Arte en las alambradas. Francisco Agramunt Lacruz

Arte en las alambradas - Francisco Agramunt Lacruz


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un vicepresidente y ocho vocales nombrados por la Diputación Permanente. Su primer presidente fue Luis Nicolau D’Olwer y el vicepresidente, y auténtico líder de la nueva organización, Indalecio Prieto. A pesar de las discrepancias ideológicas que existían entre ambas organizaciones llevaron a cabo una gran labor a favor de los refugiados republicanos, a los que proporcionaron documentación, visados, dinero y pasajes gratis para embarcar, no sólo para viajar a México, sino a otras repúblicas Iberoamericanas.

      Al disolverse el JARE, cuyo secretario general y vocal era Carlos Esplá, surgió en 1943 la CAFARE, la Comisión Administradora de los Fondos para el Auxilio de los Republicanos Españoles, cuya actuación se prolongó hasta agosto de 1945, tras la formación del primer Gobierno republicano en el exilio. Fue al igual que la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles, una institución que administraba fondos y recursos para españoles en el exilio. Recibió los recursos del JARE tras su desaparición a fines de 1942 por decreto presidencial y su actuación se centró fundamentalmente en la ayuda a las personas menores de edad sin familia, estudiantes y físicamente imposibilitadas, sin dejar de lado a militares y políticos. Sus apoyos abarcaban desde escuelas hasta servicios médicos y en el caso particular de las escuelas se les llegaba a ofrecer hasta de manera gratuita a los hijos de padres indigentes. Buena parte de los documentos del organismo administrativo mexicano fueron a parar, tras su disolución, a manos de Carlos Esplá, entre otros, el libro original y manuscrito que contiene las actas de la citada institución. Se trataban de documentos únicos y fundamentales para conocer la historia de la Junta de Auxilio a los Republicanos españoles (JARE) y los motivos que llevaron al Gobierno Mexicano de Ávila Camacho a sustituirla por un organismo totalmente controlado por las subsecretarías de Exteriores y Gobernación. Su desaparición fue el resultado de una ristra de acusaciones de corrupción que un sector de los refugiados lanzaron indiscriminadamente sobre Indalecio Prieto, también de las maniobras y presiones de determinados grupos económicos Mexicanos y de la ambición de ciertos cargos relevantes del Gobierno Mexicano.

      CAPÍTULO 5

      LA GEOGRAFÍA CONCENTRACIONARIA FRANCESA

      Descriptivamente la ruta de la desesperación y el llanto en la que se vieron obligados a recorrer para ponerse a salvo decenas de artistas republicanos en su huida a Francia iba a finalizar fatídicamente con la nefasta presencia de una barrera aduanera fronteriza de un paso situado en lo alto de los Pirineos, verdadera muralla natural, protegido por decenas de gendarmes, guardias móviles y soldados senegaleses y marroquíes fuertemente armados que constituía el final y el principio de un penoso peregrinaje exílico marcado por la tragedia. Se convertiría en uno de los episodios más deplorables de la historia contemporánea gala y una metáfora implacable de lo que poco tiempo después iba a sucederle a miles de ciudadanos franceses cuando su país fue derrotado militarmente, humillado y ocupado por los nazis. Aquella panorámica de cientos de refugiados hacinados en los puestos fronterizos mientras eran cacheados, interrogados y clasificados quedaría grabada en la retina de numerosos artistas y se convertiría en una especie de aviso para navegantes del drama que les iba a deparar su reclusión y su paso por los terribles campos de concentración y que la percepción de su mente apenas lo presentía.

      La larga marcha sin destino de los artistas concluyó al traspasar las alambradas de espino de los campos de concentración militares que ya existían, la mayor parte de ellos levantados en la primera guerra mundial, o en los que se estaban improvisando a toda marcha aprovechando antiguos cuarteles del Ejército, instalaciones deportivas, prisiones, solares abandonados, campos de deporte, fábricas en desuso o grandes superficies de terreno pantanoso, deshabitados y no cultivados, fuera de los núcleos urbanos. A causa de la masiva presencia de refugiados tuvieron que improvisarse campos rodeados de empalizadas, alambradas y torres de vigilancia para albergar de forma temporal o reclusión administrativa a cerca de 550.000 refugiados que huían hacia los puestos fronterizos atemorizados de la represión de las tropas vencedoras. Casi todos ellos surgieron improvisadamente para detener y albergar a la gran oleada de refugiados que cruzaron la frontera francesa principalmente a mediados de febrero de 1939.

