y es la mitad de G

      • Un cuarto de G es igual a D

      • A menos D es igual a H

      • B multiplicado


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