Ciudadanía y etnicidad en Bosnia y Herzegovina. Esma Kučukalić Ibrahimović
Tanto es así que cualquier supuesto como pueda ser la negociación entre Serbia y Kosovo sobre el movimiento de fronteras en clave étnica, o las injerencias de Croacia en los asuntos internos del Estado, tendrá consecuencias inmediatas en los contrapesos sobre los que se sostienen los grupos étnicos. Este tipo de actitudes, si bien no son estimuladas por la comunidad internacional, son toleradas, bajo el principio de que los cambios han de nacer desde dentro, de modo que se perpetúa así el engranaje perfecto para que en realidad nada cambie.
Los conflictos en los Balcanes, a su vez han significado para la comunidad internacional la finalización de un ciclo de asistencia con enormes recursos económicos, militares y de personal que no se da en los actuales escenarios en conflicto. La retirada en primer lugar de los Estados Unidos, pero también la salida que planea la Unión Europea como garante actual de los Acuerdos de Dayton a través del anuncio del cierre de la Oficina del Alto Representante podría tener una lectura positiva para estos nuevos Estados si durante el período de transición hubieran sido capaces de sentar unas bases fuertes para la construcción de un sistema institucional de democracias modernas. En la mayoría de los casos –véase Bosnia, Serbia, Kosovo o Macedonia–, la creación de soberanías ha sido efectiva solamente a medias. Y las ayudas económicas no han garantizado el éxito de los programas que se han puesto en marcha.
Un nexo común en todas las transiciones de los Balcanes occidentales, como pseudosoberanías (Haverić, 2010), en las que la intervención exterior sigue marcando el pulso y la maximización política en clave etnonacionalista conduce a un cada vez mayor número de Estados fallidos, menos para los que ejercen el poder en los mismos. Tanto es así que la réplica en los conflictos de este siglo se ha venido a denominar la balcanización de Oriente Próximo. El expresidente de los Estados Unidos, Barack Obama, reflexionaba sobre el papel de la comunidad internacional en Oriente Próximo, en especial sobre el papel de las grandes potencias encarnadas en la ONU. Ante la idea de estar asistiendo al nacimiento de un nuevo orden mundial, Obama señalaba que la «maximización de la política» era el gran enemigo del mundo. Lo hacía en una entrevista publicada por el diario El País en febrero de 2014, inmediatamente después de la decisión de la Administración estadounidense de crear una coalición internacional para intervenir en Siria e Irak y debilitar así al Dáesh. «Las sociedades no funcionan si las distintas facciones políticas adoptan posturas maximalistas. Y, cuanto más variado es un país, menos puede permitirse el lujo de esos maximalismos» (Friedman, 2014). Como una premonición del período de regresión que experimentamos hacia sistemas totalitarios, sin suficiente oposición a nivel global.
Este libro analiza y reflexiona sobre el ejercicio de la ciudadanía en un país que lleva casi tres décadas de transición posbélica. Bosnia y Herzegovina es un Estado de derecho formalmente moderno, miembro del Consejo de Europa, firmante de todos los convenios y protocolos que esta organización salvaguarda, candidato potencial a la Unión Europea y el único en Europa que tiene una Constitución «inconstitucional» como ha dictaminado el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos en la sentencia Sejdić-Finci (2009), y lo hace por supeditar los derechos y las libertades individuales a los derechos grupales y étnicos. Desde el momento de la firma del Acuerdo Marco General para la Paz en Bosnia y Herzegovina (1995) hasta los acontecimientos más recientes y ligados a los pasos que da el país en su proceso de integración euroatlántica, el análisis cuenta con la perspectiva de más de un cuarto de siglo, tiempo suficiente para que se hubiera podido producir un cambio generacional político, que, desgraciadamente, aún no se ha dado, tal y como han demostrado las elecciones generales de octubre de 2018, las octavas desde el final de la guerra.