      Concretamente el 5 de febrero, Édouard Daladier, jefe del gobierno, firmó un decreto autorizando el paso de los refugiados por la frontera que hasta entonces permanecía oficialmente cerrada, separándose a los hombres identificados como combatientes que fueron recluidos en los campos, de las mujeres, que recibieron mejor trato al ser enviadas a centros de acogida, maternidades, residencia, hospitales y albergues. Su decisión fue muy bien recibida por una parte considerable del pueblo, sobre todo, los de ideología burguesa y conservadora que vieron una forma de contener a la chusma de “indeseables rojos” que les invadía y que representaban una amenaza al estar considerados delincuentes, enemigos declarados de la religión católica y bolcheviques que trataban de imponer la revolución soviética. Sólo una parte de la población de ideología izquierdista, mayoritariamente formada por obreros e intelectuales, expresaron su solidaridad con ellos, los apoyaron, les ofrecieron comida, ropas y dinero y abrieron sus casas para ofrecerles cobijo.

      Durante el masivo paso de artistas la gran mayoría fueron apresados o capturados y enviados a los campos de acogida, y sólo un número muy escaso, los que poseían influencias o detentaban altos cargos políticos dentro del gobierno republicano o el Ejército Popular, se libró de ellos y consiguieron documentos para fijar su nueva residencia, circular libremente o abandonar suelo francés con destino a otros países. Curiosamente el número de detenciones y envíos de mujeres artistas a los campos fue muy reducida, y apenas se produjeron, y solo se dieron en circunstancias muy concretas, como eran su activa militancia en un partido comunista, ser compañera de un alto funcionario o haber ostentado cargos políticos de responsabilidad.

       Reunir todas las manzanas podridas

      Para contener esta oleada de refugiados se improvisaron algunos campos de concentración abiertos durante la primera guerra mundial para recluir a los prisioneros alemanes, también se habilitaron cuarteles del Ejército francés, campos de entrenamiento, antiguas fábricas, viejas fortalezas y castillos, o se incautaron grandes superficies de terreno junto a desérticas playas en las que los propios prisioneros levantaron improvisadas tiendas de lona, construyeron barracones de madera donde instalaron cocinas, almacenes y postas sanitarias, cavaron zanjas para colocar letrinas e, incluso, instalaron cementerios. Sus infraestructuras se mejoraron y fueron remplazadas cuando los responsables de los campos comenzaron a disponer de mayores subvenciones estatales y contar con más medios, como suministros, herramientas y maquinaria y materiales de construcción como maderas, cemento y ladrillos. Y, sobre todo, cuando empezaron a constituirse las cuadrillas de obreros dirigidos por arquitectos, aparejadores, dibujantes y proyectistas profesionales internos que desempeñaron un papel fundamental en el trazado, planificación y construcción de los campos.

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      Un gendarme controla el paso de los exiliados republicanos.

      Su puesta en marcha no era un hecho exclusivo de Francia, sino muy utilizado a lo largo de la historia moderna, sobre todo por países donde gobernaban régimenes totalitarios, dictatoriales o represivos que no tenían en cuenta las garantías judiciales. Curiosamente los españoles fueron los primeros en construirlos en la isla de Cuba durante la Guerra Colonial de los Diez Años entre 1869 y 1878 para recluir a la población nativa y posteriormente lo hicieron entre 1899 y 1902 los Estados Unidos de América durante la guerra filipino-estadounidense. Se popularizó el concepto de “concentration camp” a raíz de su empleo por las autoridades militares inglesas durante la segunda guerra de los Bóer en Sudáfrica de 1899 a 1902. Su creación comenzó a generalizarse en Europa durante la revolución rusa cuando los comunistas se hicieron con el poder en 1917 estableciendo un régimen del terror a través de los trabajos forzados o en los “Gulags” y se expandió cuando los nacional socialistas alemanes llegaron al poder en los años treinta creando una gran variedad de centros de detención o de trabajos forzados para confinar a sus adversarios políticos, criminales violentos, demócratas, miembros de la resistencia nacional y finalmente culminó durante el holocausto judío con la creación de la gran red de campos destinados al esfuerzo de guerra nazi y a eliminar sistemáticamente a la población


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