El legado bibliográfico de Roque Chabás (1844-1912) a la Universitat de València. Maria Rosario Ferrer Gimeno
Para ahondar más y mejor en su biografía remito a la amplia bibliografía publicada.2
2. ANTECEDENTES
Así que, sobre la disgregación de su biblioteca, uno de los primeros en aludir a este asunto de su desmembración y destrucción fue el cronista de la ciudad de Alicante Francisco Figueras Pacheco. Lo hizo en el prólogo a la segunda edición de la obra del propio Chabás, Historia de la ciudad de Denia. Según Figueras Pacheco, la desmembración de su biblioteca fue la consecuencia de los ataques que el propio canónigo recibió en vida por parte de sus correligionarios, quienes no aceptaban su revisionismo histórico documentado y contrastado. Una especie de venganza por la animadversión fomentada contra él y cuyo culmen se materializó en 1899 con la publicación de una hoja «atacándole por su obsesión deplorable»3 en clara alusión a sus trabajos. Por todo ello, Figueras Pacheco dedujo que la destrucción de la propia biblioteca de Roque Chabás, tras su fallecimiento, era resultado de tanta inquina:
según nos informa don José Chabás, sobrino de don Roque, al morir éste dejó una biblioteca de más de mil volúmenes y gran número de cartas de eminencias nacionales y extranjeras, como Momsen, Hübner, Vieler Ehrler, que en revistas de sus países alabaron su Archivo y demás trabajos, y Fidel Fita, P. Alcover, Menéndez Pelayo, Menéndez Pidal, Cánovas, Joaquín Costa, Fernández y González, Altamira, Julián Ribera, Chabret, Fabié, Víctor Balaguer, Colell, Llorente, Vives Císcar, Simonet, Elías Tormo, Vilanova, Serrano y otros. La biblioteca fue destruida por manos de quienes nunca podía esperarse semejante atrocidad. No podemos ni debemos ser más explícitos.4
Es decir, la destrucción fue premeditada porque, como insinúa, Figueras Pacheco conocía al responsable; ahora bien, no querría entrar en potenciales demandas judiciales y por eso no era más explícito.
En este mismo sentido incidieron, posteriormente, por una parte, el archivero del Archivo Diocesano de Valencia, Ramón Fita Revert, y, por otra, la exdirectora de la Biblioteca Històrica de la Universitat de València M.ª Cruz Cabeza Sánchez-Albornoz, aunque ambos con mejor fortuna, pues localizaron y describieron parte de los fondos que constituyeron la biblioteca de tan ilustre canónigo. A ellos me referiré más adelante.
Por último, y más recientemente, en esta misma idea de desmembración, insiste la archivera del Arxiu Municipal de Dénia, Rosa Seser Pérez, en un artículo publicado a propósito de la documentación legada por parte de unas sobrinas del ilustre canónigo:
Roc Chabás, el qual és ben segur que hauria desitjat que els seus documents i els seus llibres es conservaren tots junts en un arxiu o una biblioteca públics amb un suport institucional que garantira la seua conservació per al món de la cultura que ell tant estimava.5
En consecuencia, a continuación voy a tratar de documentar, de forma detallada, todas las noticias que he podido reunir y contrastar sobre el fondo que componía la biblioteca para, de este modo, recuperar una biblioteca especializada y olvidada, así como, a su vez, desmitificar muchos prejuicios que existen sobre ella y que no estuvieron en la voluntad de su propietario.
3. DE TERTULIAS Y TESTAMENTOS
Roque Chabás se asentó en la ciudad de Valencia, de manera definitiva, en 1891, cuando fue nombrado canónigo de la catedral de Valencia para cubrir la vacante dejada, por fallecimiento, del canónigo Joaquín Moros y Sánchez. El nombramiento fue publicado el jueves 1 de enero de 1891 en la página 2 de la Gaceta de Madrid, según una orden de la reina regente María Cristina, de 29 de diciembre de 1890. En el propio nombramiento se adjuntaba un breve curriculum vitae de todos sus méritos para el cargo, entre los que destacaba que «ha cursado y aprobado un curso de lengua griega, otro de francesa y otro de lengua hebrea». También se detallaban las publicaciones que había realizado hasta ese momento: Historia de la ciudad de Denia, Historia del venerable Fray Pedro Esteve, Novena de Nuestra Señora de los Desamparados y la revista El Archivo. También se mencionaban las dos oposiciones anteriores a canónigo no aprobadas, una en Alicante y otra en Zaragoza. La toma de posesión de la plaza en Valencia la realizó, de manera oficial, el 3 de febrero del mismo año.6 Su domicilio lo estableció cerca de la catedral, en la calle de la Llimera, número 1, principal.