La obra se estructura en tres bloques. El primero corresponde al análisis del sistema institucional y territorial de Bosnia y Herzegovina, y la posición de la ciudadanía dentro de este, ya sea mediante las formulaciones recogidas en el propio Acuerdo de Dayton y sus anexos, como en las diferentes constituciones, estatal, entitarias y cantonales, como desde la perspectiva de su protección en la organización de poderes institucional, judicial y legislativo, sin perder de vista su componente posbélico. El segundo apartado acota la vulneración – partiendo del hecho de que así lo dictamina el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos– de los derechos individuales y las libertades en Bosnia y Herzegovina desde el prisma de dos categorías de sujetos constitucionales: los tres pueblos constituyentes, y todos los demás; las fórmulas políticas que se han ofrecido para la implementación de la sentencia Sejdić-Finci, y el fracaso de todas ellas. En este apartado se desarrollan a su vez las dificultades para llevar a cabo un censo poblacional después del conflicto, que se realizó finalmente en el año 2013 y cuyos resultados han arrojado la evidencia del fracaso en la implementación del anexo VII relativo al retorno de los refugiados, y la ratificación del cumplimiento del plan de la «limpieza étnica» que se llevó a rajatabla durante la guerra.
La tercera parte del libro recoge el catálogo de derechos y libertades fundamentales en Bosnia y Herzegovina, a través de los instrumentos y mecanismos existentes, desde los internacionales hasta los estatales, y mediante el análisis de su aplicación. Del papel a la piel, o los esfuerzos de los ciudadanos por lograr salir de la mazmorra étnica, con los levantamientos de la llamada primavera bosnia de 2014; las movilizaciones del fenómeno llamado Pravda za Davida del año 2018 que, por primera vez ha puesto contra las cuerdas a los políticos, al margen de siglas étnicas; o la situación de las decenas de miles de víctimas de la violación sexual durante la guerra que, casi tres décadas después, siguen esperando una reparación moral y material.
Son muchas las personas a las que debo mi agradecimiento en su apoyo durante la elaboración de este trabajo, pero de la forma más directa, a mi director de tesis, el profesor Carlos Flores Juberías, urdidor en última instancia para que esta investigación viera la luz en formato libro. Agradezco su compromiso con esta obra, su ánimo y amistad durante todo el proceso, y su ejemplo intelectual. Al profesor Joan Romero, director de la colección «Europa Política», por reconocer la pertinencia de un tema como el que aquí se analiza para ser publicado por Publicacions de la Universitat de València, y por su apoyo al mismo, así como al editor Juan Pérez y al corrector de estilo, Xavier Llopis por su paciencia y buena labor.
Han sido años de estancias en el país como periodista, y de encuentros permanentes con profesores e intelectuales que han querido compartir conmigo sus opiniones y su esperanza por un futuro mejor para Bosnia y Herzegovina. Desde diplomáticos, periodistas, representantes de la cultura y la sociedad, ciudadanas y ciudadanos bosnios a los que agradezco su tiempo y su colaboración por arrojar algo más de luz a este análisis.
De un modo más personal, mi humilde agradecimiento es para mi familia por su complicidad, legado e inspiración. Y para todos aquellos seres queridos que me han brindado su apoyo en esta travesía intelectual.
Las circunstancias actuales en las que está inmersa Bosnia y Herzegovina, donde el discurso secesionista por parte de la Republika Srpska de un lado, las pretensiones croatas de una tercera entidad –con injerencias explícitas de fuerzas externas– y el descrédito que atraviesan los líderes bosniacos, todos ellos anclados en un poder dinástico desde el final de la guerra, resucitan los discursos más oscuros de los años noventa del siglo pasado. Mientras, los ciudadanos de Bosnia y Herzegovina se ven abocados a vivir en una especie de psicosis entre la imagen y el reflejo de un país imaginado cuya identidad se ha caracterizado precisamente por el multiculturalismo, por el denominado «espíritu bosnio» incomparable en el campo de la literatura, el arte, la música, crisol y cruce de culturas, y la de sobrevivir en la Bosnia y Herzegovina posterior al Acuerdo de Dayton, en la que su historia está siendo borrada a manos de la etnicidad de las historias particulares, mitificadas y nacidas en el año 1992.
El año cero –como diría el escritor Faruk Šehić – en el que nuestras vidas se salieron de su órbita por una guerra tras la que jamás pudieron volver a su cauce, y unir lo que fue aquella Bosnia durmiente y lo que vino a ser tras el desastre. En la que los cientos de miles de muertos, de heridos, de desplazados sin retorno, de torturados, desposeídos, violados en nombre de la ideología del etnos y el territorio que se perpetuó desde el terror como la herramienta y el sufrimiento como consecuencia (Lovrenović, 2010), han destrozado los cimientos culturales y morales de este país, pequeño