En aquel momento, en la ciudad había varias tertulias eruditas de las que, inmediatamente, pasó a formar parte el canónigo Chabás. De ellas han llegado noticias no solo por la correspondencia particular de sus integrantes, sino también por la prensa local que se hizo eco en innumerables ocasiones.7 No obstante, de interés para el caso que me ocupa hay que mencionar una de las tres más prestigiosas, la tertulia de los domingos por la tarde en casa del erudito José Enrique Serrano Morales, sita en la calle Corona, de Valencia. El anfitrión poseía una excelente biblioteca y a su alrededor se congregaban los más afamados eruditos del momento, como Teodor Llorente Olivares, Antonio Chabret, Ruiz de Lihory, José Martínez Aloy, Luis Tramoyeres Blasco, Francisco Martí Grajales, Julián Ribera Tarragó, José Vives Císcar, Manuel Danvila Collado y posteriormente José Sanchis Sivera. Una tertulia plenamente bibliófila en la que se integró Chabás nada más asentarse en Valencia. Su introducción la llevó a cabo el propio Serrano Morales, con quien ya había iniciado su amistad, de manera epistolar, en 1888 y a la que se refiere en varias de sus cartas; sirva de ejemplo la que remitió Chabás al estudioso Juan Berksman (nombre adoptado por Pascual Boronat Barrachina en su época de fraile carmelita), datada en Valencia el 17 de noviembre de 1895: «Vengo como domingo de casa de D. José E. Serrano Morales».8 Por desgracia, la tertulia en casa de Serrano Morales finalizó en 1908 a la muerte de este. Sin embargo, el propio Chabás incitó a su continuidad, aunque en un nuevo espacio, su propia casa, ubicada en un nuevo domicilio de Valencia, en la plaza de Crespins, desde hacía varios años.
La ventaja de hacerla en su casa, aparte de ser un lugar más céntrico que el domicilio de Serrano Morales, la constituía su propia biblioteca, que podía suplir la del otro bibliófilo; así se lo expuso a Llorente Olivares en una carta fechada en Denia, el 4 de marzo de 1908: «Cuando vaya a Valencia ya trataremos de reunir los domingos por la tarde en mi casa (donde también hay libros) a los que íbamos a casa Serrano; aún es un punto más céntrico».9 Posteriormente, el hijo de Llorente Olivares, Llorente Falcó, dará noticia de ella10 tildándola de «investigadores de los anales valencianos». Entre los nuevos integrantes mencionaba a los contertulios Pascual Boronat, Juan Chabret, Francisco Almarche, José Sanchis Sivera, José Rodrigo Pertegás o Luis Cebrián.
No es la primera vez que Chabás hace esta mención explícita a su biblioteca, puesto que esta aparece referenciada, de manera documental, en su primer testamento, donde la incluye de manera singular.11
En 1894, a la edad de 49 años, Chabás sufrió una grave enfermedad que hizo temer por su vida, hecho que provocó su necesidad de testar. En ese testamento él establecía como albaceas al sacerdote Vicente Peretó Sapena,12 en ese momento arcipreste de Llíria (Valencia), y a sus parientes colaterales Francisca Merle y Cañamás y Francisco Merle y Vargas; su elección, seguramente, se debió a sus antecedentes familiares en la administración de bienes patrimoniales. La bisabuela materna de Roque, Isabel Garcés, enviudó y se casó en segundas nupcias con Roque Merle, también de origen francés como sus ascendientes paternos, quien era militar y comerciante como su primer marido. Los abuelos de Roque Chabás, Andrés Chabás Merle y María Fornells Garcés, sufrieron diversos exilios ocasionados por sus orígenes franceses, primero, por las guerras contra Francia de 1793 y, después, por la Guerra de la Independencia. En estos intervalos Roque Merle custodió y administró todos sus bienes con fidelidad, por este motivo y con esos antecedentes, los debió elegir como albaceas de su testamento.13 En su testamento, su biblioteca era mencionada en dos apartados, en concreto, en el sexto, «Faculta a sus buenos amigos Don Antonio Chabret y Don Enrique Serrano para que cada uno de ellos escoja de su librería una obra, la que gusten, compuesta de uno o dos tomos», y en el apartado séptimo:
Hubiera querido el Señor testador reunir una colección completa de todas las obras que le relacionan con la historia valentina y depositarla en manos de este Excelentísimo Cabildo Metropolitano, pero si el Señor no le da tiempo